Hisham al Shalawi
El gobierno libio de unidad nacional se enfrenta a muchos desafíos políticos, económicos y de seguridad debido al empeoramiento de la situación en el país a todos los niveles, a la caída de los precios del crudo a nivel internacional y al cierre de los yacimientos de petróleo libios.
Los libios han alcanzado un acuerdo político que han firmado y han aprobado un acuerdo de unidad nacional con un mínimo de popularidad (algo necesario en una situación como la libia) en un intento de frenar las operaciones militares sobre todo en Bengazi y Achdabiya, y declarar una tregua en el suroeste y sureste del país.
Por otra parte, la ocupación de Sirte, en el centro de Libia, por parte de la organización de Daesh (Estado Islámico) obligó a la comunidad internacional a patrocinar y apoyar el acuerdo político y el gobierno que ha emanado de él. La división política y la división en brigadas y milicias impedían combatir a esa organización tanto en Derna como en Bengazi o Sirte (…).
El gobierno de unidad no es un pastel que se puedan repartir todos los sectores políticos y de la sociedad activos sobre el terreno (…) porque lo que se espera precisamente de ese gobierno es que desarticule todas las crisis, y a la cabeza de ellas la económica y la de seguridad, y que una el país bajo un mando político aglutinante. No tienen margen de error a quienes están en la cima de la pirámide ejecutiva, pues no son solo responsables ante los libios sino también ante la comunidad internacional y sus superpotencias. Se les exigirá cuentas por su incapacidad y sus fracasos (…).
Las tres principales ecuaciones son la del Congreso Nacional General, la crisis del Parlamento de Tubruk y la expansión por la geografía libia de Daesh.
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