Andil Mada MasrAl Quds al Arabi, 25/02/2020

 

Puede que la primera de las paradojas de la vida del ex presidente egipcio Hosni Mubarak (1928-2020) sea la de haber sido testigo ocular de la derrota de la tremenda revuelta popular que le obligó a dimitir el 11 de febrero de 2011 y entregar el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. La segunda paradoja no es menos metafórica: Mubarak también fue testigo del regreso de los militares al poder a través del golpe de Estado de Abdelfattah al Sisi, quien fuera ministro de Defensa en la era del presidente civil electo, Mohamed Mursi, y al que los militares no dejaron cumplir un año en la Presidencia.

Por ironías del destino, el presidente Mubarak, quien gobernó Egipto alrededor de 30 años a base de totalitarismo, represión, control de los aparatos de seguridad, redes de corrupción, fidelidades y clientelismo, fue declarado inocente en todas las denuncias que se le pusieron ante la Justicia egipcia. Lo único que impediría un funeral militar solemne es el caso de los palacios presidenciales, la única causa pendiente en el Tribunal de Casación. No parece descabellado que Mubarak cerrase los ojos por última vez consciente de que el totalitarismo del régimen de Al Sisi, la corrupción de su camarilla y la opresión de sus aparatos de seguridad superan en muchos aspectos, y en menos de siete años, las tres décadas de dictadura de su régimen. Tal vez algunos de los que apoyaron el golpe de Al Sisi porque les parecía que los militares eran menos malos que los errores de Mursi, sean quienes ahora más recuerden esta amarga verdad.

 

Viñeta de Andil para Mada Masr

 

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