Enrique Klaus,

Orient XXI, 30/10/2015

Del 30 de septiembre al 3 de octubre de 2015 se celebró el primer festival cairota de cómic árabe, «3as-sutuh Foro de cómic árabe» organizado por Cairo Comix y el Instituto Francés de Egipto. El foro reunió a dibujantes de cómic de Líbano, Jordania, Egipto, Túnez y Marruecos. Según los contextos, los cómics nacieron y fueron galvanizados y revigorizados por los movimientos contestatarios de 2011. ¿La catarsis que les ha acompañado ha dado luz a una escena de cómics en la región?
El punto culminante del primer festival de cómic árabe celebrad en El Cairo ha sido este ciclo de mesas redondas que ha dado la oportunidad a los dibujantes de cómic de intercambiar experiencias. Ante la ausencia de una verdadera sociología de los autores, estos intercambios ofrecen valiosos datos sobre las características en común de los autores de cómics pero también sobre los rasgos que les diferencian.
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No resulta sorprendente que la cuestión de la lengua fuera uno de los temas que más discusión generó. Muchos rechazan hablar de «cómic árabe» en el sentido de que el árabe clásico solo ocupa, en el mejor de los casos, un lugar marginal en sus producciones. Desde un punto de vista lingüístico, el denominador común de estos artistas es que prefieren emplear la lengua cotidiana y sobre todo la lengua de la calle que es muy diferente en Túnez capital y en Ammán. En consecuencia estos dibujantes tienen como objetivo un espectro más o menos grande de lectores. Los casablanqueses de Skef Kef se dirigen sobre todo a los habitantes de su ciudad. Otros como Sherif Adel a los cairotas de su generación (…). Los dibujantes no tienen todos la misma postura hacia su producción. Algunos quieren desarrollarla en una actividad profesional y lucrativa mientras que otros se atienen a una forma no comercial de fanzines para mantener su independencia. Es el caso del fanzine libanés Samandal que ha rechazado la oferta de un mecenas para convertirlo en empresa a condición de evitar temas políticos, religiosos o sexuales
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La ausencia de reconocimiento oficial no es el único desafío de estos autores. En la región los cómics están lejos de ser la industria lucrativa que puede ser en otras partes. El cómic para adultos es un nicho en el que pocos autores están dispuestos a invertir (…). Pero el problema va más allá: los lectores de cómics surgen del son de sociedades que los dibujantes consideran en general poco partidarias a la lectura y muy conservadoras. Así lo atestigua el equipo de redacción de Tok-Tok que continuamente recibe quejas de los lectores por el vocabulario que emplean (…). La censura en este caso es más social que institucional. Pero las instituciones tampoco se quedan al margen y pueden movilizarse puntualmente contras las producciones de cómic. Así lo ilustran las desaventuras de Magdi al Shafei tras la publicación del cómic Metro en 2008, o más recientemente los disgustos de Samandal, procesado y condenado a pagar en 2015 una multa de 20.000 dólares por una denuncia de personalidades católicas libanesas (…).

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