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Orient XXI, 04/11/2019

Safá Jalaf, investigador iraquí.

 

La movilización revolucionaria espontánea ha vuelto de repente a la Plaza de Tahrir, en el centro de Bagdad, tras años de control de los seguidores de Muqtada Al Sáder y del grupo de los comunistas aliados con ellos, un control debido al oportunismo político y a la dispersión del movimiento popular opositor al gobierno y al régimen a lo largo de los dos últimos años.

 

El uno de octubre, y por primera vez desde la creación del Iraq moderno hace cerca de 100 años, arrancó una movilización “independiente”. Y de pronto, quienes estaban en liza por el poder se callaron y Muqtada al Sáder se refugió en Teherán, cubierto con la abaya del retiro espiritual después de haber aparecido a los pies del guía de revolución iraní y junto al general Qasem Soleimani, como pidiendo la absolución tras haber navegado durante años lejos de aguas iraníes y de haber echado el ancla, no sin inquietud, en tierras saudíes.

 

Las manifestaciones del uno de octubre coincidieron con el primer aniversario de la represión de la revuelta de Basora de 2018 que a punto estuvo de derrocar el poder, aunque los iraníes intervinieron como de costumbre reprimiendo las protestas a través de sus grupos armados. También coincidieron con la declaración de Iraq “Estado independiente” del mandato británico por parte de la Sociedad de Naciones en el año 1932.

 

EL INICIO DEL INCENDIO

 

El verano de 2019 transcurrió con tranquilidad. La oleada de indignación popular que había sacudido el país en 2018 tan solo parecía un aniversario que aterrorizaba al poder. La calle iraquí estaba a la espera de un nuevo sobresalto ante el débil gobierno de Adel Abdelhadi, un hombre de fidelidades cambiantes. Las protestas del uno de octubre en Bagdad no estaban previstas al haber finalizado la temporada estival de protestas. En otoño comienza el curso escolar y se reduce la presión por el tema de la energía. Pero esta vez saltaron todas las previsiones con las chispa de una sentada de protesta de diplomados el 26 de septiembre, frente a la sede alternativa del Primer Ministro fuera de la Zona Verde, que fue desmantelada con una violencia injustificada: ataques físicos y verbales a los manifestantes, empleo de cargas de agua caliente y gases lacrimógenos.

(…)

 

Cuando la fiebre de las protestas fue extendiéndose por otras ciudades como Nasiriya, Nayaf, Kerbala, Babel, Diwaniya, Muzana, Maysán, Wasit y Basora, el miedo comenzó a movilizar al poder que en lugar de adoptar medidas urgentes como llevar a los peces gordos de la corrupción ante la justicia, lanzar una campaña contra el crimen político organizado o limpiar las instituciones del gobierno de las mafias del desfalco público, pusieron al ejército en la calle para impedir cualquier movimiento contra las milicias de los partidos políticos y las facciones de Al Hashd al Shaabi vinculadas a Irán.

 

La respuesta fue una respuesta fría y completamente desconectada de la realidad: la solución sangrienta de las fuerzas de seguridad, los discursos provocadores del presidente del gobierno insistiendo en no dimitir, y los discursos parecidos del referente chií de Nayaf, no menos provocadores ni alejados de la realidad.

 

EL REFERENTE RELIGIOSO NO ME REPRESENTA

 

Durante 16 años, la autoridad o referencia religiosa de Nayaf fue respetada año tras año por diferentes generaciones de iraquíes. Pero los seguidores de Al Sistani se han visto desplazados por una nueva generación muy joven que desacraliza a los turbantes negros a los que considera el núcleo duro del régimen y de su corrupción. Fueron estos mismos jóvenes los que pusieron en circulación el hashtag ‘El referente religioso no me representa’.

(…)

 

La legitimidad del régimen iraquí ha terminado. Las manifestaciones iracundas que se han convertido en un acontecimiento cotidiano indican que el régimen está perdiendo el control y a punto de caer. Ha perdido su legitimidad con toda esa sangre iraquí derramada. Y los indicadores apuntan en esa dirección: en las legislativas de 2018 los jóvenes lideraron una campaña de boicot de unas elecciones en las que solo participó un 32% de los iraquíes del país, pese a que la Comisión Electoral habló de un 48% de participación, una cifra fraudulenta que calcula el voto del exterior con un porcentaje paralelo al voto dentro del país: se calcularon los 800.000 votos del exterior como los 8 millones de votos del interior disparándose así las cifras generales de participación.

 

Es decir, que el régimen no ha logrado, para empezar, mantener su legitimidad a través de la práctica democrática. Un tímido reconocimiento de que el régimen había perdido la legitimidad llegó del ex primer ministro Haidar al Abbadi, quien afirmó que “el gobierno había perdido la popularidad de la gestión del país”.

 

Viñeta de Amyad Rasmi para Al Sharq al Awsat

Si necesita una traducción íntegra de este artículo puede solicitarla en el siguiente correo electrónico: contacto@fundacionalfanar.org

Pueden consultar más de 170.000 artículos de prensa árabe en español en el Fondo documental Al Fanar

 

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