Ali_Dilem_14.04.2018

 

Centro Árabe de Investigaciones y Estudios Políticos, publicado por el diario Al Arabi al Yadid, 19/04/ 2018

 

EE.UU y sus aliados, Gran Bretaña y Francia, perpetraron un ataque militar punitivo y exhibicionista contra algunas posiciones del régimen del presidente sirio, Bashar al Asad, con la excusa de que este último había usado gases tóxicos contra los civiles en Duma, Guta oriental, el día 7 de abril de 2018. EE.UU procuró no dejar víctimas de la parte rusa, iraní ni en las tropas del régimen sirio. Además, el Ministerio de Defensa estadounidense no escatimó esfuerzos en comunicarse con Rusia para evitar malas interpretaciones que pudieran llevar a ambas a ambas partes a una confrontación no deseada.

 

El hecho de que el ataque fuera reducido, generó muchas preguntas sobre la veracidad de las amenazas que el presidente estadounidense, Donald Trump, dirigió a Al Asad con pagar un precio elevado (por el ataque con gases tóxicos), y  sobre posibles desacuerdos en la Administración de Trump por su política en Siria, concretamente en torno a la naturaleza y la dimensión de la respuesta militar estadounidense. En el gobierno de Washington ni siquiera se ponen de acuerdo sobre si Al Asad usó gas sarín (un agente nervioso) en Duma o “se limitó” al uso de gas cloro, algo tolerado por las autoridades estadounidenses en Siria que también pasaron por alto otros crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen sirio contra su pueblo.

 

Naturaleza del ataque

 

Cuando Trump fue informado del ataque de Duma, lanzó en Twitter, su medio de comunicación preferido para manifestar sus posturas, un severo tuit contra Al Asad y sus aliados, Rusia e Irán, en el que prometía que el régimen del Al Asad pagaría un alto precio por el uso de armas químicas. Las discusiones dentro del gobierno estadounidense no solo se centraron en la obligación de lanzar un ataque punitivo contra el régimen sino también en la dimensión y la fuerza de dicho ataque.

 

Según responsables del gobierno de Trump, este último quería una campaña continua y más fuerte contra el régimen sirio, aunque el ministro de Defensa, James Mattis, y los generales del ejército estadounidense manifestaron sus reservas e insistieron en la necesidad de una estrategia más amplia en Siria, quienes además advirtieron de una pérdida de control de la situación y de la probabilidad de que se produjera un choque ruso-estadounidense . Sin embargo, la caótica presidencia de Trump controló los detalles de esas discusiones en un clima alarmante resultado del asalto por parte del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de la oficina y la casa del abogado de Trump para buscar unos documentos que pudiera implicar al presidente en asuntos judiciales.

 

Las maneras anárquicas del presidente estadounidense generaron confusión en las deliberaciones del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU en torno a la naturaleza y la dimensión de la operación militar contra el régimen sirio: el 11 de abril de 2017, Trump sorprendía a sus consejeros con un tuit sobre la advertencia rusa de derribar los misiles estadounidenses dirigidos contra Siria y atacar sus bases de lanzamiento. El tuit de Trump decía lo siguiente: “Rusia se compromete a derribar cualquier misil dirigido a Siria. Prepárate Rusia, que los misiles ya llegan de manera amable, novedosa e inteligente”. Esta amenaza generó muchas críticas puesto que Trump criticaba con frecuencia a su predecesor, Barack Obama, por desvelar detalles de sus planes militares, y esas amenaza le obligaron a enviar un tuit distinto al día siguiente negando haber fijado una fecha para el ataque: “puede ser o no muy pronto”.

 

El objetivo de Trump era lanzar una respuesta más contundente que la del ataque contra la base aérea de Shayrat, pero la cosa quedó, como señaló Mattis, en “un ataque sin víctimas” pero con un duro mensaje a Al Asad para que no usara armas químicas de nuevo. En la práctica esto significa que el objetivo del último ataque militar no difiere de aquel de la base aérea de Shayrat en 2017 que no logró convencer a Al Asad de que frenara el uso de las armas químicas contra su pueblo. En un intento de contener la indignación de Trump por las limitaciones del ataque militar y las opciones militares puestas en él, el Pentágono duplicó la intensidad del ataque con respecto al de 2017 y EE.UU, Gran Bretaña y Francia lanzaron 105 misiles (frente a los 59 misiles lanzados en 2017) con los que atacaron tres posiciones del régimen (y no una como en 2017). Esos tres Estados anunciaron que el objetivo de los ataques era solo debilitar el potencial químico del régimen sirio y no quitar a Al Asad del poder ni modificar el equilibrio de fuerzas sobre el terreno. Y aunque Trump calificó el ataque de operación exitosa, tuiteando “misión cumplida”, tuvo un alcance menor del esperado y el Pentágono declaró que los elementos del programa químico seguían estando presentes en Siria, lo que no garantizaba que el régimen de Damasco no fuera a ejecutar un ataque químico en un futuro pese a ese golpe contra el “corazón del programa militar químico sirio”.

 

Línea roja del gobierno de Trump

 

A pesar de que EE.UU aún no logró demostrar que el régimen sirio empleó gas sarín en el ataque de Duma en abril de 2018, mantuvo su decisión de atacar. El uso del gas sarín es una “línea roja” que le marcó el gobierno de Obama al régimen sirio en 2012 y que mantuvo Trump en su ataque a la base aérea de Shayrat en 2017. Teóricamente, y según el acuerdo alcanzado por EE.UU y el régimen sirio en 2013, con la mediación de Rusia, Siria debería haber entregado todos sus depósitos de armas química para ahorrarse un ataque estadounidense, algo que no cumplió en absoluto como se confirma ahora. Y aunque los responsables estadounidenses confirmaron el uso del gas cloro en Duma, aclararon que las pruebas del uso de gas sarín no eran determinantes como informaron  el vicepresidente estadounidense y el ministro de Defensa. Según otros responsables las muestras biológicas recogidas de la región del ataque en Duma desvelarían que el gas empleado era una mezcla de ambos gases, sarín y cloro.

 

Esos datos plantearon interrogantes sobre la posibilidad de que el gobierno de Trump hubiera establecido una nueva “línea roja” como criterio para lanzar un ataque militar. Horas después del ataque occidental militar contra el régimen sirio, Nikki Haley, representante de Washington  en la ONU, dijo que su país atacaría de nuevo en caso de que se volviera a usar “gas tóxico”: “Si el régimen sirio utiliza otra vez este gas tóxico, EE.UU está dispuesto a atacar; cuando nuestro presidente traza una línea roja, se ciñe a lo que quiere decir con esta línea roja”. Si el cloro está incluido dentro del concepto de línea roja de Trump, sería un nuevo criterio de difícil aplicación en la política actual, ya que el régimen sirio lo ha empleado decenas de veces sin que EE.UU haya reaccionado y tampoco está contemplado por el acuerdo de 2013 en virtud del cual Siria tenía que deshacerse de sus armas químicas, aunque se le permitió que las conservara con fines civiles pero no militares, algo que nunca respetó el régimen sirio.

 

Estrategia ausente

 

El hecho de volver nuestra atención a la verdadera ausencia de una estrategia estadounidense en Siria podría ser uno de los resultados más relevantes del último ataque militar limitado al régimen sirio. Aproximadamente diez días antes de ese ataque, Trump anunció  el retorno de las tropas estadounidenses de Siria: “a la patria…lo antes posible”. A pesar de que los consejeros de la Seguridad Nacional y los generales del ejército estadounidense intentaron convencer al presidente de la necesidad de permanecer más tiempo en Siria, y a que revocó de inmediato su decisión de retirar las tropas, Trump insistió en la necesidad de establecer  un calendario urgente para su retirada, lo que podría producirse en seis meses según algunas informaciones. Tras el ataque químico de Duma, Trump tuvo de nuevo sus diferencias con la institución  militar estadounidense, aunque por una postura contraria a su postura anterior ya que forzó para dar una respuesta dura y continua al régimen sirio, algo que le desaconsejaron los mandos militares porque podría haber provocado una confrontación con Rusia e Irán sobre el terreno sirio. Las contradicciones de Trump no acabaron ahí sino que, corroborando la ausencia de una estrategia estadounidense clara en Siria,  y pese a haber anunciado ataques con misiles contra el régimen sirio, el presidente manifestó su deseo de que su país se retirara del “convulso” Oriente Próximo en algún momento porque “el destino de la región dependía de su pueblo”. También señaló que su país  “en cualquier caso no pretende permanecer en Siria indefinidamente” y que otras partes deben desempeñar ese papel allí.

 

Según responsables del gobierno de Trump, EE.UU tiene dos objetivos en Siria en este momento: asegurar la derrota total de Daesh e impedirle que vuelva a hacerse con el control de las regiones de las que ha sido expulsado; e impedir que el régimen sirio use armas químicas. Al Asad sabe que EE.UU no posee otra alternativa a él como tampoco tiene visión de Siria, sobre todo desde que el gobierno de Trump retirara del todo su apoyo a todas las corrientes de la oposición armada que combaten al régimen sirio. Por este motivo, el régimen de Al Asad, en la madrugada del día siguiente al ataque, hizo celebraciones en lo que llamó “el día de la resistencia”

 

Conclusión

 

El ataque con misiles prometido por Trump no fue más que una llamada de atención sin sentido al régimen de Al Asad. Independientemente de que Trump trazara una línea roja en la que incluía el uso de gas cloro, lo único que parece confirmado es que EE.UU no tiene en consideración el asesinato de los sirios con armas tradicionales, incluidos los barriles explosivos, uno de los motivos por los que decidió intervenir en su día en Siria. Incluso el deseo estadounidense de que otros países intervengan en Siria y jueguen su papel más activo, como Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Qatar y Egipto, para que las tropas estadounidenses  puedan retirarse de Siria, no parece lógico. Estos países tienen posturas divergentes, algunos apoyan al régimen del Al Asad (el régimen egipcio) y otros tienen conflictos con Turquía (Emiratos Árabes y Arabia Saudí), sin olvidar que la presencia rusa en Siria imposibilita a cualquier otro actor establecer un poder paralelo si EE.UU está ausente.

 

Viñeta de Ali Dilem

 

Traducido del árabe por Lora Abu Aita en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.

 

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