Alaa al Lagta

Muchas ciudades árabes viven asedios trágicos que empujan a sus ciudadanos al borde de la muerte por hambre. Los convenios internacionales prohíben el uso del hambre como un arma contra los civiles, sin embargo es el pan nuestro de cada día en países como Iraq y Siria, cunas de la civilización Abbasí y Omeya. Y no son los mongoles y los tártaros de la Edad Media, que provocaron la destrucción y la desolación, sino los del propio país los que son responsables del hambre, el asedio, la muerte, la violencia y la destrucción.

Al Quds al Arabi publicó un comunicado de la organización «Campaña Siria» que recoge los testimonios de las mujeres de la ciudad de Daria (situada al suroeste de la capital Damasco). En él se cuenta cómo la ciudad ha sido sometida al hambre durante más de tres años consecutivos, a lo que hay que añadir las peores formas de bombardeo, la destrucción y el asedio. La ciudad sufre una carencia de todas las cosas básicas de la vida, desde algo tan simple como la sal hasta algo más compleja como la comunicación con los demás.

El asedio de Daria se completó durante la participación de aviones rusos y sirios para cubrir un ataque que dividiría la región de la ciudad Muadamiyat al Sham para cerrarla por todos los frentes. Los civiles, alrededor de  8.000 personas, viven en sótanos por temor a los bombardeos, pero ya no hay muchos sótanos debido a la destrucción aérea y terrestre. Hay una ausencia total de alimentos. No hay leche para los niños, la lactancia es imposible por la malnutrición de las madres y no hay productos de limpieza ni vacunas contra las enfermedades.

La ciudad de Faluya está asediada por la milicia chií Al Hashd al Shaabi que, de forma estudiada, hace que su población sufra el hambre diario. La milicia ocupó su propia ciudad antes que lo hiciera el Estado Islámico (Daesh), y prohibió a los civiles abandonarla lo que provocó la muerte de más de 1.500 personas.

Los casos de Faluya y Daria son ejemplos de la atrocidad y la barbarie de los que gobiernan Iraq y Siria, pero no los únicos ejemplos de esa política del hambre. También están Deir Zur, cuyo control comparten el régimen sirio y el Estado Islámico (Daesh), o las ciudades de Al Zabadani y Madaya cuyo grito llenó el mundo tras la muerte de hambre de muchas personas, y que están siendo sitiadas por las milicias populares de Hezbolá.

Estos modelos ofrecen elementos similares pues los principales responsables de estos crímenes contra la humanidad son los amos de los dos poderes que hay en ellas, y que están unidos por un cordón umbilical con Irán lo que explica que las funciones ejecutivas de las milicias sean más leales a Teherán que a su propio pueblo, su tierra o su historia. Esto podría explicar parcialmente el carácter «externo» de la relación psicológica de los asediadores con los habitantes de las ciudades asediadas, y si a esto se le suma el carácter sectario, surgen las diferencias asesinas y el carácter yihadista santificado que legitima matar a un coterráneo en lugar de aportarle protección.

Esto mismo explicaría el carácter «yihadista» del Estado Islámico (Daesh) que se alimenta a su vez de este círculo sangriento del que se aprovechan gobernadores corruptos como Bashar Al Asad, su círculo interno de los Al Majluf y otros, para mantener ocupados a sus torturadores y sus ciudadanos de asuntos relacionados con sus zonas verdes, sus millones en Panamá, en un conflicto religioso que solo acabará con la extinción de las personas, la civilización, la sociedad y con ello, la historia de su cultura y su civilización.

Traducción de Rania Chaui para Fundación Al Fanar 

Viñeta de Alaa al Lagta

 

 

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