Hasán Tareq
Al Yaum 24, 19/02/2018
¿Qué queda del Movimiento del 20 de febrero?
En la superficie, a nivel de la gestión táctica del Estado, no queda nada. El poder ha recuperado las concesiones que hizo bajo la presión de la calle, y hemos pasado del partido del Estado a un campo de partidos políticos completamente vigilado. Y la Constitución, ese botín huérfano de la movilización, se ha transformando bajo los efectos de las continuas operaciones de desangrado y descomposición, como diría nuestra profesora Raquía al Musadaq, en un documento de referencia de aplicación aproximativa.
Pero en lo más profundo, a nivel de las transformaciones sociales “de peso” queda mucho del 20 de febrero; el hecho de exigir cuentas (desde lo del pederasta Daniel Galván, hasta el Hirak de Alhucemas y las protestas de Yarada) se ha convertido en un dogma para las nuevas generaciones cuando los mecanismos de presión electoral, administrativa y social fueron todos derrotados en los comicios de 2015.
Concluyendo, el poder venció tácticamente a los resultados de la revuelta juvenil, pero objetivamente ha sido incapaz de acabar con el espíritu del 20 de febrero, que no es otra cosa que el rechazo de la sociedad a la tutela y el control del Estado.
Viñeta de Yaser Ahmad
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