Abdelbari Atuán
Rai al Yaum, 04/01/2016
Si observamos las reacciones oficiales y populares al paso dado ayer por Arabia Saudí al ejecutar a 47 imputados por terrorismo, entre los que destacaban el líder religioso chií Nimr Baqir al Nimr y el suní Faris Al Shuil, veremos cómo la ejecución del primero ha levantado en protesta a Estados y pueblos. Nimr limitó su actividad en la oposición al régimen saudí, a sus prácticas excluyentes sectarias por vías pacíficas. No obstante, nadie ha salido a protestar por la ejecución de los otros 46 imputados suníes algunos de los cuales tuvieron un papel marginal en el terrorismo (…). No creemos que las autoridades saudíes sean tan estúpidas como para ofrecer su mayor “plato” de ejecuciones en un solo día a comienzos de año desde las 60 de 1980, sin pensar bien las consecuencias ni prever las reacciones indignadas de Irán y Hezbolá ni tomar medidas preventivas ante posibles operaciones de venganza de la organización Al Qaeda por la ejecución de sus hombres.
Sin duda hay objetivos concretos detrás de este paso sorpresa dado por Riad, aunque como hemos dicho anteriormente, ciertos aspectos de la política saudí en los últimos meses han estado marcados por la confusión y las reacciones precipitadas. Lo que parece seguro es que la ejecución de Nimr es una provocación a los enemigos del régimen saudí en casa, y al exterior regional para incrementar el ritmo de la cada vez más grave tensión sectaria en la zona, aumentar la provocación sectaria entre suníes y chiíes y llevar a Irán y a sus partidarios de guerras por delegación a guerras directas con el objetivo de movilizar a la mayoría de los suníes tras Riad y su mando en todos las contiendas, las actuales y las que están por venir, y no hay nada más fuerte que la baza del sectarismo (… ).

 

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