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Mohamed Samih Beyi Okkez

Suenan los tambores de la guerra y la intervención extranjera, esta vez y según declaraciones, será contra el peligro del Estado Islámico (Daesh) después del cambio de las reglas del combate en Siria e Iraq. Se habría tomado la decisión de poner orden en la arena libia que ha sido un centro de entrenamiento y un paso fundamental de miles de combatientes en dirección a Al Sham, además de una obsesión para los países vecinos, sobre todo para Túnez, que hace unos años fue el paso de los “revolucionarios de la libertad” que se dirigían a Libia.

Hace un año se impuso con fuerza la opción de una intervención militar directa en Libia tras ser degollados varios trabajadores egipcios coptos en Sirte, una intervención que fue solicitada por Egipto y alentada por EAU, pero los temores a una aventura de esa envergadura y la negativa argelina y tunecina frenaron la idea. Algunos expertos comentan que el dinero desempeñó un papel a la hora de neutralizar a frentes europeos e internacionales a lo que sumar las dudas de EE. UU. (…) Ahora, el llamamiento a la intervención directa en la contienda libia que tiene ya 5 años, lo hacen los mismos jugadores. A nivel árabe, EAU insiste en la solución militar contra las organizaciones islamistas que se extienden a lo largo de la costa libia, empezando por Daesh y terminando por los Hermanos Musulmanes en un contexto político fijo hostil a los movimientos del islam político. (…) Luego está Egipto, que pretende exportar sus crisis internas y garantizar la seguridad de su frontera occidental. Algunas fuentes indican que los objetivos de la intervención egipcia se limitan a garantizar un gobierno fuerte y estable en Begazi o Tubruk que se someta a la influencia política egipcia.

En el norte, pese a que la OTAN ha hecho lo posible por evitar implicarse en una intervención terrestre en Libia, los países europeos presionan en dirección a una intervención militar internacional que acabe con el peligro de Daesh y ponga orden en la arena libia. Pero cada país europeo tiene sus propios cálculos. La preocupación principal de Francia es preparar sus elecciones presidenciales de 2017 y asestar dolorosos golpes al Estado Islámico (Daesh) que pueda explotar después como bazas electorales, sobre todo tras los atentados de París a raíz de los que el tema de la seguridad se convirtió en fundamental para determinar los resultados de los próximos comicios. El generoso cliente emiratí y los acuerdos de armas y aviones para responder a sus deseos juegan también un papel importante en la fijación de la postura francesa.

Italia, y también los países europeos que están geográficamente más cerca de Libia, desean corregir la trayectoria de los acontecimientos que les dejaron fuera del reparto de los botines de Libia en 2011. Italia quiere jugar un papel esencial en el futuro de Libia, país que considera una zona tradicional de influencia, a lo que hay que añadir la cercanía geográfica que la convierte en el primer lugar en el que rebotaría la crisis libia.

La postura estadounidense hacia una gran aventura militar en el interior de Libia no está zanjada si los acontecimientos y los equilibrios no evolucionan de forma radical afectando directamente a sus intereses.

En este contexto, al margen de la radicalidad emiratí, las posturas de la UE y EE. UU. contrarias a implicarse directamente en el remolino de las arenas libias, empujan en dirección a operaciones aéreas intensivas que completen el papel de las tropas terrestres, que estarán formadas fundamentalmente por alianzas de las facciones libias encabezadas por el ejército nacional y las brigadas de Misrata, y que combatirán en el complejo mosaico que se extiende a lo largo del mapa libio.

(…)

Si necesita una traducción de este artículo, puede solicitarla en el siguiente correo electrónico: contacto@fundacionalfanar.org

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