Artículo original de Salam Abu Naser, publicado en Al Arabi Al Yadid. 08/12/2021.

Traducido y adaptado del árabe por Ibrahim Rifi.

Los moldes sociales y políticos de algunos países árabes hicieron que durante muchos años los gustos musicales estuvieran fuertemente sometidos a controles y restricciones, no profesionales ni comerciales, sino temáticos. Los Estados querían ejercer su autoridad dando prioridad a un tipo concreto de género o tradición musical, como por ejemplos los cánticos de veneración y alabanza que proliferaron tras la derrota de 1967, conocida como Naksa o Guerra de los seis días. 

De este modo se comenzaron a crear y difundir canciones patrióticas, distorsionando la voluntad popular a través de la manipulación política por parte de regímenes “socialistas” entre los que destacan los gobiernos del Baaz sirio e iraquí, los de Anwar al Sadat y Hosni Mubarak en Egipto y Muammar Gaddafi en Libia.  

Los primeros intentos de reivindicación de la libertad de expresión en el mundo árabe a través de la música fueron los de los fallecidos Sheij Imam y su amigo, Ahmad Fuad Negm. 

La canción política surgió para criticar a las autoridades hasta que estas tomaron conciencia de su “peligrosidad” y capacidad de influir en las masas, lo que tanto a Sheij Imam como a Ahmad Fuad Negm les supusieron detenciones arbitrarias, vigilancia e interrogatorios constantes por su trabajo crítico con el poder.

La música política saltó  a Irak y Siria, donde de la misma manera, las autoridades se dispusieron a controlar los gustos musicales y artísticos del público, limitando su conciencia política y contribuyendo a convertirles en un rebaño manipulable ante cualquier posible despertar revolucionario. De esta forma Y las opciones musicales de las audiencias se vieron limitadas. Escuchar otra música que no fuera la oficial era una actividad a realizar en el más absoluto silencio, en las esquinas más recónditas, muy lejos de los oídos de los espías informantes que trabajaban para esos regímenes. 

Tras el estallido de las revoluciones árabes, el miedo a escuchar canciones políticas y revolucionarias estuvo ahí. Músicos y audiencias fueron tachados de “terroristas” por los regímenes donde aquellas  estallaron. La garganta de Ibrahim Qashush, cantante de la revolución siria silenciado por las fuerzas del régimen sirio en 2011, no es más que un ejemplo de la institucionalizada represión del Estado.

La realidad no fue muy diferente para el jóven fotógrafo egipcio Shadi Habash, quien murió en la prisión egipcia de Tora el pasado año, tras dos años encarcelado bajo torturas por participar en una canción política donde se burla del presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi con el cantante egipcio Ramy Essam.

Bajo el peso de estas medidas, el miedo y la angustia se difundieron en las audiencias pese a los avances en libertades que inspiraron las revueltas árabes. Como dice Victor Hugo: “La música revela aquellas cosas de las que no podemos hablar y de las que no podemos callar”. 

Muchos lugares de Europa fueron testigos de conciertos de música revolucionaria contra las políticas represivas de los  países de origen de inmigrantes y refugiados árabes, quienes no solo cargan con sus preocupaciones personales y psicológicas cuando llegan a Europa, sino que también buscan un ambiente donde sentir libertad para poder cantar sus canciones revolucionarias, y tal y como se entiende desde la filosofía hegeliana, donde poder sentir una especie de victoria simbólica sobre la terrible realidad social y política que les ha tocado vivir. 

 

Título original: 

الأغنية السياسية في بلاد اللجوء: استراق السمع إلى الحرية المفقودة. سلام أبو ناصر. 08/12/2021. العربي الجديد

 

“Cualquier discrepancia o diferencias fruto de la traducción son responsabilidad de Al Fanar. Si surgiera cualquier cuestión relacionada con la exactitud de la información volcada en el texto traducido sobre estas líneas debe comprobarse con el artículo original en árabe.”

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