Es muy probable que el presidente ruso Vladimir Putin haya establecido un marco de entendimiento para la solución política siria, que pase por encima del problema de Al Asad, tras haber conseguido importantes renuncias de EE. UU., Arabia Saudí y Turquía. La primera de esas renuncias es la aceptación del liderazgo ruso en Siria y la recuperación de la influencia rusa en Oriente Próximo. La segunda es la disposición a que haya una solidaridad militar y de inteligencia en la guerra contra el Daesh en lugar de que la cristiana Rusa mantenga una guerra contra «el terrorismo islámico» que puede proliferar en los alrededores de su casa y en sus jardines traseros. La tercera concesión es la retirada de la condición de que Al Asad se retire en cuando comience el proceso político de transición; esa sustitución ha sido sustituida por otra: una retirada paulatina de Al Asad que acompañe el proceso político. La cuarta concesión es el visto bueno al apoyo a las instituciones del régimen de Damasco como parte de la solución, cuando antes se exigía que esas sustituciones fueran sustituidas por completo para que ocupara su lugar la oposición. Si Putin decide construir sobre esas cuatro concesiones, tendrá que estudiar con Al Asad, al que ha convocado a Moscú esta semana, una hora de ruta para su salida del poder a partir de una agenda temporal para la transición política que dure meses y no semanas (…).

 

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