Reportaje publicado originalmente por Ana Moreno Marín en la revista Ciudad Nueva
Entre los últimos ejemplos, el de la Secretaria de Estado de Migraciones, Hana Jalloul Muro, quien se defendía en Twitter de ataques racistas. Española, de madre aragonesa y padre libanés, lanzaba un mensaje rotundo: «Vuestro odio no me va a amedrentar». No es un caso aislado. Según el observatorio OBERAXE, con la pandemia ha crecido el uso de internet y también el discurso del odio. Entre otros, hacia los árabes y musulmanes. Según informes recogidos
por la Fundación Al Fanar, el 42% de los europeos cree que el islam es incompatible con los valores y culturas de sus países y el 55% apoya que la inmigración de países de mayoría musulmana se prohíba totalmente.
Ibrahim Rifi, periodista de esta fundación que busca tender puentes entre ambas culturas, explica que nuestra visión está impregnada de estereotipos negativos recogidos por el grupo de expertos británico The Runnymede Trust: «Se entiende el islam como una ideología política y militar, agresiva, amenazante, terrorista, irracional, machista y primitiva. Se deslegitima cualquier crítica o aportación de una persona musulmana y se justifican las prácticas discriminatorias en todos los sentidos, incluida la esfera pública y política. Y el problema no solo es justificar, sino naturalizar la islamofobia», afirma.
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