Fran Serrato

El País, 21/07/2017

 

En 1957, Le Monde diplomatique bautizó a Líbano como la Suiza de Oriente Medio. Era una sociedad desarrollada y abierta que recibía cada año millones de turistas. Ese paisaje es hoy una cicatriz. La guerra civil que estalló en 1975 lo destruyó todo, excepto la memoria que encierran las fotografías. La muestra Un impulso extraño rescata ahora un Líbano que solo existe en imágenes porque fue asolado durante 15 años. Las fotos son parte del archivo del coleccionista Mohsen Yammine y se pueden visitar gratis hasta el 8 de octubre en Casa Árabe(calle de Alcalá, 62).

Las instantáneas, más de un centenar, cubren el período que va desde 1920 hasta la década de los sesenta del siglo XX. Están organizadas por autores en dos salas y dan cuenta de la cotidianidad: desde caras a escenas familiares pasando por fiestas e incluso funerales. Yammine, un periodista sin formación fotográfica, tuvo el impulso de recopilar y salvaguardar el patrimonio gráfico de su país antes que nadie. Desde 1997, de esa labor se ocupa la Fundación Árabe para la Imagen, en la que Yammine es una figura indispensable. La exposición conmemora el vigésimo aniversario de la institución y el décimo de Casa Árabe. Además, cuenta con la colaboración de PhotoEspaña 2017.

 

“Lo que tiene de interesante esta muestra es su enfoque contemporáneo. En ella se observan aspectos de la modernidad de Oriente Medio, cosas que rompen los estereotipos que tenemos hoy”, explica Nuria Medina, coordinadora de programas culturales de Casa Árabe. La selección de fotografías es un estudio sociológico en toda regla. Para Medina, no se puede hacer una valoración cuantitativa del legado. “Lo importante es el conjunto y lo que representa”.

Fotógrafos amateurs

 

La exposición bucea en los años dorados de Líbano. Destaca la ingente cantidad de retratos. A principios del siglo XX llegan al país muchos armenios que habían sido expulsados de Turquía, como Antranik Anouchian. Sus conocimientos fotográficos les lleva a abrir numerosos estudios y convierten el retrato en un oficio. Anouchian guardó miles de negativos de las fotos que hizo. Su extravagante afición es hoy la mejor crónica de un estilo y de una época.

 

Autorretrato (1920), obra del fotógrafo libanés Camille El Kareh.
Autorretrato (1920), obra del fotógrafo libanés Camille El Kareh. Fundación Árabe para la Imagen

 

Yammine no solo contactó con Anouchian, también lo hizo con otros reconocidos profesionales como Camille el Kareh, Mohamad Arabi y Yerkan Dankikian. De todos ellos hay instantáneas en la muestra. “Yammine veía como la guerra alteraba de una forma muy rápida y radical las costumbres de su país. Eso le motiva a relacionarse con ellos”, insiste la coordinadora cultural de Casa Árabe. Pero el coleccionista no ceja en su empeño y también contacta con amateurs. “El fotógrafo aficionado es más espontáneo y da mejor cuenta de situaciones cotidianas”, recalca Medina.

 

Entre los no profesionales destacan Najib el Alam y Hannah el Alam. Najib introduce la primera cámara de fotos en Líbano en los años veinte, procedente de Roma. Su primo Hannah, médico de profesión, ve en ese instrumento la posibilidad de inmortalizar la gente y las costumbres que observa en las aldeas del norte que recorre con su burro. Mucho más sofisticada es Marie el Khazen, la primera libanesa en usar una cámara de fotos, que incluso se atreve con la superposición de imágenes. Perteneciente a una familia burguesa, inmortaliza la arquitectura, a trabajadores y a mujeres sin velo que conducen coches, símbolo de una sociedad moderna que contrasta con el Líbano actual.

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