La avalancha de ficciones llega a España simultáneamente, con la comodidad que nos ha traído Internet

Pedro Rojo, Ibrahim Rifi. La Marea. 10/12/2021.

Cada año, según va acercándose el Ramadán, el runrún de los medios y las redes sociales de todo el mundo árabe va subiendo de decibelios con el debate sobre cuál de las decenas de series que se producen exclusivamente para el momento dorado de la lucrativa industria de las musalsalat (series) árabes será la más vista. Estamos ante un sector que, según informa el periódico emiratí Al Ittihad, ha gastado en las producciones del Ramadán más de 150 millones de dólares en 2021.

En España, la expectación es parecida entre nuestros vecinos árabes o de origen árabe pero con el añadido de la labor de conexión que juegan estas series con su países de origen, como recuerda Taima Dehni, joven de origen sirio nacida en España: “Yo me siento española, pero también siria, árabe y musulmana, y veo las series árabes para conectar con eso que aquí no tengo, con ese algo que en el día a día aquí no puedo ver”.

Toda esta avalancha de ficciones llega a España simultáneamente, con la comodidad que nos ha traído Internet. Atrás quedaron las antenas parabólicas o los descodificadores piratas. Cada vez son menos usuales las descargas desde la red, los grupos de Telegram, las copias de DVD traídas desde las medinas de los países vecinos o las visualizaciones en YouTube, mucho más pendiente de los derechos de autor, que ahora sí generan dividendos a las cadenas de televisión. Desde hace unos años la normalización del consumo de televisión por Internet desde las webs de las propias cadenas o la estandarización de las plataformas de demanda a la carta se han extendido también en el mundo árabe.

La competencia de Netflix se llama Shahid (del emporio mediático saudí MBC) o Wathc It!, plataforma egipcia centrada en las series en ammiya -el musical dialecto egipcio- que históricamente habían copado este tipo de producciones y que parecen haber recuperado algo de ese esplendor volviendo a situar algunos de sus títulos a la cabeza de lo más visto en el mundo árabe. Sin embargo, la forma de consumir este tipo de televisión en España también depende de las generaciones, ya que los más mayores se conectan al canal oficial de turno -las marroquíes 2M o Al Ula (La Primera)- para ver en directo lo que echan, mientras que las generaciones más jóvenes ya nacidas en España prefieren las plataformas.

Donde coinciden unos y otros es en el momento por excelencia de las musalsalat. Tras haber disfrutado del iftar, la comida con la que se rompe el ayuno del mes sagrado, comparten en familia un momento de conexión con su identidad árabe. Para los más jóvenes, como Fikriya Zamouri, nacida en Marruecos y criada en España, supone lo siguiente: “Es como un momento que me conecta con Marruecos, a través de mis padres”. “Pese a que no hemos nacido o vivido en países árabes, sentimos una nostalgia por un lugar y unos ambientes culturales que curiosamente no hemos vivido. Por eso me encanta ver series árabes, porque me trasladan de alguna manera a ese lugar”, defiende Fátima Bourhim. La conexión con su país de origen en un momento tan significativo es más fuerte si cabe para parejas como Jadiya y Alal, marroquíes con más de 30 años en España que explican su interés en las series que tratan “situaciones vividas”, como L’Couple, con personajes muy reales, muy cómica. “Cuando se estrenó en el Ramadán de 2013, tuvo una cuota de audiencia superior al 50%. Muchos marroquíes aún seguimos viendo escenas de la serie a través de YouTube”, explica.

Vida más allá del Ramadán

Además de series propias de cada país, como Bnat el Assas (Las hijas del portero) en Marruecos, hay otras cuyo éxito es panárabe, como Al Haiba, la saga más longeva del momento con permiso de Bab al Hara, cuya quinta temporada de acción, contrabando, amor y lealtades tribales en las montañas de la frontera de Líbano con Siria sigue despertando interés en el mundo árabe y en España, donde entró directamente en el top 7 el primer día de su estreno en Shahid. Al cierre de esta edición, era la más vista. La primera temporada se puede ver subtitulada en Netflix España. El Ramadán también es un momento para series históricas como Musa, que protagoniza Mohamed Ramadán, uno de los musculados actores con más éxito del momento no solo por sus apariciones en series y películas, sino también por su gran popularidad como cantante, como reflejan sus casi 20 millones de seguidores en Instagram y sus ingresos en 2021 de 7,5 millones de dólares.

Otra serie egipcia de éxito fue la segunda entrega de Al Ijtiyar (La decisión), un drama securitario producido por la empresa cercana al poder egipcio Sinergy. En los 30 capítulos que dura, uno por cada día del mes sagrado, se reescribe la matanza perpetrada por las fuerzas de seguridad egipcias para desalojar la plaza de Rabaa al Adawiya en El Cairo en 2013, blanqueando el punto más negro del golpe de Estado del actual presidente, Abdelfatah Sisi. A pesar de la acogida que tuvo en el mundo árabe, donde distintos rankings la colocan en el top 3 de 2021, en España ocupó el décimo lugar de las series más vistas de la plataforma Shahid.

La discusión sobre el uso político de las series ha traspasado la política interna del mundo árabe para tocar a la fábrica de éxitos del momento: Turquía. La contienda política y la rivalidad hegemónica de este país con Arabia Saudí y Emiratos Árabes también ha llegado al mundo de las series históricas, con acusaciones cruzadas de falsear los hechos, sobre todo los relacionados con la época otomana, y de usar las series de ficción para expandir su influencia en la zona. Algunos medios como el periódico Al Arab han acusado a las producciones turcas de “buscar una legitimación histórica al sueño del sultanato de Erdogan” [presidente turco]. En 2018, la tensión política llegó hasta el punto de que la cadena MBC suspendió la proyección de todas las series turcas que tenía tanto en cartelera como programadas.

La batalla en la pequeña pantalla tuvo entre otras respuestas desde el Golfo la serie Mamalik Al Nar (Reinos de fuego), criticada también por su falta de rigor histórico. Dina M., farmacéutica marroquí con más de 25 años en España, se confiesa seguidora de las series históricas: “Nos facilitan un aprendizaje al que quizás sería difícil acceder para quienes no hemos estudiado la historia del mundo árabe y musulmán en profundidad y, de alguna manera, aunque con manipulaciones, nos acerca a ella”. Más allá de la batalla de los políticos, las series turcas son consumidas masivamente tanto por la población árabe en España como en el mundo árabe, donde no dejan de fluir dobladas no solo a dialectos habituales como el sirio o el egipcio sino también en versiones más locales como del dariya marroquí. Al igual que ha sucedido con la internacionalización de plataformas audiovisuales como Netflix o HBO, la difusión de series y películas por Internet a unos precios asequibles ha propiciado un auténtico renacimiento de estas producciones. A su vez, el abaratamiento de los medios de producción y la mejor formación de jóvenes creadoras y creadores árabes ha dado lugar a todo un catálogo de series de muy buena calidad, con estándares que poco tienen que envidiar a las producciones internacionales.

“En ocasiones, se están occidentalizando mucho, y desvinculando mucho del estilo de vida real de lo que yo creo que son las sociedades árabes. Están intentando copiar algo que no son”, comenta Taima, que pone como ejemplo Escuela para señoritas Al Rawabi, el último éxito internacional jordano de Netflix. Su directora, Tima Shomali, hace una firme defensa de esta ficción de adolescentes hecha por mujeres que trata temas como el bullying, el machismo, el abuso de redes sociales, la corrupción o el acoso sexual. Shomali defiende sobre todo el debate que ha generado esta serie en las familias árabes, también en las españolas de origen árabe.

Y es que series protagonizadas por mujeres que rompen con los estereotipos árabes se han colado con frecuencia en la lista de lo más visto en España del último año de Shahid. Es el caso de las dos temporadas de la serie egipcia Li La? (¿Por qué no?), en la que, con actrices de primer nivel como Amina Khalil (se la puede ver en España en la serie El Gran Hotel), se plantean temas candentes y polémicos. Eso sí, sin estridencias ni grandes rupturas, y con su buena dosis de romance y almíbar. Si en la primera temporada la trama se centraba en torno a la independencia de las mujeres solteras, en la de este año, coincidiendo con la aprobación de la ley egipcia que permite adoptar a las mujeres solteras, se aborda este debate.

En el momento de escribir estas líneas, la serie número dos de lo más visto en España es la libanesa Salún Zahra (La peluquería de Zahra), protagonizada por Nadine Njeim, la actriz libanesa más popular del momento con 12 millones de seguidores en Instagram. Zahra regenta una peluquería en la que está prohibida la entrada a los hombres. Su personalidad le hace salir adelante en un entorno muy machista al que saca los colores con un humor sórdido y sin concesiones ante las actitudes vulgares y paternalistas reconocibles internacionalmente.

El humor es, sin duda, uno de los elementos conductores de buena parte de esta producción, que a su vez conecta con jóvenes árabes españolas como Fátima: “Me siento muy identificada con el humor y con muchos aspectos culturales con los que no me siento identificada con las series europeas, por mucho que me encanten. El humor en las series árabes es brutal”. Ya sea a través del humor, la nostalgia, la cultura y la historia, o el mero entretenimiento para que todos podamos disfrutar de un puente, otro más, de conocimiento y disfrute de las realidades plurales de la España de hoy.

Pedro Rojo e Ibrahim Rifi son coordinadores del proyecto Aflam Cimena de la Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe

 

Artículo publicado en colaboración con La Marea

Entradas recomendadas

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *