Mayed Kayali
Al Mudun, 21/06/2017
En primer lugar, parece ser que EE.UU. no permitirá la presencia de las fuerzas del régimen sirio ni de sus aliados (Irán y sus milicias) cerca de la frontera iraquí-siria. En segundo lugar, todos los hechos confirman la transgresión de los acuerdos firmados en Astaná con respecto a las «zonas de rebaja de tensión», sobre todo por parte de Rusia e Irán, a sabiendas de que EE.UU. no lo había aprobado. En tercer lugar, EE.UU. nombró a las Fuerzas Democráticas Sirias como aliado en el norte y en el sur del país. En cuarto lugar, que las fuerzas estadounidenses intentan controlar las fronteras sirias por el este y por el sur, mientras cede a Turquía el control del norte (concretamente, el noroeste) o quizá esté aplazando la decisión hasta su reconocimiento de la influencia rusa en el interior de Siria. En quinto lugar, todo eso apunta a que la dirección de Donald Trump está encaminada a limitar la influencia iraní en Siria (y, probablemente, en Irak también) no solo porque le preocupa la extensión Iraní desde Teherán hasta Líbano sino que además porque la responsabiliza abiertamente de la inestabilidad de la zona por culpa de las milicias que la apoyan en más de un país, e incluso de potenciar la influencia de los grupos terroristas. Quizás esa sea la razón de la oposición de EE.UU. a la presencia de cualquier grupo armado perteneciente a Irán cerca de las fronteras con Irak o Jordania (y, por supuesto, con Israel) y no se descartan las pretensiones estadounidenses de crear una o varias zonas seguras al sur, este y noreste de Siria. En sexto y último lugar, el gran pacto entre EE.UU. y Rusia aún no ha avanzado y eso puede deberse a la necesidad de más elementos, entre ellos la eliminación total del Daesh en Raqqa y Der Zor (en Mosul y Raqqa está llegando a su fin), de lo que concluimos que la solución militar es la que perfilará a la solución política.
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