Kamal Rabahi
La caricatura tunecina había sido un arte mal visto durante los años previos a la revolución pero esta cambió la situación y transformó este arte en un observatorio de la realidad. Antes de la revolución muchos caricaturistas se autocensuraban, lo que afectaba a su actuación artística, o habían dejado la profesión para no humillar su trabajo a raíz de la restricción de libertades, condición esencial para el nacimiento y la supervivencia de este arte, y finalmente otros cayeron en la colaboración con la dictadura que los convirtió en instrumentos contra sus opositores. Esa fue la situación durante muchos años hasta que llegó la revolución para salvar este arte e inyectarle sangre nueva. Tawfiq Omrane, escritor y caricaturista, cree que este arte ha pasado por cuatro grandes fases: la etapa de la colonización francesa donde se publicaba en revistas cómicas, (…) la etapa de Burguiba tras la independencia en la que la caricatura arrancó tímidamente para evolucionar aunque permaneció en los periódicos afines al partido gobernante como Al Amal en el que destacó Ali Abid, el decano de los caricaturistas tunecinos. Luego aparecieron los periódicos independientes a finales de los setenta y comienzos de los ochenta en los que destacaron nombres importantes como Habib Buhawal, Shadili Beljamsa y Mustafa al Murshawi. La tercera fase, según Omrane, que se corresponde con la llegada de Ben Ali al poder, fue muy difícil. Muchos artistas, como él mismo se retiraron, mientras otros hicieron lo posible por subsistir (…). La cuarta fase es la de la etapa posterior a la dictadura, la más importante, la de la “cuarta generación” o generación de la revolución, una generación de jóvenes que salieron de las redes sociales (…).

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