Raseef22, 08/06/2020

“César” es un pseudónimo empleado para proteger la seguridad del fotógrafo sirio, quien no puede aparecer públicamente ante los medios como tampoco se le puede grabar la voz. Habla a través de su traductor con los distintos medios de comunicación desde su huida de Siria y su establecimiento en Francia en el año 2013.

César pudo guardar y transferir 55.000 fotografías que documentan la tortura y el asesinato de alrededor de 11.000 detenidos sirios entre los años 2011 y 2013. Ese fondo fotográfico dio pie a investigaciones sobre las acciones del régimen sirio consideradas “crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra”, en Estados Unidos, Francia y Alemania; y también a la aprobación de la Ley César, una ley estadounidense que obliga a Washington a procesar a los funcionarios sirios, y a todos aquellos que cooperen con ellos independiente de donde se encuentren. Por su parte las autoridades sirias afirman que las fotografías han sido falsificadas y niegan las acusaciones de tortura y asesinato.

¿Quién es César?

Antes del estallido de la guerra civil en Siria hace nueve años, César trabajó durante 13 años en la unidad fotográfica forense de la policía militar en Damasco.

Su trabajo consistía en fotografiar los cadáveres víctimas de accidentes de tráfico, incendios, suicidios, y accidentes relacionados con el Ministerio de Defensa. Sin embargo, con el estallido de las protestas populares en contra del régimen en marzo de 2011, todos los fotógrafos de la policía militar fueron contratados para fotografiar a las víctimas: “Pidieron a nuestro equipo que fuéramos a los hospitales militares y fotografiásemos a los detenidos y civiles que habían sido torturados hasta la muerte. Ese fue el único trabajo que tuve hasta que hui”.

Todo comenzó con un pequeño número de víctimas diarias, 10 u 11 cadáveres, que rápidamente ascendió a 40 o 50 cuerpos que fotografiar. En septiembre del mismo año, decidió no continuar con ello, aunque quiso dejar constancia de los crímenes contra los detenidos, las víctimas, y que salieran a la luz.

César estuvo durante un periodo aproximado de dos años y medio, copiando, guardando y transfiriendo las fotos a un amigo para sacarlas a un lugar seguro fuera de Siria. Vivía con un miedo constante a ser asaltado, arrestado e incluso asesinado.

Misión suicida

No fue fácil para César, que trabajaba para una de los órganos de seguridad sirios más infames en lo que a derechos humanos se refiere, documentar los crímenes del régimen, como aclaró en una de sus entrevistas: “Trabajaba horas enteras tomando fotografías, transfiriéndolas y guardándolas. Tenía que esconder mis sentimientos y contener las lágrimas porque si ellos veían una sola lágrima, una sola expresión de simpatía en mi rostro, me matarían y matarían a mi familia. No sé cómo fui capaz de hacer todo aquello”.

Tampoco fue fácil ver esas escenas de tortura similares a los crímenes nazis. Algunas de las víctimas eran amigos y vecinos suyos, y sus imágenes lo perseguían tanto despierto como dormido.

César añade: “No hay momento en que no los recuerde. Los llevo en la cabeza, cuando cierro los ojos, continúo viéndolos…” Fue difícil para César enfrentarse a unos 50 cadáveres al día, trabajando entre 15 y 30 minutos con cada cuerpo.

Posteriormente, César cedió esas imágenes al Movimiento Nacional Sirio, opuesto al régimen. El Movimiento envió las fotos a organizaciones de derechos humanos, entre ellas Human Rights Watch, quienes confirmaron su autenticidad, y declararon que las fotos habían sido hechas entre mayo de 2011 y agosto de 2013.

 

Viñeta de Hasán Bleibel

 

Traducido del árabe por Luis Serrano Lora en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.

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