Barzani pedía ayer en un comunicado que se aproveche esta “oportunidad de oro” para celebrar un referéndum sobre la autodeterminación de la provincia iraquí del Kurdistán como preámbulo a la creación de un Estado independiente en el norte de Iraq. Las palabras de Barzani dejan claro que confía en conseguir respaldo popular para la opción de la secesión, lo que supone una presión política para el gobierno central de Bagdad, sobre todo desde que los kurdos aprovecharan el vacío dejado por el colapso del ejército en Mosul tras el ataque del Estado Islámico (Daesh) a mediados de 2014, para hacerse con el control de la mayor parte de la provincia de Kirkuk, rica en petróleo, y de otros territorios iraquíes.
Por otra parte las declaraciones de Barzani no están al margen de los problemas entre las fuerzas políticas kurdas. Barzani celebró hace poco una reunión con tres de los partidos kurdos y se creó una comisión para acercar posturas políticas con el fin de solucionar las crisis de la provincia y mover las medidas del referéndum de autodeterminación y la activación del Parlamento, pero fue en vano. Hablar de independencia en este preciso momento ofrece una oportunidad más a Barzani para huir hacia delante.
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