21-03-13-al-sharq-al-awsat

05/07/2014, Al Quds al Arabi

A pesar de las desavenencias que surgen de vez en cuando entre Arabia Saudí y EE. UU. por las políticas estadounidenses en la región, las relaciones de Washington con los países del Golfo, especialmente con Arabia Saudí, seguirán siendo unas relaciones estratégicas e históricas porque los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) no pueden deshacerse de un día para otro de le protección estadounidense.

El lema «La seguridad del Golfo es responsabilidad de los del Golfo» empleado por Abdulá Bishara, primer secretario del CCG tras su fundación en 1981, cayó tras la invasión de Kuwait por las tropas del presidente iraquí Saddam Husein en 1990 y desde ese momento los países del CCG, con un potencial militar limitado, decidieron que la protección de la seguridad de la zona era responsabilidad internacional, concretamente estadounidense, y no tuvieron ningún inconveniente en recibir tropas estadounidenses en su territorio e incluso algunos Estados como Kuwait se hicieron cargo de los costes de esa presencia.

Desde agosto de 1990 naves militares y tropas estadounidenses llenan la zona y reciben facilidades no solo en Qatar sino en los seis Estados del CCG, aunque el tamaño y el tipo de bases difieran de un país a otro. En Qatar está Al Udeid que es la mayor base estadounidense de la zona y en Bahréin está la base de la Quinta Flota. También en EAU hay una presencia militar casi permanente de barcos y tropas de los marines en los puertos del Estado y en sus aeropuertos militares. Los puertos del sultanato de Omán ofrecen facilidades marítimas y militares a los buques estadounidenses y en el norte de Kuwait hay tropas estadounidenses para que el país sienta seguridad ante el peligro de su vecino iraquí. En Arabia Saudí, al sur de Riad, en la base aérea de Al Jarch están los restos de las tropas estadounidenses que se retiraron de Al Udeid (Qatar) en 2002, y que trabajan como asesores militares. De la ciudad militar Rey Faisal en la ciudad de Jamis Mushait, ubicada al sur del reino saudí, despegan a veces drones estadounidenses porque allí hay un centro de control de ese tipo de aviones.

Por todas estas razones, por muchos desencuentros que haya entre los Estados del Golfo y EE. UU., no podrán afectar a las relaciones de cooperación estratégica especialmente en los ámbitos militar y de seguridad.

En realidad Arabia Saudí es el único país con desavenencias con EE. UU. Los últimos problemas saudís con la Administración Obama por expedientes regionales importantes como el de Siria, Irán o Egipto hicieron un ruido que de seguido se calmó.

El cambio de opinión de Obama sobre un ataque militar al gobierno sirio después de que este empleara armas químicas dejó un sabor amargo en Arabia Saudí que consideró que la Administración estadounidense estaba perdiendo una oportunidad para acabar con Al Asad y cuestionó la seriedad y la credibilidad de EE. UU. del que Riad depende para defender su seguridad y la del petróleo. El presidente de la Comisión de Exteriores del Senado saudí declaró que Obama no tenía voluntad política ni en Siria ni en ninguna parte y que las declaraciones de Obama reflejaban el concepto general y extendido de que Washington había perdido el interés en la zona de Oriente Próximo. Esa postura indignó más a Arabia Saudí que a los demás países del Golfo que también deseaban que Washington acabase con Al Asad.

En EE. UU. han intentando volver a agradar a Arabia Saudí en los últimos meses. El presidente Obama realizó una visita al reino el pasado mes de marzo para confirmar a los saudíes el compromiso de EE. UU. con la seguridad de Arabia Saudí y del Golfo y reforzar las relaciones bilaterales. Tras ese viaje hubo varias actividades y delegaciones de ambos estados intercambiaron visitas. Una de esas visitas fue la del ministro de Defensa estadounidense, Chuck Hagel que, en mayo durante una reunión con sus homólogos del Golfo, reiteró el deseo de EE. UU. de permanecer y proteger la zona, la mayor productora de petróleo del mundo.

Mientras EE. UU. intentaba poner fin a sus diferencias con Arabia Saudí, Riad tomaba una serie de medidas para acabar con la expansión del poderío de los grupos extremistas armados como la ley antiterrorista, que considera grupos terroristas a los grupos armados vinculados a Al Qaeda, o la decisión de castigar a los saudíes que viajen a combatir a Siria (1.500 voluntarios habrían ido a Siria con ese propósito).

Los últimos acontecimientos en Iraq, el éxito de los grupos armados afines al EIIL para ocupar zonas amplias del territorio sirio e iraquí y el establecimiento del «califato» confirman los temores a un aumento del poder y el potencial de estos grupos terroristas, temores que han obligado a Riad a reforzar su relación con la actual Administración estadounidense. Aunque Arabia Saudí culpa al gobierno de Maliki de la situación actual por sus políticas que han marginado a los suníes y han establecido un régimen de influencia chií afín a Irán, Riad aceptó la petición que hizo el ministro de Exteriores estadounidense, John Kerry, durante su visita a Yedda, para que colaborase en la formación de un nuevo gobierno iraquí, y anunció una donación de 500 millones de dólares al pueblo iraquí para hacer frente a los daños provocados por los últimos acontecimientos.

La Administración estadounidense tomó más decisiones para satisfacer a sus aliados saudíes. Durante su visita a El Cairo, John Kerry anunció la vuelta de las ayudas estadounidenses a Egipto. Hay que recordar que las reservas estadounidenses ante el nuevo gobierno egipcio fueron uno de los motivos de discrepancia entre Washington y Riad. EE. UU. también anunció una partida de 500 millones de dólares en ayudas militares a la «oposición siria moderada».

Lo importantes es que las últimas evoluciones de los acontecimientos confirman que la alianza estratégica de EE. UU. y Arabia Saudí y de sus hermanos del Golfo es indivisible aunque surjan nubarrones en su cielo.

Debido a los peligros a los que se han visto expuestos los seis países del Golfo desde la invasión de Kuwait por parte de Iraq en 1990, a los riesgos a los que se enfrentan en estos momentos por el aumento del potencial militar iraní y los deseos de Teherán de extender su poderío por el mundo árabe y de imponer su tutela sobre la zona del Golfo, los países del Consejo de Cooperación del Golfo no pueden prescindir de la protección estadounidense ni romper su alianza con Washington aunque a veces parezca que los saudíes no confían en las intenciones de los estadounidenses.

 

 

 

 

 

 

 

Entradas recomendadas

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *