Omar Ben Darra (economista argelino), Al Safir, 11/06/2015

En Argelia se suceden los pactos ante la mirada de un pueblo desesperado que conoce muy bien los excesos de quienes están en el poder. Al contrario de lo que dicen la prensa argelina y francesa, los escándalos no sacuden Argelia ni tampoco la corrupción del gobierno que tiene la hegemonía del país desde que hay un poder militar y político basado en el salvajismo sistemático y coordinado por el Ejército y la cúpula de la Policía secreta política, esos seres invisibles que mueven los hilos del juego, un poder de caudillos en la sombra y empresarios argelinos y extranjeros a los que el fallecido presidente Budiaf llamaba «fabricantes de decisiones». Ese régimen nacido tras el golpe de Estado militar del 11 de enero de 1992, está realizando una operación de monopolio supervisada por la cúpula de la inteligencia argelina. Por eso, la última enmienda gubernamental solo ha sido un cambio de funcionarios, aunque se haya presentado como una etapa importante de renovación política organizado en un clima de enfrentamientos inventados entre representantes de segunda categoría de la oposición electrónica, entre herramientas ejecutivas sin piedad que actúan a las órdenes de los servicios secretos, en una nueva señal de la esterilidad del régimen (…).

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