Emad Hayyach_Egipto_ARY

Mada Masr, 23/04/2016

Autor: un ciudadano del norte del Sinaí

El presidente Abdel Fattah al Sisi dijo hace dos semanas, durante un encuentro celebrado con «los representantes de la sociedad egipcia», que la estabilidad en Sinaí estaba mejorando, que los elementos terroristas habían retrocedido de forma considerable, aunque el conflicto no se había resuelto de forma definitiva, y que había que respaldar al ejército y a la policía en esa guerra (…). Sin embargo, lo que me contaron viejos amigos míos en una visita que realicé a Rafah hace tres semanas no tiene que ver con las palabras de Al Sisi. La diferencia reside en la relación del pueblo de Rafah con el Estado egipcio, el tamaño, la presencia y la influencia de las organizaciones yihadistas y la dificultad de las familias para lograr estabilidad debido a las continuas campañas de seguridad del ejército y de la policía en las ciudades del norte de Sinaí, y en Rafah en concreto, que dejan víctimas y detenidos entre la población civil, especialmente entre los beduinos, a lo que hay que añadir el cierre de carreteras, la suspensión de las comunicaciones telefónicas, y del suministro de agua y electricidad durante días. Y todo esto sucede en mitad del silencio de los medios de comunicación.

(…)

El atentado más grave contra las Fuerzas Armadas egipcias fue protagonizado por miembros de Ansar Bait al Maqdis (cuyo nombre ya habían cambiado por el de Wilayat Sina) el 24 de octubre de 2014, en una emboscada en la ciudad de Sheij Zuaid que dejó 33 víctimas entre los militares, sin contar con los heridos. Las autoridades egipcias decidieron establecer una «zona de aislamiento» en la frontera de Egipto con Palestina para eliminar los túneles entre el territorio egipcio y Gaza. En una primera fase, esa zona de separación tuvo una profundidad de 500 metros y una longitud de 14 kilómetros y en la segunda fase, ejecutada en enero de 2015, pasó a tener un kilómetro de profundidad. Cuatro meses después las autoridades decidieron ampliar esa zona de aislamiento 500 metros más, con lo que el total de la superficie demolida para crear esa zona aislada fue de kilómetro y medio. (…). La zona aislada no consiguió acabar completamente con el problema de los túneles del contrabando e incluso se descubrieron túneles de más de mil metros que no pudieron ser derribados. Los ataques terroristas persistían, algunos de ellos muy graves como el atentado contra el cuartel general 101 a finales de enero que dejó aproximadamente 30 víctimas entre los soldados y 80 heridos. Todos estos sucesos duplicaron las campañas de registro en la zona fronteriza.

Mi amigo Said (38 años) que vivía en esa zona de frontera cuenta que «los militares inspeccionaban mi casa al menos dos o tres veces a la semana, y yo siempre huía por miedo a que me detuvieran o me pegaran, como hicieron con mi hermano menor» añadió. Said y sus cinco hermanos viven en casas colindantes separadas por escasos metros, y esta es la situación de la mayoría de las familias beduinas.  Said cuenta que en julio del año pasado las autoridades fueron a por su hermano menor Suleimán, y entraron en la casa de Said primero creyendo que era la de su hermano, al que posteriormente detuvieron y torturaron para que confesara su actividad en los túneles aunque finalmente no encontraron pruebas en su contra. Tras tres días de detención y con marcas de tortura en la espalda, fue liberado.  Ese mismo mes, cuenta Said, el ejército descubrió un túnel en la casa de uno de sus primos que vive a escasos metros de su domicilio. Los militares se presentaron con excavadoras y diferentes efectivos y demolieron cinco casas en un día, todas de hermanos o primos de Said: «es verdad que en algunas casas había túneles, pero no tienen que demoler toda la vivienda. Tienen que detener y castigar al culpable, pero no toda la familia tiene que pagar por las actividades ilegales de uno de sus miembros». Said denuncia que el ejército desconoce o no entiende sus costumbres beduinas y por eso no las respeta. La cabaña en una familia beduina, que construye el padre de familia con paja cerca de la casa, es usada como un salón en el que recibe a sus amigos varones y los militares las consideran un foco de reunión de terroristas.  «Para nosotros, los beduinos, las tres cosas más importantes son la tierra, la casa y el honor. Han cogido nuestra tierra, han demolido nuestras casas, y ya solo les falta llevarse a nuestras mujeres. Voy a irme de aquí aunque sea a un hoyo para evitar esta humillación» se lamenta Said.

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Los ataques y las campañas de seguridad continuaron durante aproximadamente dos años. Said y su familia continuaron sufriendo hasta que decidieron abandonar sus casas y mudarse al pueblo de Al Rasm, al oeste de la ciudad de Rafah, lejos de la frontera, de los campamentos, de las redadas y de los disparos. Es una de las zonas que está bajo el control casi total del grupo Wilayat Sina (el Estado Islámico), conocido hasta mediados de noviembre de 2014 como Ansar Bait  al Maqdis, cuando anunció su lealtad al Estado Islámico, un compromiso aceptado por Abu Bakr al Bagdadi, líder del Estado Islámico en Iraq y en Siria (…).

Sobre su traslado a Al Rasm, Said dice: «Desde que he venido aquí me siento más tranquilo (…). Al menos sé que nadie entrará en mi casa en mitad de la noche, sin permiso o previo aviso. No me veré obligado a escapar, porque si vienen aquí (los del ejército) les cortarán en pedazos» refiriéndose a los miembros de Wilayat Sina.

La zona ya no es como era hace seis meses, cuando visité a Said por última vez: «antes el ejército se paseaba libremente y de forma segura. En cambio ahora, entrar en la zona implica un gran número de tanques, vehículos blindados y cobertura aérea. Y las pérdidas en el bando del ejército pueden ser mayores ya que la mayoría de las carreteras principales de la zona están minadas a la espera del paso de los militares».

El pueblo de Al Rasm se sitúa en una zona más elevada que el resto de las ciudades de Rafah, lo que la convierte en un lugar estratégico por cuyo control luchan ambas partes.

A finales de febrero del año pasado hubo una campaña militar en la región en busca de insurgentes. Los militares rastrearon la zona en medio de los tiroteos. Uno de los soldados resultó herido por una bala disparada desde un campo de naranjos cercano a una de las carreteras principales. El ejército, al no encontrar al culpable de aquel disparo, quemó todo el terreno, unos 50.000 m². Los militares quemaron todos los naranjos y sus frutos, el equipo de riego y labranza. Hasta la choza en la que los trabajadores pasaban su tiempo libre a la sombra fue quemada.

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Actualmente, la mayoría de las calles de la zona están minadas, incluso la escuela está completamente llena de minas que ha colocado el grupo de Wilayat Sina, que avisó a los habitantes de no mandar a sus hijos a la escuela. Las escuelas cercanas están minadas. Actualmente ningún alumno va a la escuela. Said afirma: «Las otras escuelas están lejos, los caminos están cerrados y es difícil moverse. No podemos acompañar a nuestros hijos a la escuela y ellos no pueden ir solos, pues estar en casa es lo más seguro en esta situación, aunque también es peligroso» (…). Para Said: «la principal preocupación de los habitantes de Al Rasm son los tanques y el bombardeo aleatorios de las casas. Aparte de esto, me siento muy seguro y tranquilo sabiendo que el ejército no se atreverá a venir a mi casa, pues hay quien protege la zona (refiriéndose a Wilayat Sina)».

Años antes de la revolución de enero de 2011, en las ciudades de Sinaí hubo operaciones terroristas  pero estas aumentaron tras la revolución obligando a los militares a realizar varias operaciones dentro de  su «guerra contra el terrorismo». Las operaciones terroristas continuaron hasta llegar a su cénit el 30 de junio de 2013, cuando el expresidente Mohamed Mursi fue destituido. Entonces el número de terroristas en las ciudades del norte de Sinaí se disparó mientras las campañas militares eran cada vez más duras y despiadadas. Los habitantes del Sinaí quedaron atrapados entre las feroces mandíbulas de una guerra rabiosa, en medio de un bloqueo informativo oficial y la desinformación sobre la grave escasez de servicios básicos que sufre la zona.

(…) Said dice: «el golpe de estado (en referencia al 3 de julio de 2013) le dio un vuelco a nuestras vidas, él (Al Sisi) se sublevó contra Mohamed Mursi en El Cairo y dos días después hizo lo mismo en el Sinaí. Teníamos una buena relación con el ejército, había respeto entre nosotros desde la revolución hasta el golpe de estado (…)  pero tras el golpe de estado el comportamiento del ejército hacia nosotros cambió completamente, como si todos los habitantes del Sinaí fuéramos terroristas».

«Hubo un acuerdo no oficial entre las tribus y las familias beduinas anterior al 3 de julio, y en él se especificaba que no era de nuestra incumbencia lo que sucediera con Mursi y que apoyaríamos al ejército de todas formas. Pero lo que el ejército no ha entendido es que nuestro apoyo a Mursi en las elecciones presidenciales tenía que ver con su lado religioso, que representa nuestras costumbres beduinas, y no se trataba de un apoyo político» aclara Said.

(…). «Tras el golpe de estado, el acuerdo que existía entre las tribus y las familias beduinas y el ejército cambió automáticamente. La confianza que había entre nosotros desapareció y no volverá jamás. Lo que hicieron con nosotros no lo hicieron ni los judíos cuando ocuparon Sinaí».

A raíz del deterioro de la situación, las continuas molestias y la represión por parte del ejército de los ciudadanos, desapareció la confianza entre las partes.  Y con ello los militares perdieron un factor importante, por no decir el más importante en la lucha contra el terrorismo: el apoyo de los ciudadanos.

(…) A pesar de las violaciones que comete el Estado Islámico, la creciente represión por parte del ejército y la policía ha empeorado las condiciones de vida y ha hecho que el número de simpatizantes del Estado Islámico vaya en aumento. Esas familias que apoyan a Wilayat Sina son las mismas familias y tribus que en su momento avisaban al ejército del lugar en el que había algún explosivo (…).

La situación ahora ha cambiado y ya nadie avisa u orienta a nadie y ha aumentado la simpatía por el  Estado Islámico a consecuencia de una represión cada vez mayor protagonizada por los servicios de seguridad. Algunos consideran a los miembros de Wilayat Sinaí los vengadores de la causa de sus familias y los actos del ejército (…).

Said, por su parte, afirma: «no poder caminar en una zona por culpa de los bombardeos aéreos y los disparos aleatorios de los tanques, es en mi opinión una prueba de que se ha perdido el control sobre el terreno. Los combatientes del Estado Islámico construyen vallas de seguridad y puntos de control, son ellos los que persiguen a los contrabandistas, les multan, les encarcelan o confiscan sus productos de contrabando».

(…). Said concluye diciendo: «no hay una sola familia en Rafah que no haya perdido a algún miembro de su familia a manos del ejército. El Estado Islámico ha sido capaz de simpatizar con la gente de la zona con tacto y astucia, y en un corto período de tiempo ha sobrepasado los intentos de los militares de controlar la deteriorada situación en la región».

Traducción de Rania Chaui

Viñeta de Emad Hayyach para Al Arabi al Yadid

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