Osama Lajlifi
(…)
El debate hoy no debe limitarse al Movimiento del 20 de Febrero como un acontecimiento sino que hay que ir al trasfondo que lo provocó, y entre esos trasfondos destaca el nombramiento de Dris Yettú como primer ministro tras las legislativas de 2002 como un anuncio directo de que la institución monárquica era, sigue siendo, y seguirá siendo el actor principal de la escena política marroquí. Luego están los incidentes de Agdeym Izik que, pese a la ceguera mediática y política, fue una de las primeras expresiones de protesta en Marruecos. Todo esto hace que uno se pregunte cuál es la diferencia entre el Marruecos de 2016, el de 2011 o cualquier otro Marruecos, sobre todo si tiene en cuenta la actual congestión social marcada por la clara aversión mutua entre sindicatos, gobierno y movimientos de protesta de diferentes sectores víctimas de las políticas impopulares del gobierno, amén de la miseria de la escena política tras las últimas elecciones locales y regionales y del empeoramiento del poder adquisitivo y del nivel de vida de la mayoría de los marroquíes.
Todo esto confirma día tras día que el responsable de todas estas involuciones no es solamente el gobierno marroquí. ¿Cómo puede ser así si el presidente del gobierno informa, con motivo o sin él, de que él solo ejecuta órdenes dejando claro que la institución monárquica es siempre el actor principal en este país?
Estamos a pocos días del quinto aniversario de la intifada del 20 de febrero, y como si nada hubiera cambiado entre 2011 y 2016. Las mismas condiciones que provocaron la salida a la calle de decenas de miles de marroquíes para pedir libertad, siguen ahí o aún peor porque las reformas por las que apostamos ya son solo “retoques” y “envoltorio”.
El 20 de febrero de 2015 es una oportunidad para que muchos sectores y grupos sociales aprovechen el simbolismo de ese día y salgan a las calle para manifestar su descontento, rechazar la explotación y pedir dignidad, libertad y justicia social porque la única manera de hacer realidad esos valores es la democracia verdadera (…).

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