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Por primera vez desde hace unos meses Arabia Saudí ha dejado de ser quien tiene la primera y la última palabra, como sucedió en las reuniones de la cumbre de la Organización para la Cooperación Islámica y anteriormente en las reuniones de ministros árabes de Interior y Exteriores. Y es que hay potencias, grandes y también intermedias, que no vacilan a la hora de decir «no» si sus intereses chocan con las posturas de Riad.

Ayer se celebró en la capital de Qatar una conferencia en la que participaron los ministros del Petróleo de los países de la OPEP (12 Estados) y seis ministros de Estados productores que están fuera de la OPEP encabezados por el ministro del Petróleo de Rusia. La reunión, de más de seis horas, estudió la propuesta de Arabia Saudí y Rusia para congelar la producción y mantenerla a los niveles del pasado mes de enero hasta el próximo mes de octubre cuando se celebrará un segundo encuentro en Moscú. El principal obstáculo de la reunión fue que el reino saudí se empeñó en obligar a todos los países de fuera y dentro de la OPEP, incluido Irán, a cumplir con la congelación de la producción. Irán boicoteó la reunión y su ministro de Petróleo dijo que el país no cumplirá ningún acuerdo resultante de la reunión de Doha ya que la producción iraní cayó a un millón de barriles diarios debido al bloqueo impuesto al país, lo que está por debajo de la cuota determinada por la OPEP (2,4 millones de barriles) (…).

Cuando Arabia Saudí decidió jugar el papel de productor “oscilante” en la OPEP, en el año 1990, su cuota era de 5 millones de barriles diarios y ahora está en 10 millones de barriles. Ese aumento sostenido desde hace años Riad lo ha conseguido a costa de Iraq, que vivía un bloqueo internacional que le prohibía exportar y cuya cuota estaba en los 3,5 millones de barriles diarios, y a costa de Irán que posteriormente tuvo que someterse también a un bloqueo estadounidense-occidental.

El reino saudí fue el que desencadenó la crisis actual hace dos años cuando se negó a bajar la producción dentro de la OPEP para reforzar los precios, que oscilaban entre los 118-120 dólares por barril, y empujarlos a la baja a fin de paralizar las economías de Irán y Rusia por apoyar al régimen sirio y a Hezbolá en Líbano. En aquel momento Riad creyó que los precios del barril no caerían por debajo de los 70 dólares y que eso solo se produciría durante un breve periodo de tiempo, pero sus cálculos fueron completamente erróneos. Los precios cayeron más de dos tercios y el precio del barril bajó hasta los 30 dólares, y el propio reino saudí, junto a los demás países del Golfo, fueron los que más perdieron con esa caída: 370.000 millones de dólares anuales (…).

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Viñeta de Jáled al Baih

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