Las desavenencias entre Irán y Arabia Saudí son una de las razones principales del colapso de todo Oriente Próximo y uno de sus ejes principales es el agravamiento del conflicto sectario, un fuego al que Occidente ha echado más combustible interviniendo militarmente en la región. Los dos Estados mantienen una guerra por delegación en Siria, Iraq, Yemen, Líbano y Palestina cuyo elevado precio están pagando los pueblos de la región con sus riquezas, la sangre de sus hijos, la unidad territorial y la estabilidad interna. Lamentablemente no hay en el horizonte ningún dato que apunte a una solución de esta crisis a través del acuerdo de estos dos países enfrentados. EE. UU. sabe muy bien cómo mover los hilos en esta lucha irano-saudí para cumplir sus objetivos, para hacer realidad sus ambiciones de dominio y de debilitamiento de esas dos partes, para vender armas a fin de que su industria armamentística no deje de trabajar en ningún momento y reanime una economía interna en crisis.

 

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