El levantamiento de las sanciones económicas internacionales que se impuso a Irán durante un largo periodo de tiempo les ha generado una gran confianza en sí mismos. Estas sanciones no solo causaron grandes pérdidas económicas, que generaron daños estructurales por lo prolongado de las mismas, sino también importantes pérdidas morales por lo que las sanciones significaron de aislamiento político y diplomático reduciendo su margen de maniobra tanto a nivel regional como internacional. Por su parte, el mundo árabe tiene un profundo sentimiento de preocupación por el final de las sanciones económicas. Esta nueva realidad refuerza las posibilidades de Irán de expandir su área de influencia más allá de sus fronteras y por lo tanto inmiscuirse aún más en los asuntos internos árabes, sobre todo en aquellos países donde hay una importante comunidad chií.
El problema del mundo árabe con Irán es solo parte de un problema aún mayor que tiene que ver con la fragmentación de la región árabe a la hora de hacer frente a los problemas que le rodean. Está claro que cada Estado tiene su visión, pero es obvio el mundo árabe no interactúa hacia las amenazas exteriores como si fuese una sola zona sino de forma fragmentada a pesar de que existen claras conexiones entre las distintas amenazas. Hasta el momento no ha habido una visión común árabe sobre cómo abordar la amenaza que significa Irán. Para algunos árabes se trata de una confrontación ideológica o religiosa que ha generado el régimen fundamentalista chií. Esta amenaza se personaliza en el modelo de Estado conocido como velayat al faqih, o gobierno del alfaquí ولاية الفقيه, y por consiguiente quieren crear otro polo fundamentalista suní para hacerle frente. Pero esta aproximación no hace más que agrandar el problema beneficiando a las organizaciones terroristas de la zona.

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