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Abdelhadi Jalaf, profesor de ciencias sociales en la Universidad Lund, Suecia. De Bahréin.

Hace tres años los medios de comunicación de Arabia Saudí daban una buena noticia a sus seguidores: las estimaciones de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense indicaban que el índice de pobreza en Arabia Saudí había alcanzado el 12,7%, lo que significaba que el reino era el país árabe menos pobre. Los medios saudíes señalaron que el reino “estaba mejor” que Emiratos Árabes en ese aspecto donde, según las mismas fuentes, la tasa de pobreza estaba en el 19,5%.

No hay necesidad de precisar cifras ni hablar de falta de seriedad. ¿Cuál es el valor de indicar que Arabia Saudí es el país con menos índice de pobreza si es el país más rico del mundo árabe? Pero lo paradójico es que uno de cada ocho ciudadanos saudíes es pobre.

El interés de los medios de comunicación con aquella noticia no era otro que mostrar al  rey Abdalá como un reformista con una visión de desarrollo, una imagen generada por el anuncio de una serie de iniciativas como la institucionalización del diálogo nacional, la creación de universidades y el ciudades industriales, la participación de mujeres en el Consejo de Al Shura, etc.

El reconocimiento de la pobreza

En noviembre del 2002, Abdalá Ben Abdelaziz (en aquel momento heredero al trono) visitó algunos barrios pobres de Riad. La miseria le horrorizó (según la versión oficial) y dio orden de elaborar una Estrategia Nacional de Lucha contra la Pobreza. Antes de esta visita, la pobreza era considerada un fenómeno de otros países de los cuales provenían los inmigrantes. La escena de niños, ancianos y mujeres mendigando en las puertas de las mezquitas, en los cruces de caminos de la ciudad de Riad y en otras ciudades eran fenómenos poco comunes que habían llegado con la inmigración. El tema de la pobreza era comentado entre los ciudadanos de Arabia Saudí y del resto de países del Golfo de forma generalmente musitada y rodeada de sospechas. Incluso las manifestaciones de pobreza y miseria visibles eran vistas como casos aislados dignos de llamar la atención de los responsables o de atraer aportaciones caritativas. A pesar de “ser casos aislados, los periódicos locales y los medios de comunicación están llenos de cartas, a día de hoy, que piden a responsables o a ciudadanos generosos que se hagan cargo del tratamiento de un paciente o de ayudar a una viuda. La miseria se sigue negando aun habiendo casos como el que refleja una imagen que circula por las redes sociales: la de una mujer, en una ciudad del Golfo, rebuscando en contenedores de basura para alimentar a sus hijos.

La visita del príncipe heredero saudí a los barrios pobres de Riad fue la señal del comienzo de un diálogo acerca de la pobreza como fenómeno que ya no podía ser ocultado o ignorado en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Las chabolas de aquellos barrios de la capital, que también existen en zonas apartadas del reino y que no disponen ni de servicios mínimos, están llenas de pobres que no se han beneficiado de los bienes del petróleo.

El investigador saudí Sami al Damig indica, en un importante estudio publicado en 2014 por la Fundación Benéfica Rey Jálid (y que estimaciones no oficiales confirman), que «el 20% de los saudíes, un total de 1,7 millones de personas aproximadamente, vive bajo el umbral de la pobreza y más del 75% de la población tiene créditos a largo plazo».

Estrategia Nacional de Lucha contra la Pobreza

La puesta en marcha por parte del gobierno saudí de la Estrategia Nacional de Lucha contra la Pobreza estuvo acompañada de promesas repetidas del rey Abdalá Ben Abdelaziz tras su llegada al trono, como elevar la partida presupuestaria destinada a la seguridad social, subsidiar la vivienda pública para los grupos con necesidades y apoyar a las organizaciones benéficas. Pero el balance de lo conseguido hasta hora por esa estrategia es limitado. Una década después de esas promesas, aún no se puede hablar de una reducción en la grave situación de pobreza en ciudades y suburbios, por no hablar de las zonas remotas del país.

En cualquier caso los procedimientos operacionales de la Estrategia Nacional de Lucha Contra la Pobreza no acabarán con la pobreza ni la reducirán a niveles razonables para que la familia reinante pueda seguir presumiendo. Las medidas están destinadas a aliviar la pobreza y la miseria, pero no a eliminar sus causas, entre las que destaca la distribución desigual de recursos y riquezas del país y el monopolio de las decisiones políticas por parte de la propia familia real. Estas razones y sus consecuencias también obstaculizan los intentos de «embellecer» el sistema político con programas destinados a luchar contra la pobreza y reducir el número de pobres. Sin embargo la pobreza va en aumento en el reino a raíz de las decisiones tomadas durante los últimos dos años para hacer frente al déficit presupuestario, y que provocaron la cancelación o reducción de los subsidios a los productos de primera necesidad, y una diminución del gasto en servicios públicos.

La línea de suficiencia

Los reformistas de la élite saudí, a pesar de las dificultades a las que se enfrentan, intentan alertar a los responsables del peligro de las consecuencias sociales, políticas y de seguridad del aumento previsto del número de pobres. En uno de los intentos serios hechos en este sentido, Sami al Damig, un académico destacado, propuso aplicar una estrategia más realista para combatir la pobreza a partir de la investigación de lo que él denomina «la línea de suficiencia» (que podría llamarse «nivel de subsistencia»). Es una estrategia que no requiere un cambio radical del sistema político saudí, aunque éste sería eficaz a la hora de reducir la pobreza. La «línea de suficiencia» incluiría a familias e individuos que solo con sus ingresos no pueden cubrir las necesidades básicas reconocidas por su sociedad y por eso necesitan un apoyo adicional. La «línea de suficiencia» se asemeja al «salario de ciudadanía» propuesto hace años para hacer frente a la pobreza y apoyar la igualdad en países como Finlandia y Canadá. El núcleo de la idea es que el Estado garantice un nivel mínimo de ingresos fijos mensuales per cápita a sus ciudadanos. No hay una diferencia significativa entre la Estrategia Nacional de Lucha contra la Pobreza y la de la línea de suficiencia, únicamente que una de ellas se basa en la generosidad del gobernador, mientras que la otra se basa en el derecho de los ciudadanos a la igualdad.

De acuerdo con las estimaciones del estudio mencionado, una familia saudí formada por una pareja y cuatro hijos necesitaría 3.360 reales saudíes (896 dólares) para llegar a la línea de suficiencia. Dos tercios de los saudíes que trabajan en el sector privado (alrededor de un millón de varones y medio millón de mujeres) reciben un salario mensual inferior a lo exigido por la línea de suficiencia. Esto significa que  si se quiere proporcionar el apoyo necesario para que los miembros de ese grupo lleguen a la línea de suficiencia se necesitará, al menos, un cambio serio en las prioridades del gasto público. Quizás este punto explique por qué la propuesta y el estudio no obtuvieron la atención necesaria, ni se determinó su idoneidad para subsanar los errores de las tentativas de «lucha contra la pobreza» fallidas en Arabia Saudí, o al  menos para limitar la propagación y el agravamiento del fenómeno.

Algunas prioridades

Según la organización Human Rights Watch, Estados Unidos vendió a Arabia Saudí, en el período comprendido entre mayo y septiembre del año 2015, 7.800 millones de dólares en armas. En el mes de octubre, Estados Unidos acordó la venta de 11.250 millones; y en noviembre del mismo año Arabia Saudí firmó con Estados Unidos un tratado de armas por 1.290 millones. El gobierno británico acordó vender a Arabia Saudí equipo militar por valor de 2.800 millones de libras en marzo del año 2015.

Según un informe publicado este mes por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Estados Unidos está a la cabeza en gasto militar, con 596.000 millones de dólares en compras de armas en el año 2015 (2,4% menos que en el año 2014), seguido de China, que gastó un total de 215.000 millones de dólares. Arabia Saudí aparece en tercera posición a nivel mundial en el año 2015. El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo estima que el reino ha invertido un total de 87.200 millones de dólares, un 5,7% más que el año anterior. El informe afirma también que «el total invertido por Arabia Saudí en la guerra de Yemen se estima en 5.300 millones de dólares», en un solo año y en una sola única guerra, a pesar de la caída del precio del combustible, e indica que los países que han aumentado la compra de armas están involucrados en conflictos armados (Argelia, Azerbaiyán, Rusia, Arabia Saudí y Vietnam). El mismo informe indica que «el gasto de Iraq en armas ha aumentado un 35% con respecto al año 2014, y que aumentó en un 536% entre los años 2006 y 2015». Durante más de la mitad de ese período el país estuvo bajo la administración estadounidense. No obstante, tal cantidad de armas no impidió al ejército iraquí perder una cuarta parte del país ante el Estado Islámico (Daesh) en 2014, como tampoco disminuyen los escándalos por corrupción, las operaciones de tesorería fantasma y el saqueo.

En resumen y volviendo al tema de la pobreza en Arabia Saudí, todo esto no deja espacio al optimismo ni hace pensar que la situación de los pobres mejorará y mucho menos que se frenará su número en ascenso.

 

 

Traducción de Rania Chaui para Fundación Al Fanar 

Imagen de Al Safir al Arabi

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