El Mundo, 07/03/2017

Ana del Barrio

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Son las 9:30 de la mañana en el Instituto Dolores Ibárruri de Fuenlabrada (Madrid) y los alumnos van entrando en el aula, algunos más dormidos que otros. Se sientan en corro y comienzan a conversar, sólo que en esta clase no se habla de física ni de literatura o historia, sino de la identidad, del color de la piel, de los prejuicios o de si es lo mismo ser musulmán, islamista o yihadista. En esta reunión se tratan temas espinosos sin tapujos y los adolescentes no rehúyen el debate.

-Hay que amar más al padre que a la madre porque él es el principio activo de la procreación mientras que la madre es el pasivo. ¿Quién ha dicho esta frase? – pregunta la educadora.

La oración suscita un fuerte rumor entre los alumnos de 4º de la ESO, de 15 años. Tras una intensa discusión, la instructora desvela que la consigna no ha sido pronunciada por un imam radical, como muchos sospechaban, sino por santo Tomás de Aquino, uno de los teólogos más influyentes de la Iglesia católica.

Los estudiantes se quedan asombrados con este descubrimiento que sirve para poner de manifiesto que el machismo no es exclusivo de ninguna religión. La clase forma parte de un taller que busca combatir desde las aulas dos tipos de fenómenos que se retroalimentan y están en auge: por un lado, la islamofobia y por otro, la radicalización de los jóvenes musulmanes.

Abir Bihi es una de esas alumnas dedicada a romper estereotipos. De religión musulmana, viste vaqueros rotos y se confiesa orgullosa de no llevar el hiyab y de que a ella no la controlen sus hermanos, como sucede con otras muchachas de su misma religión.

«A lo mejor soy más creyente que la chica que lleva el velo. A mí mis padres me dejan vestir como quiera porque me dan esa confianza. Pero tengo amigas que salen con el velo de casa y luego se lo quitan», relata al salir de clase.

Talleres en 13 institutos

La iniciativa, puesta en marcha por la Fundación Al Fanar, comenzó en dos colegios catalanes y se ha implantado en 13 institutos situados en localidades madrileñas como Fuenlabrada, Alcorcón, Galapagar, Parla, Rivas, Torrejón de Ardoz y Villaverde.

El proyecto está financiado por la Consejería de Educación de Madrid, la Casa Árabe y los ayuntamientos de Madrid y Fuenlabrada, uno de los consistorios que ha puesto en marcha otras iniciativas novedosas como ‘Borra el odio’.

La buena acogida de las cursos, repartidos en cinco sesiones de una hora, ha propiciado que se vayan a establecer también en los institutos de Ceuta después de Semana Santa y que se puedan a exportar a Molenbeek, el barrio de Bruselas de donde salieron Salah Abdeslam y otros organizadores de los ataques terroristas de París, que costaron la vida a 130 personas. De hecho, muchos de los terroristas que atentaron en París y Bruselas eran jóvenes educados y formados en Europa. Por este motivo, desde la Fundación Al Fanar, una organización dedicada al conocimiento árabe, consideran fundamental trabajar en la prevención, una tarea olvidada por muchas administraciones.

«Todos los días vemos la labor policial y que se ha detenido a una célula yihadista, pero no vemos ninguna tarea social. Para que una persona llegue a esa situación hay un proceso y es ahí donde queremos trabajar con las administraciones», explica Mohammed Azahaf, coordinador de los talleres.

Para trabajar en clase utilizan como herramienta un cómic, que ha sido elaborado por los alumnos de 3º de la ESO del Instituto Maria Aurèlia Capmany de Cornellà de Llobregat, en el que se relata la difícil vida de una chica musulmana que lleva velo y la discriminación que sufre a diario en las aulas.

«¿Tú debes ser la terrorista de la clase, no?», le preguntan a Nora, la protagonista del cómic. «Me odia porque soy mora», se queja en otro momento de la historieta. Cada vez que hay un atentado, Nora vive cómo el resto de sus compañeros la señalan con el dedo por ser musulmana. Por eso, en el taller trabajan con el mensaje de que si a los racistas del Ku Klux Klan no se les identifica con los fieles cristianos, a los terroristas del IS tampoco se les debe asociar con todo el colectivo musulmán.

Los adolescentes también aprenden a diferenciar distintos conceptos que muchas veces se confunden: por ejemplo, no todos los musulmanes, que son los seguidores de Alá, son islamistas, (aquellos que tienen una militancia política) ni yihadistas, (los que utilizan la guerra santa).

El caso de Nora es ficticio pero refleja una situación real ante el repunte de los casos de acoso escolar hacia los alumnos de origen árabe, aunque se trate de un bullying que a veces se realiza de manera inconsciente. Esos chicos que son discriminados en clase luego tienen más papeletas para caer en las garras del radicalismo.

«La habilidad de las redes de captación yihadista es atraer a individuos que se sienten aislados y marginados. Y les dicen: ‘Vente, con nosotros vas a fomar parte de la umma, (la comunidad musulmana)’. Si, por el contrario, esos chicos se sienten integrados y no se les empuja a que el Islam sea la característica fundamental de su identidad, será más difícil que sean tentados por el radicalismo», explica Pedro Rojo, presidente de la Fundación Al Fanar.

A lo largo de los talleres, los alumnos efectúan lecturas teatralizadas en las que van aprendiendo a ponerse en el pellejo del otro y se les ayuda a forjar su identidad.

«El color de la piel determina muchas cosas en la vida. Mi padre es blanco y mi madre es negra y ella ha tenido muchos problemas», confiesa Ángela, de origen dominicano. «El otro día iba en el metro con unas amigas negras y un señor nos dijo: ‘Vete a tu puto país‘», relata indignada. Insultos que lejos de amainar, van aumentando con el auge de los partidos de ultraderecha en toda Europa y con el discurso xenófobo de Donald Trump.

Durante las clases, también se critica a los medios de comunicación por proporcionar una visión distorsionada de la comunidad musulmana, lo que provoca que la gente piense que hay muchos más seguidores de Alá de los que son en realidad. Por ejemplo, en España los ciudadanos piensan que un 14% de la población es musulmana, cuando la realidad es que sólo representan el 2% del total.

«En estos talleres abrimos un debate franco y no rehuimos los temas espinosos. Aquí no se tolera que se discrimine a los chicos por ser marroquíes o rumanos», explica María José Arroyo, directora del Instituto Dolores Ibárruri.

Aunque hable un castellano perfecto, Azahaf confiesa que la gente todavía se asusta cuando dice que su nombre es Mohammed: «El día que se acepte que ya hay muchos españoles que se llaman Mohammed o Fátima se habrá dado un paso muy importante en la lucha contra los estereotipos», concluye.

 

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