Cuando empezó la revolución siria la mayor parte de la élite opositora asumió que su “aliado natural” sería Occidente y por consiguiente, Estados Unidos. Esto hizo que pusiera todas sus esperanzas en el papel que iba a desempeñar Washington e incluso llegó a pedir una intervención militar. Pero ahora esa élite se sorprende de que la postura estadounidense bascule hacia la rusa y se niegue a entregar armas sofisticadas que permitan a la oposición hacer frente a los aviones que combaten al pueblo y destruyen pueblos y ciudades. EE. UU. ha aceptado la solución rusa que implica la permanencia de Bashar al Asad al menos durante el próximo año.
La sorpresa de la élite siria puede generarles una embolia aunque esa es la realidad que ha estado clara desde el principio. La obsesión infinita por Estados Unidos cegó a esa élite que ignoró las señales que provenían de la política estadounidense reticente a la intervención o incluso al apoyo militar y político.
Una vez que la oposición ha “descubierto” la naturaleza política estadounidense, cabe esperar que entienda el porqué de ese comportamiento ficticio que Washington ha mantenido durante los últimos cinco años, y que tenga en cuenta que las superpotencias solo se mueven por intereses y que a Estados Unidos, como potencia imperialista, le conviene entenderse con Rusia para repartirse el mundo.

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