Durante más de tres décadas, el régimen de Omar al Bashir ha reprimido todas las forma de expresión artística y cultural en Sudán. La revolución que estalló en 2019 cambió las cosas: hubo mayor margen de libertad de expresión, especialmente en la producción cinematográfica con una larga trayectoria en el país.

Artículo original de Jenny Gustaffson publicado en Mashallah News. 08/08/2021. Traducido al español por Ibrahim Rifi. 

 

En la terraza del Centro Cultural Omdurman, ubicado a orillas del Nilo frente a la capital de Sudán, Jartum, hay varias filas de sillas. Al fondo, una gran pantalla y altavoces detrás de los que destacan siluetas de palmeras y casas. Comienza la proyección de una película y los espectadores siguen llegando. Todos los sábados un grupo de cineastas proyecta alguna película en este espacio y esta noche le toca el turno a  Thelma y Louise, un clásico de Ridley Scott producido en 1991.

“Esto antes era impensable. No se podían proyectar películas como esta cuando los kizan (sicarios del régimen) lo controlaban todo”, recuerda Rahim Shadad, uno de los espectadores allí presentes. Omar al Bashir gobernó Sudán durante casi treinta años e impuso un estricto control sobre la cultura. “Los  artistas y  en general todas las personas que se dedicaban a ese mundo eran estigmatizados y perseguidos”, explica Ruba al Malik, investigadora especializada en estudios culturales.

HISTORIAS DE LIBERTAD

Sudán ha experimentado una revolución pacífica que comenzó en diciembre de 2018 y terminó con un golpe militar en abril de 2019. Omar al Bashir fue derrocado y su régimen reemplazado por un Consejo de Transición compuesto por militares y civiles. La revolución vino acompañada de una mayor libertad, especialmente en el campo de la cultura y del arte , aunque quedan aún muchos desafíos por delante.

En 2020, se estrenó en los cines el primer largometraje rodado en Sudán después de  veinte años. Morirás a los 20, basada en el cuento de Hammur Ziada Sleeping at the Foot of the Mountain (Durmiendo a los pies de la montaña), cuenta la historia de Muzamil, un joven de una aldea en el centro de Sudán, atormentado por una  profecía que vaticina su muerte a los veinte años. “Cuento muchas cosas a través de Muzamil sobre la relación del ciudadano sudanés con las autoridades, la religión y la sociedad”, explica el director Amyad Abu Alala, “pero no digo las cosas directamente, quiero que la gente entienda de la película lo que pueda según sus propias experiencias» añade. 

 

 

Amyad Abu Alala vive en El Cairo, pero creció en Qatar después de pasar parte de su infancia en Sudán, en la región central de Al Yazira, donde transcurre la película. La escenografía de vastos paisajes desérticos y pueblos agrícolas, es magnífica. En una escena icónica, Muzamil es encerrado en un baúl grande por un grupo de niños. “La película trata sobre la libertad, sobre el hecho de que todos somos libres de seguir nuestro propio camino y que no existe un destino predeterminado”, explica Abu Alala.

Su equipo comenzó a filmar el 17 de diciembre de 2018, el mismo día en que comenzaron las primeras protestas contra Omar al Bashir en Atbara, una ciudad en el norte de Sudán, pero la decisión de trabajar en la película se tomó antes de que comenzara la revolución.

“Me quito el sombrero ante todos los que hicieron películas bajo el régimen anterior”, dice Suzanna Mirghani, otra cineasta sudanesa que vive en Qatar. Como Amyad Abu Alala, pasó parte de su infancia en Sudán. Su cortometraje producido en 2020, Al Sit, se rodó tras la caída de Omar al Bashir, en un lugar cercano de donde se rodó Morirás a los 20 años. Al Sit es también una hermosa representación del campo sudanés.

La protagonista de la película es una adolescente, Nafisa, a punto de casarse con un empresario sudanés que vive en el Golfo. A lo largo de la película, Nafisa no pronuncia una palabra. «Fue una decisión consciente, el silencio es una forma cinematográfica de decir las cosas con fuerza. En la película, la vida de Nafisa se organiza sin su consentimiento”, explica Mirghani. Además de ser una historia sobre la libertad y la independencia, el cortometraje quiere mostrar un nuevo Sudán,transmitir la idea de que el poder y la toma de decisiones deben pertenecer al pueblo. Ambas películas fueron proyectadas en festivales internacionales y ganaron varios premios. Morirás a los 20 es la primera película sudanesa nominada a un Oscar en 2021. 

 

 

 

UNA FLAGRANTE FALTA DE INFRAESTRUCTURA

Sin embargo, el público sundanés no ha podido ver ninguna de esas dos películas. La opresión y la censura no son los únicos desafíos a los que se han enfrentado los cineastas locales, sino también a la falta de infraestructuras, instituciones y apoyo para proyectos culturales.

“Es difícil hacer algo en Sudán, no hay sistema ni recursos. Lo intentamos, pero no es nada fácil”, dice el fotógrafo y cineasta Jalid Awad, que trabajó en Al Sit y Morirás a los 20 años. Su estudio se ubica en el primer piso de un pequeño edificio en Jartum, cerca de una de las principales vías de la ciudad. En el interior hay cámaras y equipos de iluminación, todos traídos del extranjero, ya que encontrar equipos en Sudán es muy difícil. 

Aunque hay electricidad en su estudio, los apagones diarios en Jartum pueden impedirle trabajar cuando hace demasiado calor y el aire acondicionado o el ventilador dejan de funcionar. «Siempre llevamos generadores a los rodajes, pero siempre ocurre algo o no tenemos electricidad o nos quedamos sin combustible para el coche»

También falta algo aún más importante  para cualquier industria cinematográfica: las salas de cine. Sudán  llegó a tener más de 60 salas de cine en todo el país y las entradas para ver las proyecciones se agotaban. Jartum, una ciudad que contaba entonces con alrededor de 500.000 habitantes, tenía 16 salas a principios de los ochenta.

 

 

El cine Safia en Bahri, al norte de Jartum. Como todos los viejos cines del país, lleva años cerrado. De Mashallah News.

 

“Hubo un tiempo en que las entradas a los cines se vendían más que las de los partidos de fútbol”, dice Suleiman Ibrahim, que pertenece a la primera generación de cineastas locales que estudiaron en ciudades como El Cairo, Moscú o Berlín. Una generación que creció en un Jartum marcado por la independencia, los movimientos hippies de los años sesenta y setenta, y con la esperanza de un futuro lleno de posibilidades.

“El cine era muy popular entonces. Se veían producciones indias, estadounidenses y egipcias. A veces de Japón o Italia el mismo año de su estreno ”, continúa Ibrahim Shaddad, otro de esos primeros cineastas. Los dos hombres están sentados a la sombra en la casa de Suleiman Ibrahim, en una calle lateral de uno de los barrios más antiguos de Omdurman.

También están presentes dos cineastas más jóvenes: Mahira Salim, con su hijo de 4 meses en su regazo, y Suhaib Gasmelbari, cuya película Talking About Trees (Hablando sobre árboles) está protagonizada por Ibrahim Shaddad, Suleiman Ibrahim y otros dos cineastas. El nombre del proyecto de la película, dicen, fue originalmente » The Waiting Bench» (El banco de espera). “Las películas en Sudán solo se pueden hacer si eres rico o tienes contactos  con los servicios secretos, si no, tienes que salir del país o sentarte a esperar ”, dice Ibrahim Shaddad.

Las primeras películas sudanesas se hicieron cuando el país aún estaba bajo el dominio británico y egipcio, a principios del siglo XX y después de la independencia, en 1956. Las primeras producciones fueron poco más que propaganda del gobierno y se centraron en temas como el folclore, el deporte o el turismo. Las películas de la legendaria directora Gadala Gubara, que filmó el primer largometraje en color de África en 1955, fueron una excepción.

Cuando Ibrahim Shaddad, Suleiman Ibrahim y otros jóvenes cineastas regresaron de realizar sus estudios de cine en el extranjero, siguieron sus pasos. Rodaron  películas conceptuales y artísticas como A Camel (Un camello), una película onírica sobre un camello que hace girar un enorme molino de sésamo, o The Station (La estación), la historia de una familia que se dirige  al hospital y se encuentra varada en una enorme estación de autobuses.

 

 

Ibrahim Shaddad y Suleiman Ibrahim, de la vieja generación de cineastas sudaneses.

 

En la década de 1980, el interés por las salas de cine comenzó a decaer. La llegada al poder de  Omar al Bashir a través de  un golpe militar en 1989 supuso la sentencia de muerte del cine y de la mayoría de las instituciones culturales del país. “El golpe se produjo en medio del inicio de un renacimiento cultural en el país. La gente estaba explorando nuevas expresiones artísticas con las que acabó el golpe”, dice Ruba Al Malik.

Han pasado años desde que cerró el último cine. La mayoría de los edificios que los albergaban siguen en pie, abandonados o utilizados para otros fines, como ruinas desérticas de una época pasada. El Coliseo de Jartum es ahora un parking y otro teatro de la capital está ocupado por el ejército. En Omdruman solo queda la fachada de uno de los cines más populares de la ciudad y las paredes de otra sala de cine se están cayendo, pero todas las butacas  siguen en su sitio.

 

PELÍCULAS DE GUERRA EN LA DÉCADA DEL 2000

A pesar de todo, el interés por el cine no desapareció y entre el año 2005 y el 2012, Taghrid al Sanhuri, cineasta británico-sudanés produjo tres documentales: Todo sobre Darfur, Madre desconocida y Nuestro amado Sudán. La sexta edición del Festival Internacional de Cine de Sudán se llevó a cabo en 2020 (el festival se canceló en 2021 debido a la pandemia Covid-19), y las películas se proyectaron al aire libre en varios lugares de la capital. Jartum Offside de Marwa Zein, un documental sobre futbolistas sudanesas, se proyectó en la inauguración del festival.

Pocos días antes de la inauguración del festival, un grupo de personas se reunió para la proyección de Akasha, una película de Hayuy Kuka, en un popular café del distrito Amarat de Jartum. Esta tragicomedia cuenta la historia de un soldado en medio de la guerra civil en el sur de Sudán. Muchos espectadores nunca habían tenido la oportunidad de ver las consecuencias de la guerra liderada por el régimen: la televisión y otros medios nunca informaron con libertad sobre los conflictos en el país. El actor principal de la película, Ekram Marcus, es de la región de Kordofán del Sur y nunca antes había podido viajar a Jartum debido al conflicto.

 

ACTOR, UNA NUEVA PROFESIÓN

Akasha fue la primera experiencia para Ekram Marcus, como lo fue para Mustafa Shehata, el actor que interpreta a Muzamil en Morirás a los 20. Amyad Abu Alala hizo un casting a 150 personas antes de encontrar al actor adecuado para ese papel: “Apenas hay actores en Sudán, porque durante años no ha habido  industria cinematográfica;la situación está empezando a cambiar ahora, la gente está empezando a ver la actuación como una posible salida profesional” explica. 

Suzanna Mirghani, que eligió a Mihad Murtada (Nafisa) y Mohammed Magdi (Nadir, el hombre con el que se va a casar) entre actores amateurs, también cree que las cosas podrían cambiar en el futuro. “En mi infancia, Sudán era diferente, nadie pensaba que actuar o labrarse una trayectoría profesional en el cine pudiera ser posible, pero ahora hay cineastas serios. Es un grupo pequeño, pero está ahí”. 

Aún es pronto para hablar de una nueva ola de cine sudanés. Suhaib Gasmelbari, director de Talking About Trees (Hablando sobre árboles) y el magnífico documental Sudan’s Forgotten Films (Las películas olvidadas de Sudán) publicado por Al Yazira en inglés, sobre dos hombres que administran los archivos cinematográficos nacionales, afirma que todavía estamos esperando un verdadero movimiento o resurgir de este arte.

“Por supuesto que ha habido algunas películas nuevas y se han proyectado en festivales, eso es algo muy positivo; pero todavía estamos un paso por detrás de la línea de salida, como en la escena final de Morirás a los 20, cuando Muzamil huye, pero hacia un destino desconocido” concluye. 

 

Artículo original: 

New films, old memories. Jenny Gustafsson. 08/08/2021. Mashallah news

Cinéma soudanais. La nouvelle vague qui vient.  Rébecca Devine. 17/09/2021. Orient XXI

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