Emad Hayyach

Al Mehdi Mabruk, ex ministro de Cultura de Túnez (2012-2013)

Al Arabi al Yadid, 05/06/2016

Muchos extranjeros que visitan Túnez preguntan a sus habitantes con tristeza y desconcierto por qué los jóvenes tunecinos encabezan la lista de combatientes terroristas. En algunas ocasiones, muchas de sus preguntas esconden cierta provocación hacia el país que alimentó las revoluciones de la Primavera Árabe y que sigue luchando para ser una excepción exitosa.

(…) En este artículo no trato de responder a esa pregunta, pero quiero plantear hipótesis que podría ayudar a entender la causa de esa realidad, un asunto que requiere un desapego intencionado de lo que citan constantemente los especialistas y algunos académicos, quienes, en cuanto se les pregunta por algún fenómeno no tardan en mencionar el trío mágico: la pobreza, el paro y el analfabetismo.

Creo que el asunto nos exige ir más allá de estos tres factores y replantearse la capacidad de la mayor parte de las antiguas teorías para explicar lo que les sucede a los jóvenes tunecinos. Hay un defecto grave en las teorías que no ocultan los especialistas en grupos terroristas, aunque algunos tunecinos se resisten a esa idea, pues creen que tenemos todo lo necesario y más para entender cualquier fenómeno, especialmente el terrorismo, los tipos de extremismo y la violencia religiosa y política. Hay especialistas que están trabajando en asuntos relacionados con el terrorismo que, como artesanos tradicionales, forjan sus herramientas de trabajo con mucha cautela, detenimiento y experimentación, y no dudan en modificar esas herramientas cada vez que les resultan inútiles, porque en ocasiones pueden ser imprecisas o inválidas. No hay técnicas listas de antemano y válidas para entender el terrorismo. Y aunque no hay duda de que la pobreza, el paro y el analfabetismo siguen siendo climas favorables a la proliferación del terrorismo, esos factores no explican el surgimiento del fenómeno.

Lejos de estos imperativos, que son el dilema al que se ha enfrentado la rama de las ciencias humanas y sociales, el terrorismo ofrece una oportunidad única a la élite científica y a los responsables de la toma de decisiones, para investigar minuciosamente la transformación de esos jóvenes, en ocasiones lento y en otras repentino, y su interés destructivo por los círculos de la violencia religiosa. ¿Qué empuja a estos chicos en la flor de la vida, que antes bailaban, jugaban y estudiaban, a convertirse en un grupo de asesinos? En muchos casos, los implicados en los últimos acontecimientos sangrientos que afectaron al turismo y a la seguridad de Túnez, eran jóvenes a favor de la vida meses o incluso semanas antes de perpetrar los atentados.

No hay duda de que el atractivo del terrorismo devora a estos jóvenes en un momento de privación económica, emocional y psicológica. Pero no podemos pasar por alto la historia de su ámbito local ni olvidar los problemas que hayan podido tener a lo largo de su vida. Y si duda hay hechos e historias que resultan clave para entender esos cambios trágicos.

Las dos hipótesis que planteo para entender la excepción tunecina son, en primer lugar, las políticas de modernización adoptadas por el país tras su independencia que generaron mucha injusticia y a veces fueron una provocación. La élite había apostado por esa modernización para revolucionar las estructuras sociales y destruirlas. Sería una exageración decir que estos jóvenes son células dormidas que resistieron a aquella modernización, pero creemos que muchos grupos de jóvenes tunecinos cedieron a esa modernización por miedo o asombro, aunque no negamos que hubo quien la aceptó por sus logros innegables. Esa modernidad, con su arrogancia, fue aceptada por la gente por los beneficios que ofrecía, y en ocasiones también compensaciones por la herencia tradicional perdida. Tenemos que reconocer que solo una pequeña minoría de la población se lamentaba al ver cómo las tribus se disolvían, la poligamia desaparecía y la brujería se extinguía por el efecto de la modernización, aunque fuera coaccionada.

El Estado, en paralelo, ejecutaba planes para combatir la sequía, el analfabetismo y las enfermedades, hasta que consiguió, a través de políticas modernas, ofrecer a muchas generaciones esos logros, que no se vieron en el resto del mundo árabe, no al menos en países con recursos naturales limitados. Pero todos esos logros de la modernización que se vivieron en las tres primeras décadas posteriores a la independencia, cayeron a partir de los años noventa y la modernización se convirtió en un fenómeno que devoraba las almas de los tunecinos que ya no tenían esperanzas en conseguir un empleo, servicios sanitarios y educación. La modernidad ya no ofrecía a las grandes masas populares nada a cambio de quitarles su tradición. Por ello empezaron a ver la modernización como algo de la minoría influyente que tenía que ver con el sometimiento, el desprecio, el robo y la corrupción. La élite posterior a la revolución fue incapaz de reconciliar a los tunecinos con su modernización excepcional. Los  individuos fueron despojados de todas sus pertenencias de valor, lo que les empujó a una protesta destructiva a través de la violencia terrorista.

La segunda hipótesis tiene que ver con la historia del islam (contemporáneo y actual) en Túnez, que se remonta al Estado nacional. Este islam, que se formó en las tres primeras décadas de la independencia, en nuestra opinión, se caracterizaba por la falta de individuos de referencia que hablaran en su nombre, y el islam perdió a sus predicadores desde la pérdida del último representante zaituní. La falta de un islam tunecino creó un caos en el mercado del gran islam simbólico que brindó la posibilidad a las organizaciones terroristas de hablar en nombre de los creyentes tunecinos, especialmente tras las medidas aplicadas durante los años noventa; ahora estaríamos recogiendo lo que sembraron esas medidas. Tampoco podemos ignorar el ambiente regional y el contexto internacional, aunque no creemos que estos respondan a nuestra pregunta.

Las hipótesis que hemos mencionado quieren dejar a un lado los imperativos universales a cambio de encontrar su eco en una biografía desmembrada por las decepciones provocadas por los choques de los factores sociales, la frustración y la decepción, donde los círculos de «parentesco, amistad y fraternidad» son los refugios de identidades de por sí damnificadas.

Traducción de Rania Chaui

Viñeta de Emad Hayyach

 

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