El presidente del gobierno marroquí, Abdelilá Benkirán, no duda en ser desafiante en los temas que conciernen al pueblo marroquí, como es el caso del ataque contra los profesores en prácticas, pero opta por el silencio cuando son violadas sus competencias constitucionales como sucedió en el caso del Fondo de Desarrollo Rural. En muchas fases políticas de los últimos años, el presidente ha usado un tono amenazante frente a demandas espinosas que conciernen a los marroquíes y que afectan a su poder adquisitivo y laboral.
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A Benkirán no le tembló el pulso con el tema de las pensiones y de la anulación paulatina de los subsidios de algunos alimentos y del petróleo, pese a advertencias de expertos que consideran que esa decisión puede provocar a medio plazo una explosión social en el país. Benkirán justifica la reducción de los subsidios alegando que así se evita el déficit presupuestario pero, curiosamente, el gobierno no ha bajado el precio de venta del crudo a los marroquíes pese a la caída de precios en los mercados internacionales.
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Resulta paradójico que Benkirán solo se ponga desafiante frente a las demandas del pueblo mientras se mantiene callado ante expedientes que tienen que ver con el Estado profundo y que violan la Constitución. Las fuerzas democráticas y los activistas de Facebook simpatizaron con Benkirán cuando fue “constitucionalmente” humillado al apartarle del tema del Fondo de Desarrollo Rural (cuyo presupuesto supera los 55.000 millones de dírhams) aunque él se tragó la lengua y no defendió la carta magna.
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