Bushra al Maqtari, escritora y periodista de Yemen
Los yemeníes no han entendido aún cómo se deshizo el nudo de su revolución pacífica, cómo su proyecto nacional se convirtió en una mera lucha de fuerzas políticas que luchan por el poder, y como esa lucha se convirtió en una guerra que lo está aniquilando todo. Los yemeníes viven el shock de la guerra, incapaces de hacer una lectura de su historia reciente, concretamente de los preámbulos de 2011 y de la actuación de las fuerzas políticas entonces. Tampoco ven cómo el estado de polarización política, regional y sectaria nació en el fondo de la revolución y afectó a un sector amplio de la sociedad yemení y cómo aquella coyuntura maduró la guerra interna que cualquier fuerza aventurara podía explotar para detruir las bases de la etapa de transición. Y pese a la destrucción de lo que quedaba del Estado que trajo la caída de Saná en manos de los huzíes y de Saleh, los fallos políticos y sociales no comenzaron con la caída de la capital, sino que eran fallos antiguos, profundos, presentes en el propio discurso de la revolución y de su mecanismo. En primer lugar las fuerzas yemeníes, incluidos los jóvenes que estuvieron a la cabeza de la revolución, ni supieron un estado revolucionario transparente que pudiera generar una acumulación real para preservar el espíritu de la revolución y conseguir sus objetivos. Esto provocó que la revolución, tan solo mes y medio después de arrancar, concretamente cuando el general de brigada Ali Mosen anunció a los revolucionarios, se transformara en una lucha política, militar y tribal. Estas fuerzas se aislaron en dos frentes políticos: uno que creía que la revolución era una amenaza para sus intereses políticos y económicos, y el otro que creía que la revolución le ayudaría a lograr sus intereses.
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Viñeta de Saad Hayu
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