El asesinato de Al Adnani supone una gran pérdida para el Estado Islámico (Daesh) por sus competencias militares, mediáticas y de campo y su experiencia en la acción yihadista desde hace más de 20 años. La rivalidad de los Ministerios de Defensa de EE. UU. y de Rusia para atribuirse el “honor” de haber matado a Al Adnani corrobora el estatus, la importancia y la peligrosidad de este hombre, así como la coordinación entre estas dos potencias al más alto nivel militar y de inteligencia para erradicar al grupo y acabar con sus líderes uno tras otro. El asesinato de Al Adnani, sea cual sea el frente ejecutor, es resultado de una infiltración securitaria en las filas del Estado Islámico (…).
Resulta difícil negar que la organización ya no solo pierde zonas y ciudades importantes, sino a destacadas figuras de primera y segunda línea en una guerra desgaste a todos los niveles lo que hace que muchos expertos vaticinen que la víctima del próximo golpe será el propio Al Bagdadi.
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Pero celebrar el colapso de la organización terrorista más peligrosa puede ser precipitado, incluso si resulta asesinado su líder, porque hay que recordar que se trata de un grupo doctrinal más que político-militar. El caos sangriento que vive la región y las injerencias militares garantiza a la organización el apoyo popular “sectario” que desea, y ese ya es otro tema.
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Viñeta de Amyad Rasmi para Al Sharq al Awsat
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