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Sean ciertos o no los rumores sobre la fuga del general de división Salim Idris,  jefe del Ejército Libre sirio, lo que parece claro es que ese Ejército se está carcomiendo y que está al borde del colapso total al no haber logrado ser la principal fuerza militar de la oposición siria armada frente a las facciones y frentes islamistas y no solo frente al régimen sirio. El control por parte de elementos del Frente Islámico de almacenes de material militar y del paso fronterizo de Bab al Haua con Turquía ha sido el tiro de gracia de ese Ejército. La respuesta estadounidense a este avance militar del Frente Islámico no se hizo esperar: Washington suspendió de inmediato todas las ayudas «no letales» al Ejército Libre en el norte de Siria, lo que supone el reconocimiento oficial de su colapso y del fracaso de la política estadounidense que apostó por él desde el principio como fuerza principal capaz de derrocar al régimen.

El mapa de las fuerzas combatientes en Siria está cambiando muy deprisa estos días y se centra en tres fuerzas islamistas principales que controlan casi por completo los territorios que no controla el régimen. La primera fuerza es el Frente Islámico al que pertenece el Batallón Al Tauhid, los Libres de Siria (Ahrar Suria) y el Ejército Islámico (Al Yaish al Islami). La segunda fuerza es el Estado Islámico de Iraq y Al Sham y la tercera fuerza es el Frente Al Nusra y algunas pequeñas facciones aliadas a ese frente fieles a Al Qaeda.

El colapso del Ejército Libre es el preámbulo del colapso de la Coalición Nacional Siria liderada por Ahmad  Yarba, el hombre de Arabia Saudí, y el colapso de todas las demás apuestas hechas desde el comienzo de la crisis por la formación de un cuerpo político moderado capaz de ser un negociador o una alternativa al régimen sirio.

Si aceptamos la hipótesis que afirma que el Frente Islámico, apoyado por Riad, es la fuerza islamista «moderada» más armada, entrenada, y con más medios económicos, esto impone la reformación de la Coalición Nacional y su apoyo por nuevos elementos islamistas a costa de los mandos de los Hermanos Musulmanes, afines a Qatar y Turquía, y de algunas personalidades liberales. No descartamos la desintegración total de este cuerpo político y su sustitución por otra organización que lleve otro nombre, como ya sucediera con el Consejo Nacional que fundó la coalición turco-qatarí al comienzo de la crisis y que eliminó la injerencia saudí cada vez más fuerte a nivel político y militar.

Quien más se alegra de este colapso del Ejército Libre es Bashar al Asad por dos razones. En primer lugar porque en más de una ocasión, cuando Al Asad ha sido entrevistado, ha hablado de fructíferos contactos con grupos del Ejército Libre que han entregado las armas y han vuelto a los brazos del régimen tras recibir garantías de seguridad y de amnistía. En segundo lugar, Al Asad insistió desde el comienzo de la crisis en la existencia de grupos yihadistas anatematizadores pero pocos son los que le creyeron, y ahora la lucha ha evolucionado y de forma abierta se ha convertido en una guerra entre dos bandos que están muy claros: el bando del régimen y el bando de los grupos islamistas con toda su gama doctrinal.

Parece que EE.UU. llegó a la misma conclusión y se dio prisa en abrir un diálogo con los grupos islamistas «moderados» con mediación turca, como reconoció el portavoz de la Casa Blanca, con la excusa de buscar alternativas e intentar convencer a esos moderados de participar en la próxima conferencia de Ginebra. El general Martin E. Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., manifestó que su país «considera prioritario conocer a las milicias supuestamente vinculadas a Al Qaeda en Siria para entender qué intenciones tienen en esa guerra y qué relación tiene con Al Qaeda» y que «eso exige saber si esos grupos tienen alguna intención de moderarse y de participar con los demás».

La salida del Ejército Libre de la ecuación política y militar siria a favor de los frentes islamistas combatientes sobre el terreno (más de 70.000 personas) acercaría al régimen sirio a EE.UU. y a Occidente en general, y sacarlo del poder ya no es una prioridad para el bando occidental. No nos extrañaría que las amenazas del general Idris de la semana pasada con incorporarse al Ejército sirio oficial para combatir contra esos grupos extremistas y lanzadas en el cénit de una serie de derrotas de su Ejército ante el Frente Islámico, no fueran fruto de la desesperación sino de contactos y acuerdos con EE.UU.

Nos encontramos en estos momentos a las puertas de una reproducción del escenario de las fuerzas de Al Sahua iraquíes, aunque de forma más actual y con una diferencia fundamental y es que estas nuevas fuerzas que combatirán a los islamistas radicales, estarán apoyadas directa o indirectamente por el Ejército Sirio, EE.UU. y sus aliados y por algunos árabes al menos en una primera fase. La pregunta que se plantea en este punto es cuál será la postura de dos Estados del Golfo que apoyan a la oposición armada en territorio sirio: Qatar y Arabia Saudí. ¿Seguirán detrás de los grupos islamistas que combaten al régimen, o apoyarán con dinero y armas a las «nuevas fuerzas de Al Sahua»? ¿Iniciarán los Estados de Qatar y Arabia Saudí una guerra por delegación, uno en contra del otro, a través de facciones combatientes a las que apoyarán con armas y dinero? Parece claro que el Frente Islámico, que incluye a las facciones islamistas combatientes, es el candidato a ser el núcleo de estas «fuerzas de Al Sahua» sirias no solo porque tiene el apoyo de Riad y del emir Bandar Ben Sultán, jefe de los servicios secretos saudíes, según informes estadounidenses y occidentales, sino porque han iniciado una batalla contra el Estado Islámico de Iraq y Al Sham y contra el Frente Al Nusra, próximos a Al Qaeda, en varias zonas de Siria, especialmente en el noroeste del país. El presidente Al Asad dijo en su última entrevista a la prensa que se han establecido contactos con la mayoría de los países del Golfo, y que el problema se limita a varios príncipes saudíes, en clara alusión al emir Bandar Ben Sultán, gestor de la lucha en Siria en nombre de su país.

Si el general Idris se ha refugiado en Qatar (si es que es cierta esa noticia) significa que se ha refugiado en un aliado que está en la misma trinchera contra el Frente Islámico que ha acabado con el Ejército Libre, y esto obliga a preguntar lo siguiente: ¿A quién apoya Qatar en Siria en tal caso? Dejemos que los qataríes y el canal de televisión Al Yazira respondan a esa pregunta.

A cuarenta días de la celebración de la conferencia de Ginebra, el escenario sirio se complica y podemos tener más de una sorpresa en las próximas semanas en lo que se refiere a la organización de alianzas y al establecimiento de una hoja de ruta de futuro. La leyenda del Ejército Libre está próxima a su fin y lo que ha repetido el presidente Al Asad a lo largo de dos años de que hace frente a grupos yihadistas anatematizadores se confirma día tras día, estemos de acuerdo con él no. Podemos decir que el mayor desafío del emir Bandar Ben Sultán es su capacidad para convencer a EE.UU. de que el Frente Islámico al que apoya es la alternativa al Ejército Libre porque está repitiendo la experiencia de los muyahidines árabes en Afganistán. En los próximos días y semana veremos alianzas extrañas que ni se les han pasado por la cabeza a los expertos en el escenario sirio, y miente quien diga que entiende la actual escena siria y que puede vaticinar las sorpresas y cosas extrañas que van a producirse.

 

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