Artículo de Joseph Fahim publicado originalmente por BBC el 14 de enero de 2021

 

Cairo confidentialHoy hace diez años que las llamadas protestas de la Primavera Árabe tuvieron un momento decisivo cuando el presidente autocrático de Túnez, Zain al Abidín Ben Ali, huyó del país, convirtiéndose en el primero de varios líderes de la región en ser depuesto. El efecto de estos acontecimientos trascendentales se extendió al cine: afirmar que la Primavera Árabe ha sido el acontecimiento más crucial en la historia moderna del cine árabe no sería una exageración. Pero así como el impacto político de los levantamientos se ha mezclado a largo plazo, también lo ha hecho su legado cinematográfico.

 

El cine árabe ya venía disfrutado de un renacimiento artístico con el cambio de mileno gracias tanto a la nueva tecnología que ayudaba a reducir los costes de producción como al auge de los Festivales de Cine del Golfo (Dubai, Abu Dhabi y Doha) que ofrecían a los cineastas emergentes una nueva fuente de dinero y oportunidades de coproducción. La proliferación de subvenciones estatales, especialmente en los países del Magreb, también jugó un papel clave en el nacimiento de una nueva generación de voces árabes.

 

El tema pendiente eran las limitaciones sobre los temas que podían explorarse y que diferían de un país a otro: Túnez, Marruecos y Líbano se mostraron más relajados con respecto al sexo, mientras que Egipto, y en menor medida Siria, permitieron cierto margen de maniobra para criticar la corrupción pública. Sin embargo, las élites gobernantes permanecieron intocables en todos los estados árabes, y cualquier comentario político crítico, ya fuera en los medios de comunicación o en el sector del arte, era tratado con hostilidad por el establishment gobernante.

 

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