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Al Hayat, 15/10/2015

Vladimir Putin no necesita que le digan que su plan en Siria es «erróneo» o una «receta catastrófica» o un obstaculizador de cualquier «solución política» como no hace falta que le informen de que la guerra que ha comenzado no va a acabar con el terrorismo sino que puede duplicar sus riesgos. Él está al tanto de todo ello y puede que hasta valore las repercusiones que su estrategia puede tener para Siria e Iraq, pero a él solo le interesa la aventura que dirige con EE. UU., y siente que puede sacar algo de esto. Al Qusayr hizo considerar a Moscú la posibilidad de que el rival estadounidense-europeo no quiera ser arrastrado a una escalada militar en Siria, y para confirmarlo hubo una fricción anticipada con Turquía. La OTAN recibió el mensaje al que respondió diciendo que estaba implicada en la protección de Turquía, es decir, que seguía interesada en patrocinar o proteger cualquier papel de Ankara en Siria. Por ello, para evitar el peligro a Erdogán solo le queda la opción de recordar la «amistad» ruso-turca aunque Putin no va a apostar por la falta interminable de opciones estadounidenses y occidentales.

Ese fue el primer examen de la escalada en Siria con el que Putin pudo conseguir una neutralización provisional y parcial de Turquía. Provisional porque el enfrentamiento está aún comenzando, y parcial porque no impedirá a Ankara seguir ofreciendo apoyo militar a las facciones que combaten Siria. Pero los aliados de Moscú en Teherán y Damasco creen que esa «neutralización» es un dato importante sobre el que se puede construir. El presidente del Consejo Al Shura iraní, por ejemplo, dijo que los últimos atentados de Ankara eran «parte de la crisis que azota la región». Los turcos sospechan que «partes exteriores» están trabajando para meter a Turquía y a su seguridad en el contexto de esa «crisis», y las dudas y datos de Ankara acusan por igual al Daesh y al PKK en el marco de un rol iraní-Asadí. Hay que señalar que la armonía entre las operaciones de esas dos partes (el PKK y el Daesh) no puede ser explicada alegando únicamente que explotan los agujeros a nivel de seguridad de Turquía, sino que debemos hablar de la existencia de un frente que planea y actúa con objetivos a largo plazo.

En cualquier caso, Teherán y Damasco ya no se conforman con vender la intervención rusa como un factor decisivo a favor del régimen sirio sino que están hablando de un cambio de rostro de la región y de su mapa. Es decir que los planes de los mulás han regresado para reanimarse tras una fase gris que ha durado meses en los que Irán se vio obligado a mostrarse como un «Estado responsable» con el que merecía la pena firmar un «acuerdo nuclear», una etapa en la que se intercalaron las derrotas del régimen en Siria y obstáculos que condicionaron la participación de las milicias de Al Hashd al Shaabi en la guerra contra el Daesh en Iraq con la insistencia de EE. UU. en el papel de las tribus para liberar Al Anbar y Mosul. Además la guerra en Yemen impuso un retroceso de las ambiciones de control iraní. A pesar de que Teherán estaba de acuerdo en la petición de Bagdad-Maliki de una intervención estadounidenses para hacer frente a la expansión del Daesh, no logró dirigir esa intervención o convertirla en una oportunidad para Irán así que se resignó a hacer de ello un incentivo para los estadounidenses en la negociación del expediente nuclear y del levantamiento de las sanciones.  Pese a que los estadounidenses y los iraníes dieron muchas muestras de «normalidad espontánea» entre ellos, Teherán y Moscú estudiaron los planes para la etapa posterior al acuerdo nuclear, entre ellos elevar el nivel de intervención ruso y cambiar las reglas de la guerra contra el terrorismo en Siria e Iraq. Cuando el guía Ali Jamenei confirmó que las operaciones rusas contra la oposición siria habían empezado de verdad, volvió a prohibir cualquier contacto con los estadounidenses fuera del marco de la ejecución del acuerdo nuclear.

Por lo que sabemos de las operaciones rusas hasta el momento, éstas están fuertemente vinculadas a los deseos de los regímenes de Al Asad y de Irán. En el bando de enfrente, solo se registran nuevos análisis y vaticinios de un fracaso ruso, aunque el hecho de que EE. UU. esté armando a grupos determinados de opositores sirios indica un salto cualitativo en la respuesta a la reacción rusa. Además hay datos de un cambio acelerado en el mapa de las alianzas de las facciones de la oposición combatiente en varias zonas, como reflejan las recomendaciones de los países que dan su apoyo y que necesitan tiempo para conocer las opciones internacionales, sobre todo las estadounidenses, para consolidar orientaciones venideras. Si los primeros combates terrestres no provocaron un amplio y rápido cambio sobre el terreno, los resultados del apoyo aéreo y las consecuencias de la desigualdad a nivel de armamento no van a tardar en dejarse ver, aunque no tengan los rasgos de un fin militar del conflicto. La «seria» determinación rusa debilita la lucha contra Daesh y la convierte en una mera cobertura propagandística cuando en realidad busca reforzar la posición de los iraníes y el régimen de Al Asad cuya prioridad es debilitar a la oposición. Los objetivos de las dos últimas semanas dejan claro  que su preocupación principal es golpear lo que queda del Ejército Libre Sirio sobre cuyas posiciones son informados por la aviación rusa, porque ese es su verdadero enemigo y por el objetivo de debilitarle se han unido todas las facciones.

Por su parte parece que los estadounidenses quieren acelerar la guerra terrestre contra el Daesh por lo que han abierto una campaña contra ellos en Raqqa antes de que los partidarios del Asad y los iraníes abran camino hacia esta ciudad. El proceso de armar a los opositores sirios ha sorprendido a lo que ahora se llama «la Alianza Arabe Siria» que dicen los estadounidenses se centra en armar a combatientes dedicados directamente a combatir al  Daesh y especialmente en Raqqa. Según los primeros datos se trataría de grupos del Ejército Libre entrenados por la CIA (menos meticulosa en las condiciones que el Pentágono) con el objetivo de impedir que los rusos impongan su plan en la lucha contra el terrorismo. La novedad es que estos grupos incluyen «combatientes árabes» y que los rusos habrían atacado sus posiciones. Esta evolución tiene las características del escenario de la invasión soviética de Afganistán hace 35 años, aunque los papeles habrían cambiado. Y mientras el Daesh sigue reclutando y haciendo un llamamiento a la yihad, los estadounidenses y sus aliados esta vez se cuidan mucho de mantener al margen cualquier sentido yihadista, lo contrario de lo que hicieron contra la expansión del comunismo en aquel entonces con un yihadismo que se radicalizó y acabó deslizándose hacia el terrorismo.

La intervención rusa plantea esta ecuación a las partes que le hacen frente, aunque esa intervención ha ido lejos cuando la iglesia ortodoxa ha dado su bendición a lo que denomina una «guerra santa» mientras los gobiernos árabes e islámicos se esfuerzan por quitar cualquier cobertura religiosa a su enfrentamiento contra el Daesh al que consideran una organización criminal cuya existencia y objetivos no tienen que ver con ninguna religión. Rusia, ignorando las razones reales de la lucha en Siria y probando sus armas contra la oposición, está demostrando su deseo consciente no solo de rentabilizar la dimensión religiosa, sino también, y sobre todo, de hacer explotar un conflicto sectario con su aliado iraní contra los suníes sirios. Es más, los rusos no ocultan que les traen sin cuidado las advertencias que les llegan de diferentes fuentes de los modos que emplean contra el terrorismo, si ese es de verdad el objetivo, y que pueden reforzar al Daesh. Si los rusos acorralan a la oposición pueden provocar su «daeshización», pese a su voluntad, o pueden provocar la aparición de razones extras para la radicalización y para iniciar una nueva etapa de «yihadismo» temerario.

Quienes crean que los rusos han ido a Siria a luchar contra el terrorismo se equivocan y no hace falta ver más de lo que hemos visto hasta ahora para que revisen su opinión. Tomar la estrategia estadounidense y criticar su utilidad o dudar de sus medios y objetivos no es desatinado, pero la estrategia rusa se ha vuelto rápidamente muy inquietante porque quiere zanjar la lucha siria a favor de Al Asad e Irán, que no tienen inconveniente en convivir con el Daesh a condición de que Rusia ponga los medios adecuados para contener al grupo. Esto significaría que Putin ha ido a Siria a ayudar a Al Asad y a Irán, pero lo más probable es que haga de la guerra contra el terrorismo un medio para provocar a los estadounidenses y a los europeos que acelere una negociación con estos últimos sobre Ucrania y expediente de seguridad estratégica, pero ellos se niegan y no tienen inconveniente en mantener un largo enfrentamiento en Siria con tal de que sus soldados no se vean implicados en él. A los estadounidenses, como a los rusos, les interesa usar al Daesh y aprovecharse de la guerra contra él o hacer como que luchan contra el grupo para lograr otros objetivos que no tienen nada que ver con Siria.

 

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