Jáled al Baih-11S

 

El Congreso estadounidense vuelve a desafiar a Arabia Saudí y aprueba una ley para perseguir a los acusados por implicación en el 11-S

Abdelbari Atuán

Rai al Yaum, 11/09/2016

No creemos que la aprobación por parte del Congreso de EEUU, meses después de que lo hiciera el Senado, de una ley que permite a las víctimas del 11-S querellarse contra Arabia Saudí y pedir indemnizaciones a este Estado, haya sido una casualidad ni que responda a motivos estrictamente legales, sobre todo si tenemos en cuenta que se produce en el decimo quinto aniversario de esos atentados; en nuestra opinión esta ley responde a un plan estudiado y preparado desde hace años.

Arabia Saudí tiene invertidos en EEUU más de 740.000 millones de dólares, de ellos 119.000 millones de dólares en bonos del tesoro estadounidense. Apoderarse de ese dinero sería el objetivo principal de esta ley recién aprobada y ahora solo estaríamos en la frase preliminar antes de una batalla salvaje de desgaste.

Los estadounidenses han sido condescendientes con la cúpula saudí en los últimos ocho años porque este país era como una “vaca lechera” para ellos, un “aliado” al que poder usar con eficacia para financiar guerras, bajar los precios del crudo dentro de la OPEP, combatir la expansión del comunismo soviético con la herramienta del islam, tanto el moderado como el extremista. Pero ahora estos intereses estadounidenses han terminado, o se han reducido a mínimos, ha caído “la vaca saudí” y los estadounidenses se han puesto a afilar sus cuchillos sin piedad, a buscar en sus viejos pretextos y justificaciones.

La Casa Blanca, que remitió al Congreso de forma oficial la ley el pasado viernes, ha amenazado con emplear el veto para echar abajo dicha ley, no por amor a Arabia Saudí y a sus mandatarios o a su pueblo, sino por miedo al efecto que puede tener en el principio de “inmunidad soberana” que impide que un país sea perseguido por lo civil y lo penal; los países que pueden ser demandados en EEUU son aquellos que están presentes en la lista de organizaciones terroristas de ese país, y entre ellos se encuentra Siria e Irán. No obstante, que la Casa Blanca use su derecho a veto contra esa ley no significa que ésta vaya a ser enterrada, ya que cualquier ley, vuelve de nuevo al Congreso y al Senado, donde necesita ser aprobada por dos tercios de sus miembros; la facilidad con la que ha sido aprobada por las dos cámaras con un alto número de votos, hace prever que la adopción final de la ley esté prácticamente garantizada.

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Las autoridades saudíes no tienen una relación oficial con los atentados del 11 de septiembre de 2001, y la organización Al Qaeda, en su fórmula “benladina” es mucho más hostil a Arabia Saudí que a Occidente y al país que lo lidera, es decir, EEUU, régimen al que considera infiel. Osama Ben Laden, líder de Al Qaeda, me dijo en nuestro primer encuentro en 1996, en una cueva de Tora Bora, que no aceptó una oferta que le hizo el marido de su tía materna y una serie de personalidades y ulemas saudíes: descongelar y duplicar los ingresos que le correspondían de la empresa de su padre (unos 250 millones de euros) a cambio de que regresara a Arabia Saudí (…) El Congreso estadounidense está al tanto de estas verdades, y sabe muchas más cosas, pero está chantajeando y “chuleando” de la peor de las maneras no solo al reino saudí sino también a los árabes musulmanes, contra los que se posiciona en una trinchera agresiva en la mayoría de las ocasiones

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Viñeta de Amyad Rasmi

 

Quince años de los atentados del 11-S: Al Qaeda no deja de generar organizaciones más radicales

Al Arab, 11/09/2016

Los atentados del 11-S cambiaron el rostro de EEUU para siempre y dieron un vuelco a la acción diplomática de Washington y a su política de seguridad que ha mantenido al país en una guerra permanente contra el terrorismo yihadista desde hace quince años sin que haya logrado poner fin con éxito al caos que se vive Oriente Próximo.

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La bola de fuego del terrorismo que va haciéndose más grande en todo el mundo encuentra “legitimidad” en lo que está sucediendo en Oriente Próximo. Esa bola de fuego ha alcanzado nuevamente a EEUU, aunque en menor medida que en el 11-S, afectando y debilitando gravemente a una opinión pública que opina en un 40% que los terroristas tienen más potencia que en 2001 para ejecutar un nuevo y mayor atentado en el país.

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Lo cierto es que la primera potencia del mundo sigue participando militarmente, aunque de forma limitada o solo prestando apoyo logístico, en varios frentes: en Siria e Iraq contra el Estado Islámico,  en Afganistán, Libia, Yemen, Somalia y Nigeria contra otros movimientos rebeldes islámicos.

Husein Ibish, investigator del Arab Gulf States Institute de Washington, afirma que Obama cree que hay que evitar las grandes guerras que agravan las crisis, pero en realidad ha sucedido lo contrario y el presidente estadounidense, al mando de los ejércitos democráticos de EEUU, ha metido a sus soldados en una nueva era: la de los drones, las tropas especiales y la formación de los ejércitos locales. Y aunque esta política tiene costes limitados en comparación con las cifras que se alcanzaron entre 2001 y 2014 en Iraq y Afganistán (5.300 soldados muertos y 5.000 soldados heridos a lo que sumar un gasto de 1.600 millones de dólares), según Ibish, este uso restringido de recursos militares es como “una guerra que no cesa”, en realidad “es algo mayor que una guerra permanente porque los recursos militares limitados no pueden cambiar nada en caso de inestabilidad”.

 

Yaser Ahmad

Viñeta de Yaser Ahmad

 

La loca herencia de los atentados del 11-S

Satea Nureddín

Al Mudun, 11/09/2016

El mensaje del líder de Al Qaeda, Aiman al Dauahiri, con motivo del decimoquinto aniversario de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, da risa (…) Al Dauahiri amenaza a EEUU con miles de atentados similares si sigue atacando a los musulmanes en sus territorios,  desde Afganistán a Marruecos, pasando por Palestina, Siria, Iraq, Yemen y Egipto, e invita a los afroamericanos a que se conviertan al islam como única solución a sus problemas políticos y sociales (…) La amenaza está casi vacía de contenido porque las filas de Al Qaeda están vacías de miembros y seguidores y se ha ramificado en formaciones pequeñas a las que solo les unie la ideología, pero no mantienen contacto ni con Al Dauahiri ni con la organización madre en Afganistán (…)

Una organización desintegrada no puede declararse victoriosa en este enfrentamiento, como Estados Unidos tampoco puede hacer creer que ha vencido. Los golpes mutuos han sido dolorosos para las dos partes, y pueden incluso acabar con ellas (…) EEUU ya no es el policía del mundo, ni el centro de su voluntad, ni el origen de sus ideas ni el eje de sus pensamientos. Se ha replegado en sus fronteras para inaugurar una nueva etapa de soledad, que no ocultan sus unidades militares y de seguridad desplegadas en los frentes solo para organizar el camino de su retirada del mundo islámico.

El golpe fue duro para la organización que aún puede hacer creer que su herencia está presente en muchas formaciones y redes islamistas extendidas por todo el mundo y a las que el Daesh ha robado protagonismo (…) pero el golpe fue destructivo para EEUU que se está retirando paulatinamente del mundo islámico, donde solo le quedan algunas bases militares que organizan bombardeos quirúrgicos limitados contra Al Qaeda y su herencia. Ahí está EEUU, entregándoles a los rusos la supervisión paulatina de los países islámicos, uno tras otro, y el patrocinio político e incluso doctrinal de los asuntos de los musulmanes, como demuestra la última conferencia de Grozny, donde se sobrepasaron líneas rojas islámicas que los americanos no se atrevieron a cruzar ni siquiera en el cénit de su campaña para depurar el texto islámico del concepto de la yihad.

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Un mundo menos seguro quince años después de los atentados del 11-S

Nagam Asad

Al Safir, 11/09/2016

¿Guerra antiterrorista?

La administración estadounidense explotó el “desorden mundial” tras los atentados del 11-S para promover un discurso “revanchista” contra los movimientos islamistas y los regímenes contrarios a Washington. La guerra contra Afganistán y Al Qaeda, la tentativa de derrocamiento de los talibanes, el fin del bipolarismo mundial tras el colapso de la URSS en los años 90, y el repliegue de Rusia a comienzos del tercer mileno fueron los elementos aprovechados por EEUU para imponer a Europa sus planes para Oriente Próximo dentro de dos ecuaciones: el Nuevo Oriente Próximo y la difusión de la democracia. Y así, invadieron Iraq con el pretexto de las “armas nucleares” y reforzaron su injerencia militar y política a través de la Primavera Árabe, en Túnez, Egipto, Libia, Siria, etcétera.

En mayo de 2011, Washington anunció la muerte de Ben Laden en un ataque a su casa en la ciudad pakistaní de Abbottabad, sin dar detalles adecuados sobre la operación o el cadáver del líder de Al Qaeda, del que se dice fue arrojado al mar, lo que plantea muchos interrogantes sobre la verdad de lo sucedido y sobre la propia guerra contra el terrorismo adoptada por la administración estadounidense.

Con cada operación que EEUU realizaba con el pretexto de la guerra contra el terrorismo,  las organizaciones “extremistas” hallaban en los focos de tensión un terreno fértil para crecer. Y la gota que colmó el vaso “de forma inesperada” en la guerra antiterrorista estadounidense fue el surgimiento del Daesh y la declaración de un “califato” en Iraq y el Sham, que luego se extendió por Yemen, Libia y Egipto y otras partes del mundo, también en Europa a través de los conocidos como “lobos solitarios”.

Los expertos creen que el objetivo principal de EEUU era dividir la zona, desintegrarla e invadirla de organizaciones la última de las cuales ha sido el Daesh. Los análisis corroboran que Washington no ha logrado hasta la fecha frenar la expansión de la organización pese a bombardearla junto a sus aliados desde hace cerca de dos años, en Iraq y Siria.

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