La palabra ahora la tiene el terreno y por un tiempo indefinido. Esa es la conclusión del encuentro en Londres del G-11 de apoyo a la oposición siria, a pesar de su defensa del Comunicado de Ginebra y de que respalden al «órgano de transición» como eje de la solución política y no a las elecciones del régimen. Lo importante es que esos «amigos» saben que el terreno tiene unas demandas que, de no ser respondidas, pueden hacer del combate una mera receta para el suicidio. No hay posibilidad de ahondar en la política en la ONU tras la dimisión de Al Ibrahimi ni de pensar en contactos diplomáticos con la casi total ruptura de relaciones entre Washington y Moscú a raíz de la crisis de Ucrania. El único paseo de la política será el laberinto en el que Al Asad pretende meterse para imponer un hecho consumado apostando por que los otros, incluidos los «amigos» de la oposición, terminarán aceptándolo con el tiempo por falta de opciones.
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