Hanán Hamdán
Raseef22, 24/04/2020
La noticia de que el tipo de cambio del dólar alcanzó el umbral de las 4.000 liras libanesas no pasó desapercibida en Líbano, y fue la responsable de que el pasado jueves 23 de abril cientos de personas desoyeran las medidas de cuarentena, y salieran para manifestarse frente al Banco Central en Beirut, y en otras regiones del país, repitiendo los lemas que denuncian las políticas del director del banco, Riyad Salama, y “el gobierno de la banca”.
Numerosos manifestantes intentaron cortar con neumáticos ardiendo las carreteras principales de la capital, Beirut, y otras vías del norte y del sur. Las fuerzas de seguridad y las unidades militares libanesas fueron desplegadas en previsión de cualquier emergencia.
La lira libanesa está viviendo en los últimos días una acelerada devaluación de su valor, lo que se traduce en una gran crecida de la inflación de los precios de los productos básicos, en un país que depende en gran medida de las importaciones. Esto agrava la crisis que los libaneses sufren desde hace meses debido a un deterioro sin precedentes de la situación económica del país.
No obstante, esta no es la primera movilización de este tipo. Después de varias semanas de calma, fruto de la decisión del gobierno de imponer el estado de emergencia sanitaria a mediados del pasado mes de marzo, y el consiguiente establecimiento de un toque de queda parcial, las calles y las plazas se vaciaron de manifestantes. Pero estos últimos días, los movimientos populares han vuelto a las calles libanesas, en Beirut, Trípoli y otras regiones, y los libaneses se manifestaron desde sus coches coincidiendo con las sesiones legislativas del Parlamento celebradas entre el 21 y el 23 de abril.
Sin embargo, los movimientos del pasado jueves 23 se pueden considerar un cambio de paradigma en la forma de las protestas, ya que los participantes incumplieron las medidas de prevención, especialmente el distanciamiento social, a diferencia de las marchas en coche en las que los participantes llevaban máscaras y guantes médicos, y cumplían la norma de dos personas en el interior de cada coche.
Además, algunas de las protestas del jueves estuvieron marcadas por su relativa intensidad. En Sidón, las fuerzas de seguridad detuvieron a siete manifestantes que lanzaron piedras contra el edificio del Banco de Líbano de la ciudad, y horas más tarde fueron puestos en libertad. En la ciudad de Taalabaya, en la provincia de Zahlé, se produjo un enfrentamiento entre los manifestantes y las fuerzas del ejército que tuvieron que disparar al aire para dispersarlos. Cerca de allí, en el pueblo de Al Faida, en Beká, los manifestantes lanzaron piedras e incendiaron una barrera de las fuerzas de seguridad, obligando a los agentes a evacuarla, por lo que las unidades del ejército tuvieron que intervenir.
Todo esto sucede en un momento en el que activistas y observadores esperan que la gente vuelva a las calles y a manifestarse con mayor ímpetu una vez controlado el brote del coronavirus, ya que las condiciones económicas y el nivel de vida son intolerables para la mayoría de los libaneses, y no se pueden comparar con la situación que se vivía el 17 de octubre, cuando empezó la intifada que las autoridades ignoraron y que no logró ninguna de sus demandas.
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Viñeta de Emmad Hayyach para Al Arabi al Yadid
Traducido del árabe por Luis Serrano Lora en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.
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