Emad Hayyach_ARY_20.09.2016

Driss Gamburi (escritor de Marruecos)

Al Arab, 19/09/2016

En Europa las voces racistas van a más y avanzan día a día sobre un terreno que hasta hace poco era el de la iluminación, la difusión de los valores liberales y pluralistas.

El racismo ya no es una mentalidad aislada que llega a la calle, que rápidamente acusa a la inmigración y a los extranjeros de las sacudidas sociales y económicas, sino que ha pasado a formar parte del acervo de la élite cultural y política, de esa élite que en otro tiempo estuvo en la vanguardia trazando la imagen de Europa,  y cuyo mensaje era el renacimiento de la cultura pública al adoptar los principios de la ilustración. Antes esa élite era la que frenaba los excesos que se cometían en la calle contra los inmigrantes, y ahora parte de esa élite es la que se encarga de quemar aquellos principios, lo que demuestra que es la cultura de la calle la que ha llegado a la élite y no al revés.

El acto racista vivido en el Parlamento belga hace unos días, cuando un diputado del partido Liberales y Demócratas Flamencos dirigió unas palabras xenófobas a Mariam Katir, diputada belga de origen marroquí del Partido Socialista Flamenco y presidenta del grupo de su partido en esa cámara, indica que se ha producido una trasformación en el ánimo de los políticos belgas. Luk Van Biesen dijo a Mariam Katir, en un debate parlamentario en el que coincidió con su compañera, que “se marchara a su país, Marruecos, si no estaba contenta”, lo que indica el grado de racismo alcanzado en un país, Bélgica, que fue modelo de convivencia y el símbolo de la Unión Europea.

El hecho de que el diputado belga estuviera enfadado con su compañera por las declaraciones de esta no es razón para emplear expresiones racistas. Según un principio imperante en las democracias europeas, en la democracia en general, el diputado que está en la oposición no necesariamente está “contento” con las políticas del gobierno, y la crítica no es señal de falta de patriotismo pues de ser así, hacer oposición sería una gran traición a la patria. Tal vez así lo entendiera ese diputado belga cuando invitó a su compañera a volver a Marruecos,  y para él arremeter contra las políticas del gobierno es como arremeter contra la nacional, y ahí está el peligro que amenaza a las democracias europeas como consecuencia de la invasión de la cultura de la extrema derecha.

Se han producido muchos incidentes similares. Hace unas semanas un ciudadano belga intentó atropellar con el vehículo que conducía a una inmigrante árabe en Bruselas. El conductor se paró en un paso de cebra cediéndole el paso, como mandan las reglas, y cuando la mujer puso los pies en las líneas blancas, el hombre que conducía el vehículo aceleró. Hace unos días en la Gran Mezquita de Bruselas, que gestiona el reino saudí y que está cerca del barrio europeo, se recibió un paquete que contenía un detergente que resultó ser harina, pero aquello fue como una prueba. Otro centro religioso recibió un comunicado en el que una organización supuestamente denominada el “Estado Cristiano” amenazaba con matar a quienes allí acudían a rezar.

El inmigrante árabe y musulmán paga un precio doble como consecuencia del choque entre dos formas de extremismo: por una parte el extremismo religioso de algunas asociaciones que se presentan como portavoces de los musulmanes y del islam, y de algunos inmigrantes que se han incorporado a organizaciones armadas, y por otra parte el extremismo racista que es visto como la última barrera ante el extremismo religioso. Desde los atentados de París y Bruselas el racismo ha ido en aumento como consecuencia de una interpretación superficial del fenómeno del extremismo religioso y un fácil alineamiento del bando opuesto al inmigrante sin ir a las verdaderas razones del extremismo y que se encuentran en otro sitio que no es la inmigración ni la presencia de extranjeros. Mientras se mantenga esta alineación, la plaga del racismo es clara candidata a extenderse por amplios sectores de la ciudadanía europea, sobre todo habida cuenta de las posturas racistas de los responsables políticos a los que el ciudadano considera responsables de la gestión pública. Al final el ciudadano europeo entenderá que esos responsables usan la política de corte racista como un asunto público aceptable.

Si necesita una traducción de este artículo, puede solicitarla en el siguiente correo electrónico: contacto@fundacionalfanar.org

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Viñeta de Emad Hayyach para Al Arabi al Yadid

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