Álex Moreno

CTXT, 30/12/2015

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La victoria del Ejército iraquí sobre el Daesh en Ramadi ha devuelto a Irak, aun brevemente, a la primera línea de la actualidad internacional. Uno de los españoles que mejor conoce la situación del país por el que fluye el Tigris y el Éufrates es el arabista y periodista Pedro Rojo. Presidente de la Fundación Al Fanar –con la que pretende acercar el mundo árabe a la cultura hispanohablante, principalmente a través de la traducción de textos–, ha vivido en Siria, Egipto, Jordania y Marruecos. Nunca en Irak, pero mantiene estrechas relaciones con este país, del que recibe noticias a diario sobre la difícil situación que se vive allí. Testimonios de gente condenada a vivir bajo el Daesh y de cómo sus combatientes han acabado apropiándose de su lucha por derrocar al Gobierno iraquí.
En los medios la realidad iraquí queda relegada a la lucha contra el nuevo demonio fanático y únicamente aparece registrada a través de esta amenaza. Apenas existen referencias sobre el levantamiento contra el Gobierno iraquí que precedió al protagonismo del autoproclamado Estado Islámico. La corrupción, el deterioro (o ausencia) de servicios públicos, la carestía de electricidad o el desmantelamiento de la sanidad en uno de los países más ricos del mundo árabe –con la estigmatización y marginación en función de etnias o creencias de fondo– llevó a los iraquíes primero a las calles y después a las armas, para luchar contra el Gobierno de Nuri al-Maliki.
El auge del Daesh y la intervención militar acabaron por ahogar política y mediáticamente la rebelión. Organizaciones de derechos humanos y la propia ONU han denunciado reiteradamente no solo las barbaridades realizadas por el Daesh, sino también los excesos y el descontrol de grupos paramilitares amparados por el Gobierno iraquí en la represión, tanto de los grupos fanáticos como de la población civil. Ramadi, a unos 110 kilómetros de Bagdad, fue una de las ciudades que se levantaron contra el Gobierno y acabó bajo el control del Daesh y sus combatientes. En el momento de realizarse esta entrevista, la ciudad estaba todavía bajo su control, pero aun así Rojo ya conocía los avances de estas milicias en la periferia de la ciudad y expresaba sus temores por el daño que pudieran causar entre la población una vez se hicieran con el control de la ciudad.

La campaña de la coalición internacional para combatir al Daesh a través de bombardeos comenzó en julio de 2014. ¿Cuál es la situación en la que se encuentra esta estrategia? ¿Cuál es la situación del Daesh en Irak y Siria?
El progreso que hicieron los bombardeos cuando empezaron en 2014 está estancado. Daesh ya ha reorganizado su estrategia militar para que los bombardeos le afecten lo menos posible. Cuando salen a combate abierto pueden tener problemas, pero si vemos la cadencia de bombardeos de la coalición internacional es casi mínima. Son conscientes, y lo sabían desde el principio cuando Obama en agosto de 2014 dijo que era una campaña que iba a durar por lo menos tres años, y ya han reconocido que había que involucrarse más militarmente en la lucha contra Daesh. Veremos qué significa. El nuevo actor, que es Rusia, es otro caso totalmente distinto. Está siendo muchísimo más activo bombardeando, pero es que sus bombardeos, o la mayoría, no van contra Daesh. Los mapas de sus bombardeos desde que iniciaron los bombardeos son clarísimos. Para Daesh, de momento, no es una amenaza mayor. Está acostumbrado a los bombardeos. Por esa vía no se va a acabar con el Daesh. Ellos están muy cómodos haciendo frente a una coalición de 60 países y ahora al satán comunista que derrotaron en Afganistán. Es más propaganda para reclutar a esos combatientes extranjeros que necesitan como el comer. Porque ellos ya no están reclutando gente sobre el terreno. Entre los sirios y los iraquíes su capacidad de reclutamiento es cero. Ya saben lo que es vivir bajo ellos.

Si los bombardeos no servirán para combatir eficazmente al Daesh, ¿qué estrategia podría seguirse para acabar con esa amenaza?
Hay que dividir la estrategia en dos cuestiones. Una, la militar, que efectivamente tarde o temprano va a haber que acabar militarmente con el Daesh. Pero incluso si se mandaran tropas y acabaran físicamente con sus combatientes, hay que acabar con las razones que han hecho posible que creen ese pseudoestado y que capten a tanta gente para luchar –que son una minoría de una minoría de los musulmanes, pero estamos hablando de 50.000-70.000 combatientes que están apoyando un proyecto que es absolutamente irracional para los musulmanes y los iraquíes y los sirios–. Si no vas a encontrar una solución política a ese caos en la región da igual. Puedes acabar militarmente, pero esa solución política viene por que esos sirios e iraquíes recuperen sus derechos. Todo lo que queremos para nuestras sociedades se lo estamos negando a ellos. Se lo estamos negando como Occidente, primero porque hemos invadido Irak y hemos impuesto un Gobierno sectario que es el origen de esta situación de caos en Oriente Próximo.
¿Es posible derrotar al Daesh sin ayuda del exterior, sin intervención de potencias extranjeras militarmente en la región?
En Siria es mucho más complicado. No por Daesh en sí, sino porque todas esas potencias ya están dentro de la guerra civil. En Irak hay una solución primera que podría ser más fácil porque sí que hay un claro enemigo de la población civil, que es el actual Gobierno y el Ejército que se ha creado desde 2003, cuando se desmanteló el Ejército nacional iraquí en milicias sectarias proiraníes. Si recuperas un Gobierno de unidad nacional, donde todos los iraquíes se sientan representados, serán los propios iraquíes los que expulsen a esos 30.000-40.000 combatientes que están en Mosul, en Ramadi, en Faluya… Porque saben quiénes son y porque no son tantos. Pero el problema es que no tienen alternativa. Y dicen ‘vale, yo me puedo enfrentar a esos combatientes, ¿pero para que venga el Ejército iraquí contra el que me rebelé en 2013 y me vuelva a oprimir? Para eso no’. Hay que partir de esa cuestión.

En 2013 Daesh era una fuerza minoritaria dentro del levantamiento militar que se había producido en Irak contra el Gobierno. ¿Cómo fue posible que lograra capitalizar toda esa fuerza y lograra tanto protagonismo?
Eso mismo sucede en Siria. Era un actor completamente minoritario, venía de las catacumbas en Irak, de estar vagando por el desierto… y de repente pasa a ser el principal actor militar de un conflicto en el que estaban el Frente Al Nusra (Al Qaeda), grupos rebeldes moderados del Ejército Libre Sirio, los que apoyaba Catar, los que apoyaba Arabia Saudí, los que apoyaba Turquía… Un entorno en el que había fuerzas militares potentes, solventes, con apoyo exterior. Y, de repente, se convierte en el segundo semestre de 2013 en el principal actor que causa 20.000 bajas al Ejército Libre Sirio. ¿De dónde sale esa financiación? La supremacía militar se la da la experiencia de haber luchado en Irak contra los estadounidenses y las milicias chiíes. En Irak la situación es distinta porque allí vuelven después de haber sido fuertes en Siria. Entran en Mosul con el resto de tropas rebeldes que toman la ciudad. Como tienen esa idea de martirio tan absolutamente descerebrada, son la primera línea de batalla y llegan los primeros a los arsenales. No llevan una táctica lógica de combate, es parte de su estrategia y verdaderamente asustan. Tienen una financiación que nunca ha tenido la resistencia iraquí, ahogada absolutamente desde 2003 por ese cerco internacional. Los rebeldes iraquíes tienen mucho apoyo popular pero poco armamento. Y tienen un objetivo muy claro: la caída de Bagdad. Y no dejan retaguardia con destacamentos porque Mosul, Tal Afar son sus ciudades. Daesh se queda allí. En junio de 2014 están ahí mientras que los rebeldes están cercando Bagdad. Cuando en agosto se decide bombardear, se bombardea todo. No se diferencia entre Daesh y los rebeldes, que además ya estaban siendo amenazados por Daesh si no se unían a su causa. En una ciudad pequeña cerca de Faluya el Daesh secuestró a 80 civiles y dijeron ‘o nos dais la ciudad o los matamos a todos’. Al final llegaron a un acuerdo. No entregaron las armas y se retiraron. Los rebeldes concluyeron que no podían luchar contra Daesh, contra los bombardeos y contra el Ejército iraquí y sus milicias. No tenían apoyo internacional, ni financiación. Solo un pueblo que estaba absolutamente agotado. Daesh se beneficia de ese vacío, de esa falta de inteligencia internacional que no apoya a un movimiento que pide regeneración política, democracia real, final de la corrupción y el sectarismo y que podría obligar al Gobierno de Bagdad a desvincularse de Irán y a crear un Gobierno iraquí fuerte que defienda al pueblo iraquí. Estamos hablando de junio de 2014.

Es en ese punto cuando la resistencia iraquí tenía un acuerdo de no llevar una bandera y Daesh acabó obligando a que se llevara esa bandera.
Cuando entraron en Mosul, Daesh fue el único que no aceptó ese acuerdo. En la toma de Mosul iban los consejos militares y un montón de facciones y ninguno llevaba su bandera. El único que la llevaba era el ISIS. Porque iban por libre, no estaban por la revolución. Ellos no van hacia Bagdad porque a ellos no les interesa la caída de Bagdad. De hecho, ellos fuerzan la entrada de los americanos en la guerra bombardeando Ervil y con la masacre de yazidíes.

En ese verano hubo dos encuentros internacionales, en Londres y en Ammán, en los que la oposición buscó la legitimación del levantamiento iraquí. ¿Por qué fracasó ese intento de alcanzar una solución política?
Porque el objetivo de Estados Unidos en esos encuentros era volver, o reeditar, a los Consejos del Despertar. En 2007, Al Qaeda llegó a ser tan insoportable para los propios resistentes iraquíes, que finalmente se crearon unas milicias financiadas por EE.UU. de las tribus en las llamadas zonas suníes y expulsaron a Al Qaeda en cuestión de meses. Eso tenía una contraprestación política: un reconocimiento y una reformulación del sistema político por el cual se estaba marginando a esa comunidad suní –se hablaba todo en términos de cuotas sectarias y de reparto de poder de forma no democrática–. Y se traicionaron esas promesas. No se incorporó a esos combatientes en la policía ni en el ejército, ni tampoco se les introdujo en el funcionariado. EE.UU. quería justamente ese proyecto y los iraquíes dijeron que no. No iban a cometer dos veces el mismo error. Entre otras cosas porque los que estaban allí representados no habían participado en aquellos consejos, se opusieron entonces y se negaron a participar si no se les aseguraba un acuerdo internacional.

Para acabar con el Gobierno de Nuri al-Maliki y lograr la apertura de un nuevo proceso político…
Exactamente. Un proceso de regeneración política, nueva Constitución, gobierno de unidad nacional pero real… Pero eso significaba para EE.UU. reconocer que su proyecto en Irak ha fracasado. Y lo que le están pidiendo es reorganizar el Ejército iraquí que ellos crearon. Y que el Gobierno español sigue entrenando a día de hoy.

¿En qué ha quedado ese levantamiento iraquí que se produjo por el descontento del pueblo iraquí contra el Gobierno de Al Maliki?
El levantamiento militar ha sido totalmente aplastado a sangre y fuego. Y no ha tenido ningún tipo de cobertura mediática porque se ha confundido entre lo que era el avance del Daesh y ese levantamiento legítimo que viene de un movimiento de movilizaciones desde 2011 de ocupación de plazas, de reivindicación del fin de la corrupción… Hasta que no hubo una represión armada contra esos manifestantes no se produjo esa revolución armada. Las causas y el descontento siguen estando ahí. Desde hace unos meses se están produciendo las mismas manifestaciones en el sur del país, que se supone que es chií. Siempre se ha dicho que es un conflicto sectario. No lo es. Es un tema de marginación política. Sí, marginan a una amplia base de la sociedad por aspectos sectarios pero la reivindicación nunca fue sectaria. No se quería una cuota sino el final de las cuotas. Que cuando se vote, los partidos políticos no se repartan el pastel de igual manera que si no hubiera habido elecciones. Desde 2004 todos los gobiernos han funcionado igual: reparto de puestos en relación al supuesto peso poblacional de las diferentes confesiones o etnias, porque se mezclan suníes, chiíes, turcomanos, kurdos, cristianos, mujeres… Hay un reparto de poder de acuerdo a supuestos números que nadie sabe cuáles son.

¿El relevo de Al-Maliki por Haider Al-Habadi en el Gobierno iraquí en septiembre de 2014 ha producido alguna mejora en ese aspecto?
Una de las exigencias de EE.UU. cuando empezaron los bombardeos en agosto de 2014 era la sustitución de Al-Maliki. Desde enero que cae Faluya hasta agosto juega a la ambigüedad para presionarle. Cuando por la presión popular por el Daesh tienen que intervenir –Ervil es el centro de inteligencia y económico estadounidense de la zona y no podían permitir que lo tomaran– exige el fin de Maliki. Pero la sustitución ha significado más de lo mismo. Todos siguen robando dinero, más deprisa si cabe porque esto tiene pinta de acabarse, y de ahí las manifestaciones en el sur. Ya no son los suníes, que apoyan a Al Qaeda, ni exbaazistas, que es la retórica que siempre ha utilizado Al-Maliki.

Una de las mayores críticas al Gobierno iraquí ha sido el uso y la permisividad con las milicias chiíes cuyas actuaciones han llegado a ser denunciadas por varias organizaciones de derechos humanos y la propia ONU. ¿Siguen actuando en Irak?
Cuando hablamos de que se necesitan tropas sobre el terreno para luchar contra Daesh, ahora mismo solo hay dos tipos de fuerza que están combatiendo: los kurdos, que son los únicos que han conseguido algún tipo de avance –en Siria sobre todo– y estas milicias. El Ejército iraquí va detrás de estas milicias. Quien manda en el terreno en Irak son estas milicias y nadie las controla. Irán, en el mejor de los casos. Y siguen haciendo auténticas barbaridades. Hace unos días tomaron un barrio de Ramadi. A ver qué barbaridades han hecho y lo que acaba saliendo. Como en Baiji en noviembre de 2014 o en Tikrit después.

¿Y España presta algún tipo de formación a esas milicias?
Se supone que está entrenando al Ejército iraquí. Pero el Ejército iraquí y estas milicias son lo mismo. No luchan en frentes distintos. Van juntos.

¿Cuál es el papel de Irán en esta guerra? ¿Está detrás de estas milicias?
No es que esté detrás, sino que los ideólogos y quienes en muchas ocasiones dirigen a estas milicias son iraníes. Hemos visto a (Qasem) Soleimani, el secretario general de las Brigadas al Quds iraníes, que son unas fuerzas paramilitares dependientes del gobierno que luchan en el exterior, en Amerli, en Alepo, o en Diyala, dirigiendo los combates. Y han muerto muchísimos militares iraníes en territorio iraquí y en Siria. Combatiendo contra Daesh, pero en lo que a ellos les interesa. Los mayores beneficiados de la presencia de Daesh en la zona son el régimen sirio e Irán. Antes de que existiese Daesh, el Gobierno sirio iba a caer sí o sí. Ahora no está tan claro, no es la primera prioridad. E Irán se ha convertido en un aliado absolutamente necesario de la comunidad internacional. Ellos comandan las únicas tropas que luchan en el terreno contra Daesh en Irak. Si está controlado, perfecto, pero no les interesa que Daesh desaparezca.

¿Se está a tiempo de alcanzar una solución política sin recurrir a los bombardeos ni a la presencia militar extranjera?
No debe de haber tropas extranjeras sobre el terreno. Al final lo único que va a hacer es alargar el conflicto. En Irak, con la iniciativa del Irak inclusivo se propone un gobierno de unidad nacional fuerte, de tecnócratas, en el que se vea representada toda la sociedad iraquí, de gente que no esté manchada de la sangre de todos estos años de sectarismo y que gestione un país que, no se nos olvide, es muy rico. Se ha despilfarrado muchísimo dinero. Una vez que haya un gobierno fuerte, se reestructure el Ejército y se recupere un ejército profesional… Daesh no es rival militar, por muy locos que estén, para nadie que controle el terreno. Cuando tú controlas una ciudad como Mosul, de dos millones de habitantes y sabes como población que si te levantas contra esos cuatro descerebrados que están patrullando las calles con un pick up porque tienes rodeada la ciudad con un ejército que cuando llegue se los van a cargar y van a asegurar la ciudad, la situación cambia radicalmente. Esa es la solución, no mandar tropas, sacar a Daesh y crear más resentimiento, otra vez ocupación… ¿Cómo se van a ir? ¿Como los americanos en 2011, dejando un caos peor que el que había cuando entraron en 2003? Lo que hay que hacer es empoderar a los iraquíes. Darles la capacidad de hacer ellos mismos esa limpieza y que sepan que el día después de que ellos expulsen a Daesh de sus ciudades, como hicieron en 2007 y 2008 con Al Qaeda… La dimensión es inmensamente más complicada, pero la lógica tiene que ser la misma. Tú no puedes controlar un territorio de ocho millones de personas con 50.000 combatientes. Y menos si te enfrentas contra un ejército de un millón de efectivos.

Eso pasaría por resucitar a esas facciones que se levantaron contra el Gobierno iraquí.
Claro, pero es que esas facciones están ya allí. Y pueden acabar con Daesh. Pero no van a acabar con Daesh para que luego lleguen las milicias y el Ejército iraquí a reprimir. Sigue habiendo un montón de presos políticos en las cárceles. Si no se va por esa vía se va a perpetuar el conflicto. El problema es que tenemos unos políticos que son mediocres, que solo ven el cortoplacismo de cuándo les tocan las próximas elecciones y dejar el conflicto al siguiente.

¿Qué expectativas tiene el llamamiento del Irak inclusivo de alcanzar una solución política para el país?
Ha habido dos reuniones después de la presentación del proyecto en Ammán en agosto. Es un proyecto abierto, solamente una propuesta para que se incluyan otras fuerzas y se discuta cuál es la mejor manera de implementarlo. El problema es que EE.UU. y sus aliados han bloqueado esa solución. No hacen falta tropas sobre el terreno. Hace falta que la participación internacional vaya en la dirección totalmente opuesta y dejen de intervenir y bloquear soluciones iraquíes como esta. Cuando preguntaban en 2012 y 2013 cuál era el papel que debían jugar las potencias extranjeras en esa revolución, los iraquíes lo decían claramente: ‘Por favor, no hagáis nada. Cualquier cosa que hagáis, cualquier intervención, aunque sea para apoyarnos, nos va a perjudicar’. Y así ha sido. Con este caso es igual. Lo único que pueden hacer es respaldar ese tipo de soluciones. Es impensable que no quieran respaldar una solución pacífica iraquí al conflicto. Está pasando todo lo contrario: la están torpedeando.

 

Viñeta de Malagón

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