Yasín Nabli
Pese a que la crisis del primer partido en el poder ha adquirido un tinte exhibicionista en los púlpitos mediáticos, la situación de división que vive Nidaa Tunis está vinculada con la falta de estabilidad en la composición de la cúpula. Las diferencias sobre esa composición son el principio regulador de las diferentes tendencias dentro de la formación política. Podemos desmontar este extraño fenómeno político observando las evoluciones de las posturas de los miembros de la cúpula partiendo del núcleo fundador, pasando por el buró ejecutivo y llegando a las instituciones de gobierno.
Cuando se formó el grupo fundacional y se anunció públicamente el 16 de junio de 2012, no se trataba de un partido clásico formado sobre una unidad histórica, ideológica y política, sino que era más bien un encuentro de activistas políticos con experiencias históricas, políticas y dogmáticas distintas cuyo punto en común era la guerra santa contra el proyecto islamista emergente entonces. Y sus fundadores, gracias a muchos factores internos y externos, lograron vencer en la batalla por la movilización electoral comenzando en 2013 y llegando a finales de 2014 que terminó con el ascenso del partido al poder y con la victoria de su presidente Qaed Sebsi en el cargo de la Presidencia. El primer partido ganador en las elecciones legislativas y presidenciales iniciaba entonces una fase de recogida de frutos que despertó el demonio de las posiciones y los fundadores se repartieron entre los distintos puntos de poder, a saber, entre Cartago, Qabsa y el Bardo.

 

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