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Haifa Zangana 10/05/2016

Hace unos días recibíamos la grata noticia de la llegada de 25 marines a Bagdad, en respuesta a la petición del Departamento de Estado de EE. UU., para afianzar la seguridad de la Embajada de EE. UU. en la Zona Verde. El régimen iraquí no hizo ningún comentario sobre la llegada de esos marines, ni se sabe si esa decisión se consultó con el primer ministro o con algún responsable. Se desconoce si los acontecimientos de las últimas semanas, en los que se pasó de agredir a los manifestantes para fortificar la Zona Verde, a un intercambio de disparos durante la noche del jueves, cerca de la Embajada de EE. UU., entre las fuerzas de respuesta rápida y la protección de la cuarta puerta del área fortificada, indican un aumento de la preocupación del gobierno de Washington por la seguridad de sus funcionarios y la falta de confianza en la capacidad de las fuerzas iraquíes para protegerlos. Tal vez EE. UU., después de haberse jactado de haberles entrenado y haber invertido millones en ellos, no esté convencido de su lealtad, y se mantuvieron a un lado viendo cómo los manifestantes ocupaban el Parlamento y agredían a algunos de ellos. La situación ha llegado a tal extremo que un alto mando del ejército iraquí le besó la mano de Muqtada al Sadr.

Esta escena, recogida por los medios de comunicación de todo el mundo y que coincidió con el asesinato del segundo soldado americano por parte del Estado Islámico, hizo que el gobierno estadounidense se pensara un escenario distinto ante los problemas actuales con los políticos iraquíes, cuyo conflicto no tiene límites, y pensara en cambiarlos por otros funcionarios por los que apostar aunque sea de forma temporal, para proteger sus intereses. Las declaraciones de los responsables estadounidenses indican su disposición a renunciar a las caras del actual régimen y tratar con cualquier poder que se sitúe en la misma línea que sus intereses. De esta forma EE. UU. se asegurará de que Iraq siga siendo un país débil consumido por sus conflictos internos y, de esta forma, sus ciudadanos no tendrán la posibilidad de plantear ninguna iniciativa para un real cambio democrático. El secreto de la política estadounidense en Iraq y en el resto de los países árabes está en  «la violencia permanente» o «la violencia controlada», como declaró abiertamente el excomandante del ejército estadounidense y exdirector de la CIA, David Petraeus, durante su estancia en Iraq. Es un requisito fundamental para la continuidad de la dominación extranjera y la tiranía interna, y la democracia es tan solo un lema decorativo que se usa dependiendo de la necesidad. La democracia, si se aplica, sería más peligrosa para ellos que el terrorismo, pese a lo que EE. UU. nos haga creer. La democracia amenazaría su presencia y la de sus aliados, pondría fin a su hegemonía y su control de los recursos naturales, de las fuentes de energía y zonas estratégicas, pues la democracia, cuando va unida a la justicia social o al socialismo, es un peligro para las fuerzas de explotación y la tiranía ya que permite que un pueblo recupere su voz y su voto.

EE. UU. no tiene inconveniente en renunciar a sus «aliados» cuando caducan y se convierten en una carga. Es entonces cuando vemos cómo se vuelve contra ellos bajo el pretexto de la no intervención en los asuntos internos, a la espera de tratar con un nuevo «aliado». Eso solo requiere la retirada de la protección securitaria estadounidense en cualquier momento. La situación actual en Iraq es un ejemplo de lo que acabamos de decir: los elementos usados por Washington hasta ahora se han convertido en una carga a nivel político, mediático y militar, especialmente a raíz de que haya perdido brillo la comercialización de la «injusticia» sectaria y étnica, y de que la ira de los oprimidos haya llegado al umbral de la embajada. Por ello, el coronel Steve Warren, portavoz militar estadounidense, optó por mantenerse al margen de los representantes que huían de la ira de los manifestantes, haciendo hincapié en que la Embajada no había protegido a ninguno de los representantes, y que el objetivo de la coalición consiste en luchar contra el Estado Islámico.

Se trata de un recordatorio claro dirigido a los políticos iraquíes: la presencia estadounidense no tiene como objetivo proteger a los iraquíes, independientemente de su grado de lealtad a EE. UU.,  y sus prioridades son otras que las que ellos creen. Que el rechazo de aliados estratégicos como el sha de Irán, Hosni Mubarak o su fiel «amigo» Ahmad Chalabi sea una lección para quien quiera aprenderla. También lo es su trato con una larga lista de presidentes de países árabes y extranjeros, donde dar protección o retirarla, con los expedientes de chantaje económico o sexual en la mano que ofrecen los servicios secretos estadounidenses, es más barato y más fácil que batallar en las calles o dar pucherazo en unas elecciones.

No es la primera vez que EE. UU. envía tropas adicionales para proteger su Embajada en la Zona Verde. El 3 de septiembre de 2014, el presidente Obama autorizó el envío de 350 soldados adicionales cuya misión, según un comunicado de prensa, era «proteger las instalaciones diplomáticas y nuestro equipo en Bagdad. Esta medida se ha tomado en base a la recomendación del Ministerio de Defensa y a la consulta de organismos gubernamentales». El informe en ningún momento dice que se haya consultado el gobierno iraquí, al que  trata como si no existiera o como si Iraq fuera un estado más de EE. UU. Tal vez, dado el entusiasmo de los políticos iraquíes y el gran número de cenas en sus casas, los estadounidenses pensaran que estaban realmente en su casa, y por ende tienen el derecho a tratarles como se les antoje. Este acercamiento entre el neo colono estadounidense y los políticos iraquíes es como un acto matrimonial de disfrute temporal entre ambas partes, cuya duración es de una hora a 99 años y en el que se negocia la cantidad de dinero que recibirá la cónyuge temporal.

«Podrías vencer a tu verdugo si en tu interior estuvieras vivo y sano», afirma Wilhelm Reich, el psicoanalista austríaco sobre la sumisión y humillación de lo que él llama «el hombre pequeño», incapaz de entender el significado de la libertad y de vivirla. Los políticos del «nuevo Iraq» están hechos siguiendo el molde del hombre pequeño. A ellos se dirige Reich cuando dice: «tú les llevas al poder. Eres tú quien eleva a tus señores, quien les obedece a pesar de haberse desenmascarado. Te lo dijeron con claridad: eres una persona de segunda clase, una persona sin responsabilidad, y así debes seguir».

Quizás la indiferencia y el menosprecio de EE. UU. hacia Iraq es lo que merece de forma natural quien acepta venderse a sí mismo y a su país, con el pretexto de la falta de alternativas.

Traducción de Rania Chaui

Viñeta publicada en Al Yazira

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