11-09-14_Amyad Ramzi_SH

 

La iniciativa del Golfo, palanca en la transición pacífica del poder en Yemen, y la institución militar han colapsado ante el avance de los huzíes. Yemen está al filo de una nueva etapa que puede generar escenarios como la secesión, la desintegración, la guerra civil, tribal y sectaria o una situación de anarquía absoluta como la que vive Libia o quizá como la de Siria.

Abdelbari Atuán

Rai al Yaum

Los huzíes se han hecho con todas las instituciones del Estado en la capital yemení, Saná, desde el Ministerio de Defensa pasando por los hospitales hasta el Banco Central sin ninguna resistencia significativa. Incluso el ministro del Interior pidió a los aparatos de seguridad que ni se resistieran y ni cooperaran con los nuevos «conquistadores».

El primer ministro yemení, Mohamed Salem Basandua, ha dimitido, ha tachado al presidente Abdurabbu Mansur Hadi de dictador y ha dirigido un mensaje al pueblo yemení en el que ha anunciado su dimisión para que el acuerdo entre el presidente y los huzíes tenga éxito.

La iniciativa del Golfo, palanca en la transición pacífica del poder en Yemen, y la institución militar han colapsado ante el avance de los huzíes. Yemen está al filo de una nueva etapa que puede generar escenarios como la secesión, la desintegración, la guerra civil, tribal y sectaria o una situación de anarquía absoluta como la que vive Libia o quizá como la de Siria.

La situación en Yemen ha sido siempre espinosa e incomprensible pero las evoluciones aceleradas del país han provocado el asombro de todo el mundo. Nadie es capaz de dar una explicación convincente más allá de las especulaciones y todo el mundo anda desconcertado.

El silencio de Arabia Saudí, vecino del norte y ventana de Yemen, sobre las últimas evoluciones y su decisión de no intervenir para salvar al presidente y al gobierno de Saná son las cuestiones que  se plantean los suníes yemeníes estos días. Hay quienes sostienen que Arabia Saudí ha decidido erradicar a los Hermanos Musulmanes de Yemen representados por el partido de la Agrupación Yemení por la Reforma (Islah) con sus respectivas ramificaciones tribales (la tribu Al Ahmar), doctrinales, y militares (Ali Mohsen al Ahmar), y que mientras los huzíes sean los que estén haciendo este trabajo por delegación, Riad no pondrá objeción ninguna.

Otros hablan de una estrecha coordinación entre el ex presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, y sus secuaces en las instituciones militares y de seguridad, por un lado, y el movimiento huzí de Ansaralá, por el otro, para vengarse de Al Ahmar por apoyar en 2011 la revolución contra él, luchar para derrocar al régimen y tener mano en el fallido intento de asesinato que a punto estuvo de acabar con su vida.

Los yemeníes y la elite política se hacen muchas preguntas sobre la posición de Arabia Saudí. Es conocida la estrategia saudí contra los Hermanos Musulmanes para erradicarlos de todos los lugares, incluido Yemen. Pero ¿por qué Riad apoyó al presidente egipcio Abdelfattah al Sisi contra los Hermanos Musulmanes pero no ha apoyado a Abdurabbu Mansur Hadi en Yemen, que también es su hombre y recibe apoyo económico y militar saudí? ¿Aceptará Arabia Saudí que sus «enemigos» huzíes, respaldados por Irán, controlen Yemen, su vecino sur más débil y el origen histórico de sus amenazas?

Yamal Ben Omar, enviado de la ONU para Yemen, ha hablado varias veces de un acuerdo en virtud del que se formará un gobierno de unidad nacional para dirigir los asuntos del país, que ha sido aceptado por el presidente Hadi y la cúpula huzí. Pero el avance de los huzíes y el colapso del Ejército y las fuerzas de seguridad ante su ofensiva contra las instituciones públicas y la mayor parte de Saná implica dos opciones: o el acuerdo se anula  o sus términos son modificados para cumplir todas las condiciones de quien controla ahora Saná. La elite política yemení duda de que el acuerdo vaya a ejecutarse, si es que lograr resistir.

Tras el golpe sufrido por todas las ecuaciones políticas, tribales, militares y regionales de los últimos cincuenta años, el país se encuentra ante varios escenarios:

* Que los huzíes se hagan con el poder y reinstauren una monarquía como la que reinaba antes de 1962.  Los hachemíes están de hecho presentes en Yemen, incluso más que antes, y siguen anhelando retomar el poder. Además, la tercera generación de hachemíes formada en el extranjero tiene más conocimiento y experiencia que las generaciones anteriores.

* Que Abdelmalek al Huzí, líder de Ansaralá, se convierta en líder supremo de Yemen como Jamenei en Irán, se haga con las riendas del poder y gobierne el país a través de un ejecutivo fuerte liderado por una persona de su confianza.

* Que el actual presidente siga «formalmente» en el poder pero sin competencias por un periodo provisional mientras los huzíes toman las verdaderas decisiones y gobiernan en la sombra.

* El cuarto escenario es que reine el caos armado y la desintegración del Estado porque al movimiento huzí no le interesa extender su autoridad al sur y su interés se limita a las zonas zaidíes del norte.

Es difícil decantarse por uno de estos escenarios porque las cosas no están claras y la situación es trágica. Los pobres yemeníes están decepcionados como nunca y se sienten traicionados por el Estado, sus vecinos y la comunidad internacional, al ver la peor versión de su hipocresía en Iraq y Siria, al ver a Estados Unidos movilizando ejércitos y enviando aviones para atacar al Estado Islámico porque expulsó a los cristianos y a los yazidíes y se acercó a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, pero no presta ninguna atención a Yemen ni a los yemeníes.

El Estado yemení está colapsando y todos los «parches» que ha puesto el enviado de la ONU y los demás no podrán impedirlo, o solo brevemente. Lamentablemente tenemos en Libia el mejor ejemplo y por eso el último escenario se perfila como el más probable. Nadie se preocupa por Yemen y toda la atención se centra en estos momentos en el Estado Islámico.

El colapso del Estado yemení y sus instituciones será un factor desestabilizador para la zona del Golfo, sobre todo para Arabia Saudí. El Consejo de Cooperación del Golfo cometió el error más grande de su historia al ignorar a Yemen, empobrecer a su pueblo y poner obstáculos a su incorporación a su rico club.

Los retos securitarios de los vecinos de Libia como consecuencia del caos de armas y del peligro de los grupos islamistas extremistas son los mismos retos a los que se enfrentan los Estados del Golfo, especialmente Arabia Saudí. Hay más de treinta millones de armas en Yemen, desde rifles hasta tanques, y tanto los movimientos chiíes como los islamistas suníes son movimientos extremos así que no es descartable la aparición de una nueva rama del EI en Yemen.

Nadie sabe cómo actuarán esos países ricos del CCG frente al tsunami que avanza hacia sus fronteras. Lo que sí sabemos es que no hay planes ni estrategias en este sentido como ya vimos por ejemplo en Iraq antes y después de la invasión estadounidense.

El panorama es oscuro y un gran peligro se cierne no solo sobre Yemen sino sobre toda la región. Es difícil que el país sea la excepción a pesar de todo lo que hemos elogiado su revolución pacífica y su modelo único de transición pacífica, un modelo que se derrumbó y no resistió mucho tiempo como la mayor parte de los modelos árabes alternativos.

 

 

 

 

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