Tareq al Guzani

Al Arab, 10/11/2017

 

¿Los europeos iniciaron en Libia una aventura cuyas consecuencias no calcularon, hundiendo al país hasta día de hoy en una crisis de difícil salida? La realidad actual en este vasto país petrolero responde afirmativamente a esa pregunta. El país que, con su potencial y grandes recursos, se postulaba hace seis años como una zona de atracción y efervescencia económica, de estabilidad regional, se ha transformado en una pesadilla y en una gran carga para los esfuerzos de los países del Mediterráneo para solucionar el expediente del terrorismo y de la emigración irregular. El mayor peligro no obstante es la posibilidad de que la crisis interna sea tal que afecte al modus vivendi de miles de libios. El país está en medio de una ebullición continua consecuencia de unas condiciones sociales cada vez peores que solo hacen prever un colapso de la moneda nacional, escasez de liquidez bancaria, una subida astronómica de los precios en un contexto de inexistencia de instituciones del Estado.

 

Y mientras tanto, los esfuerzos que lleva a cabo la ONU para acercar puntos de vista sobre la modificación del acuerdo político de Sjirat, parecen en muchos momentos esfuerzos sin sentido, ajenos a la voluntad verdadera de las partes de un conflicto que arrancó por intereses y órdenes exteriores, y que más tarde se transformó en una guerra por delegación para hacerse con el poder en un país que está bajo el riesgo aún de ser dividido.

 

La mediación internacional para solucionar una crisis tan compleja como la libia puede resultar poco seria si no hay entendimientos en firme previos con la OTAN sobre su papel en la etapa de la construcción de una nueva Libia.

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