Mónica Carrión Otero

Tras una espera de más de dos meses el presidente tunecino Qais Said recibía el 29 de septiembre a Najla Bouden (Léase Nachla Budin) para encargarla que formara y presidiera el nuevo gobierno de país.

Caricatura de Emad Hajjaj para Al Arabi Al Yadid

El perfil de Bouden, una académica que proviene del Ministerio de Educación Superior, trazado por la periodista tunecina Manel Derbali en un artículo publicado en la plataforma informativa Nawaat resalta que “su único capital es su rica trayectoria académica y una biografía alejada de la política o de cualquier actividad asociativa o en partidos políticos que refleje un interés por los asuntos públicos”. 

Su cometido será “abrir los expedientes de corrupción y poner fin a lo que (Qais Said) definió como la anarquía en las instituciones del Estado”. Sobre la desconcertante decisión del nombramiento de una persona ajena a la política que ha sorprendido a todo el país, Derbali intenta arrojar algo de luz: “Tal vez el nombramiento de Najla Bouden sea un mensaje tranquilizador para socios internacionales y donantes. Es la primera mujer nombrada presidenta de un gobierno en el mundo árabe y preside la unidad de Gestión del Presupuesto por Objetivos del programa de apoyo a la contratación de licenciados de la enseñanza superior financiado por el Banco Mundial. Pero ¿Es posible conformarse con la dimensión simbólica en una coyuntura tan delicada a todos los niveles, y en especial a nivel económico?”.

Caricatura de Emad Hajjaj para Al Arabi Al Yadid

Amina Yubrán en un artículo publicado en Al Arab refleja el optimismo de la calle tunecina “por el nombramiento de un nuevo equipo de gobierno que ha concedido a las mujeres 9 carteras ministeriales en un paso sin precedentes que supone un mensaje tranquilizador para quienes dudaban del destino de los derechos y las libertades tras la fase abierta el 25 de julio y confirma el inicio de una etapa nueva en la que han ganado las demandas sociales que han sido ninguneadas por las élites políticas desde enero de 2011”. Para Yubrán, el optimismo de un amplio sector de tunecinos ante el nuevo gobierno, pese a los desafíos económicos y sociales, se debe a que “está formado por personalidades independientes que no tienen que ver con las maniobras previas de los partidos políticos (…) los tunecinos responsabilizaron a las élites posteriores a la revolución de enero de 2011 del fracaso en la gestión económica y, según la valoración de los expertos, eso explicaría el amplio apoyo de las medidas excepcionales adoptadas el pasado mes de julio cuando la calle se puso de lado del Qais Said frente a esas élites y desafiando a las maniobras en su contra” explica Yubrán. 

Por el contrario Walid al Tilili cuestiona el valor del nuevo ejecutivo y se pregunta en un artículo publicado por Al Arabi Al Yadid si “podrá reparar el gobierno de Najla Bouden lo que ha echado a perder el presidente” y plantea otros interrogantes: “¿Será este gobierno un mero instrumento para ejecutar el programa del presidente tunecino? ¿O será un gobierno con identidad y fuerte personalidad que teja ‘una plataforma de confianza’ como dijo Bouden en su nombramiento? ¿Arreglará el clima general en el país tendiendo puentes a la oposición al presidente u optará por la opción del boicot? ¿Se convertirá en el interlocutor esperado por gobiernos y organismos internacionales o se limitará a ser la trastienda de las opciones presidenciales?”.

No obstante, Al Tilili advierte de que no son las respuestas a estas preguntas la tarea más difícil del nuevo ejecutivo, sino abrir los expedientes “y descubrir las cifras terroríficas de unas finanzas públicas en crisis, de los depósitos vacíos y las deudas acumuladas ante las demandas, a la espera de que sean respondidas junto a otras promesas hechas por el presidente”. En su artículo recoge las declaraciones de Adnen Manser, expresidente del Gabinete Presidencial, quien considera que Najla Bouden “llega en un momento difícil, no va a poder hacer mucho” y “solo se le va a pedir, a ella y a su gobierno, que no desempeñen un papel político porque el presidente de la República quiere gestores de ministerios y no políticos. La elección de un gobierno tecnócrata es una prueba más de que Qais Said desprecia todo lo que tiene que ver con la política y al nuevo ejecutivo se le exigirá que resuelva los problemas con muy poco margen de maniobra”.

 

Mónica Carrión Otero es arabista y directora de proyectos de la Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe.

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