La serie egipcia «Leh la», protagonizada por Amina Jalil, es una de las series egipcias más seguidas y comentadas por abordar el tema de la independencia del hogar de las mujeres no casadas.

Wiam Mujtar. Khateera.  17.07.2020

Pese a que la serie «Leh la» (¿Por qué no? en árabe dialectal egipcio) se emite en la plataforma online de pago Shahid y no en televisión, ha captado a una amplia audiencia de diferentes generaciones. Su último episodio encabezó las búsquedas en Internet en Egipto y fue muy comentado en las redes sociales por abordar el tema de la independencia del hogar familiar de las mujeres no casadas cuando Amina Jalil, la protagonista, opta por escapar de su boda e independizarse.

¡La sorpresa fue que mi madre lo ve! Me preguntó incluso si yo estaba al corriente de lo que estaba pasando y me dijo: “La protagonista me recuerda a ti”.

No me gustó esa comparación,, nosotros somos de clase media, del barrio de Sayyeda Zeinab (un barrio popular de El Cairo), la protagonista es hija de una familia conservadora del barrio de Zamalek, lo que significa que pertenece a clase media-alta. El machismo y el patriarcado al que me he enfrentado toda mi vida empezó en casa y continuó con mis opciones de estudio y trabajo, superando con creces la ficción.

Me llamó la atención que mi madre viera similitudes entre nosotras y discutí con ella sobre las clases sociales en la serie. Lo zanjó con gesto de mano: “Déjate de clases sociales, lo importante es que hay una serie que dice que la chica no tiene que casarse después de los treinta, que puede ser autónoma y hacer lo que quiera”

«Leh la», se escribió en un taller de narrativa dirigido por Maryam Naum; el guión y los diálogos son de Dina Naym y Maydi Amin, y está dirigida por Maryam Abu Auf, y protagonizada por Amina Jalil, Mohamed Al Sharnubi, Hani Adel, Maryam Al Jacht, Nardine Faraj, Sidqui Sajr, Hala Sidqui, Sherine Reda y Mohsen Mohiudin.

Desde la promo de la serie hasta la canción con la que comienza y a la que pone voz Amal Maher, vemos a una mujer en guerra con la sociedad por su independencia, y que la serie es una obra artística cargada de cuestiones feministas que profundiza en sus causas y síntomas.

¿Por qué queremos ser independientes ante todo?

La serie «Leh la» ha suscitado una amplia polémica en los medios de comunicación porque aborda modelos de mujer que intentan romper tímidamente patrones, como el personaje de Alia, o Hala (Cherín Reda) la tía enrollada de la protagonista que la anima a independizarse, pero al mismo tiempo vive bajo la presión de la familia y controlada por su madre. 

A pesar de ser una mujer de éxito profesional, su madre aún la trata como a una estudiante universitaria porque a los cuarenta y cinco años aún no se ha casado.

Hala se enamora de un joven cinco años menor que ella, y emprende una lucha en paralelo  contra sí misma y contra su familia y la del joven, para que finalmente accedan a que se case con él desafiando las tradiciones sobre la diferencia de edad entre una mujer y un hombre.

Pero la escena que más eco ha tenido en las redes sociales es aquella en la que Radua, la amiga de Alia, es víctima de la violencia no física a la que la somete su prometido por invitar a Alia a su boda. La escena ejemplifica  un comportamiento tóxico habitual  pocas veces visto en la pantalla, y el desplome de Radua cuando su compañero la hace elegir entre retirar la invitación o anular la boda. 

Para muchas mujeres, la escena muestra  de manera realista el infierno de relaciones tóxicas por las que han pasado, mientras que algunos hombres han admitido su «admiración por lo que el amor les hace a las mujeres».

A la serie se la critica por animar a las chicas a independizarse. En una entrevista realizada por Lamis Al Hadidi, Amina Jalil responde a estas acusaciones: «Claro que no, solo abordamos cuestiones importantes, y la pregunta más importante es la que plantea la serie sobre dónde está el límite entre la libertad, la voluntad, las opciones  de las chicas y la intromisión de sus padres en cada detalle de sus vidas».

La actriz protagonista hace hincapié en que la serie pretende animar a las chicas a entrar en el mercado laboral y reafirma su derecho a elegir marido; aunque ella no se decanta totalmente por Alia, cree que la serie  no es solo desde el punto de vista de la protagonista, sino que también refleja  la visión de su madre y su abuela, y permite a la gente decidir de qué lado posicionarse.

La serie aborda un tema espinoso en la sociedad egipcia y las sociedades árabes en general: el derecho de las mujeres a independizarse, casarse, viajar, etc., y ser independientes, asumir responsabilidades y romper los patrones y roles tradicionales de la sociedad. Cuando una chica piensa en ejercer ese derecho y actuar como un ser humano con plenas capacidades, la sociedad se convierte en censora, desde la familia hasta el portero.

En muchos casos, la independencia no es una opción, sino una decisión forzosa, ya sea por la violencia contra la mujer que ejercen el padre, el hermano u otras personas, porque se le impide trabajar o estudiar, o porque es agredida sexualmente por un familiar o pariente. Además, en El Cairo se centran las oportunidades laborales y educativas, lo que impulsa a muchas chicas a trasladarse de las provincias a la capital en busca de mejores oportunidades, algo a lo que se oponen sus familiares, quienes esperan la llegada de un novio que les alivie de la carga que representa proteger el honor de la familia, es decir, la virginidad de la chica.

Elección de clase

A pesar del revuelo que ha provocado, se podría decir que la serie «Leh la» aborda temas feministas sin implicarse demasiado. La serie apuesta  desde el principio por determinada clase social al permitir al espectador entrar en la residencia familiar de Zamalek, dejando claro que la protagonista se mueve en laclase media- alta, y esa  apuesta se mantiene al separar a la protagonista  de la realidad de la mayoría de las mujeres egipcias.

Alia, hereda de su padre una gran fábrica de ropa que dirige su tío. Ella trabaja en la fábrica, tiene  coche y unos  ingresos estables. El último regalo que le hizo su padre fue un Rolex. La serie muestra que la independencia no es una opción al alcance de todas las mujeres, sino más bien de aquellas que pueden permitirse el lujo de salirse de la norma. También deja ver el autoritarismo de la madre, y cómo el modelo de autoridad pasa de la abuela a su hija y a su nieta en todas las culturas y clases sociales. Pero el nivel de vida del personaje principal de la serie hace poco creíble que una chica que trabaje como dependienta o incluso como empleada en una empresa privada pueda independizarse.

Esto también está presente en la letra de la banda sonora de la serie, “Quien vivió como una reina, nunca será una sirvienta” que en teoría pretende inspirar coraje y fuerza a todas las mujeres para que sean dueñas de su destino, especialmente Alia, que opta por hacer trabajos más modestos renunciando a los privilegios de su puesto en la fábrica. A pesar de que a lo largo  del desarrollo del personaje esto sea un hecho positivo, ya el tráiler condena que la protagonista haga trabajos que no cuentan con el acuerdo de su familia. Alia se muda de Zamalek al centro de la ciudad, para vivir en un apartamento espacioso de decoración moderna, cuyo alquiler rondaría las 6 o 7 mil libras egipcias (aproximadamente unos 440 dólares), es decir, aproximadamente un mes de salario para un titulado universitario que trabaje en una empresa que valora a sus empleados y con una experiencia profesional de cinco o seis años. 

El portero es amable, no la molesta con preguntas ni miradas ni le saca el dinero a cambio de guardar silencio ante esta “situación extraña”. Tampoco es acosada por ser una mujer que vive sola en el centro de El Cairo. A la propietaria del piso solo le importa que las carísimas alfombras no se estropeen; ni el trabajo de Alia, ni la dirección que consta en su carnet, ni el motivo por el que vive sola le interesan.

El mundo parece de color de rosa cuando se queda absorta con los callejones del centro de la ciudad, o cuando la molestan y mira a la gente extrañada  como si de una turista que acabase de llegar del aeropuerto se tratara. De hecho, el centro de la ciudad no es tan diferente de Zamalek, y su trabajo en la fábrica la obliga a pasar por esta zona todos los días.

La realidad es aún más dura

Las chicas que están a punto de cumplir los treinta años lo tienen difícil. Incluso en familias acomodadas, independizarse sin casarse es una decisión importante que requiere capacidad de confrontación, de adaptación, de huida y, a veces incluso requiere  esconderse.

Incluso después de haber  pagado el alquiler y la fianza, los caseros pueden negarse a alquilar una casa a chicas con carnés de identidad emitidos en El Cairo. Además, la policía realiza controles rutinarios en los apartamentos alquilados en el centro de la ciudad y puede preguntar por qué el inquilino vive solo si su familia vive también en El Cairo, llegando incluso al registro domiciliario en caso que los acontecimientos políticos así lo requieran.

El portero también es parte del sistema patriarcal autoritario de control al informar al casero sobre detalles de la vida de las inquilinas: cómo visten, a qué hora vuelven a casa, las visitas, quién ha pasado la noche con ellas, etc. Tengo una amiga a la que echaron de un edificio porque los vecinos consideraban que llevaba vestidos muy cortos.

Afaf (32 años) vive sola, y cree que “la serie está bien por las historias que cuenta, la independencia de las chicas, la intransigencia de la familia y el estereotipo que quieren que sigamos, pero la clase social acomodada es un obstáculo. Quizás esa fue una opción de producción, pero la realidad a la que se enfrentan las chicas que quieren escapar a la voluntad de sus familias es otra mucho más difícil”.

Si la independencia no cuenta con el consentimiento de los padres, y a menudo es así, la chica vive en un estado de ansiedad y miedo constante por si sus progenitores consiguen averiguar dónde vive o trabaja. El padre, el hermano o incluso la madre pueden plantarse en su lugar de trabajo, golpearla delante de todos y llevársela de los pelos de vuelta a casa. Un vecino o las tiendas cercanas pueden ofrecerse voluntarios para informar a los padres sobre lo que hace la chica y así agravar el castigo.

Para Nada (35 años) la serie es realista y se siente identificada pero matiza: “La serie muestra una vida de color de rosa, llena de amigos que son un apoyo y de extraños que de repente te ofrecen ayuda y trabajo, y ese no fue mi caso. Me sentí abandonada, pasé noches de soledad en las que tuve mucho miedo y dudé de la decisión que había tomado”.

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