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Hasán Buijif

Hespress, 29/05/2017

¿Aprenderá Marruecos de los errores que ha cometido en el Sáhara en materia de seguridad para afrontar el expediente de las protestas ciudadanas en el Rif? Se trata de una cuestión urgente en estos momentos por las últimas novedades en las protestas de los jóvenes de Alhucemas. La historia ha sido testigo de que la errónea y radical aproximación securitaria adoptada en el expediente del Sáhara (basada en una relación binaria de marginación) fue la principal excusa para la reanimación de la tendencia separatista entre los marroquíes de esa zona. Mientras que los irredentistas gozan de exagerados privilegios económicos y políticos, los demás son tratados de forma violenta y radical. No hay ninguna familia saharaui que no tenga por lo menos un detenido o se haya tratado con violencia a alguno de sus miembros; a eso se añaden las prácticas inhumanas e indignas exentas de cualquier tipo de diálogo. Aquellos que hoy día trabajan en la diplomacia separatista del Sáhara en los organismos internacionales (encabezados por las Nacionales Unidas) contra su patria son fruto de las malas políticas de seguridad practicadas en esas regiones marroquíes. Muchos de los retos jurídicos y políticos de Marruecos tienen su origen en esa radical y errónea aproximación de seguridad.

Durante el régimen de Hasán II la zona del Rif sufrió prácticas abusivas de seguridad que dejaron heridas muy profundas en la memoria de los rifeños. Si nos detenemos en las prácticas de seguridad empleadas en la actualidad, vemos que repiten los errores cometidos en el pasado. No se puede hacer frente a las reivindicaciones sociales y políticas de los jóvenes con violencia, detenciones y acusaciones de traición. Se ha convencido a la opinión pública nacional de la legitimidad de las detenciones de los jóvenes de Alhucemas, pero no a los rifeños que quieren estabilidad en la zona. La violencia no soluciona nada, solo añade más errores a los cometidos en el pasado para alimentar la memoria y reavivar esas falsas y peligrosas creencias. Eso hace que los rifeños sientan que no son tratados igual que el resto de marroquíes y puede provocar reacciones peligrosas.

Aunque las reivindicaciones racistas y separatistas no sean la orientación general de los ciudadanos rifeños (sobre todo en el caso de los de Alhucemas) sino solo una excepción, lo que los rifeños consideran como injusticia y abuso podría transformar la excepción en regla general.

La detención de los líderes del movimiento civil en el Rif, por recibir financiación externa y de poner en peligro la seguridad del Estado, no es la solución al problema sino todo lo contrario: puede ser una excusa para la radicalización política e ideológica de los jóvenes rifeños en un contexto de tensión.

Las medidas de seguridad son necesarias para proteger las propiedades privadas y públicas, en caso de que estén amenazadas, pero no para reprimir las manifestaciones, para obligar a que la gente no salga de sus casas, se reúna o proteste ¿Hasta cuándo durará esta situación? ¿Es que esa zona tiene que estar siempre en estado de ebullición?

Una solución drástica sería un auténtico diálogo con los jóvenes rifeños para que sus peticiones sean realistas y su discurso político más flexible. La última visita de la delegación ministerial no puede ser considerada diálogo. Las convenciones políticas para la solución de cuestiones como las protestas de Alhucemas y la zona del Rif exigen herramientas capaces de transmitir confianza a los manifestantes, lo que por otra parte no afectaría ni al prestigio del Estado ni a la legitimidad de las instituciones.

En este sentido, y dada la ausencia de una participación activa de los partidos político, el Consejo Nacional de Derechos Humanos puede ser una de esas herramientas a las que nos referimos. Si el Consejo se dirigiera a los jóvenes manifestantes para establecer un amplio debate con ellos, conocer las causas de su sufrimiento, recoger sus propuestas, abrir una investigación sobre los abusos que han sufrido y presentarlo todo en un informe oficial objetivo, el Gobierno podría ofrecer propuestas urgentes a corto y medio plazo. Entre esas propuestas estarían las visitas de supervisión de los proyectos que se ejecuten en la región con el fin de acelerarlos.

Los medios de comunicación públicos deben adoptar medidas para transmitir confianza y evitar la radicalización con el objetivo de que los ciudadanos sientan que el país los acoge y así el Estado evitaría conflictos.

El expediente del Sáhara marroquí debería ser tenido en cuenta para orientar la solución de los conflictos en el Rif y evitar nuevas pérdidas.

Los errores cometidos en el pasado en el Rif son razón suficiente para adoptar medidas inclusivas que den paso a propuestas políticas y no a soluciones provisionales; es decir, una política local sostenible que contribuya activamente a mejorar la situación de la zona y que corrija el error de la imposición de la «política del partido único», un partido que no fue capaz de asumir sus responsabilidades, lo que dejó un hueco que tuvieron que llenar unos jóvenes independientes.

Viñeta de Emad Hayyach

Traducido del árabe por Eman Mhanna en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.

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