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Yomeddine es el debut del egipcio AB Shawky como director y uno de los aspirantes a la Palma de Oro

 

Joseph Fahim

 

Middle East Eye, 9/05/2018

 

Hace cinco meses, AB Shawky era un director desesperado por encontrar un festival para lanzar Yomeddine (Juicio final), su primer largometraje como director. Ahora, su película sobre un hombre de mediana edad que creció en una colonia de leprosos y empieza un viaje por Egipto para reencontrarse con su familia compite en la sección oficial del festival de Cannes.

 

Se trata de un cambio de suertes impresionante para el joven director austro-egipcio. Tanto él como la joven productora egipcio-estadounidense, Dina Emam, que es también su mujer, habían invertido mucho en la producción, tomando dinero prestado de amigos y familiares. “Llegó un punto en el que parecía que estuviésemos mendigando” afirma Emam.

 

A finales de 2017, la película ya había sido rechazada por tres de los mayores festivales de Europa y Estados Unidos. Mohammed Hefzy, referente del cine independiente egipcio que ha sido recientemente nombrado presidente del festival de cine de El Cairo, se involucró y les consiguió dinero para que terminaran la producción de sonido, aunque la pareja no tenía grandes esperanzas en que el filme aterrizara en un gran festival. No obstante, no se dieron por vencidos. “El fracaso no era una opción” afirma Shawky. “No habría podido hacer nada si esto no salía adelante. No habría podido rodar otra película, nunca habría vuelto a pisar un plató, no habría sabido soportar la vergüenza.”

 

Dos meses más tarde, contra todo pronóstico, Yomeddine fue elegida para competir en el festival de Cannes en la sección Un Certain Regard. Más tarde, fue ascendida a la competición principal.

 

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A finales de 2017, la película ya había sido rechazada por tres de los mayores festivales de Europa y Estados Unidos (foto cedida por Desert Highway Pictures)

 

La poderosa empresa francesa de distribución Wild Bunch creyó en la película e hizo lo posible por que estuviera en la competición. El comité del festival no se resistió y, el 12 de abril, Yomeddine se convirtió en el primer debut de un director egipcio en participar en el prestigioso festival.

 

El inesperado triunfo del largometraje, con un presupuesto raquítico de 300.000 dólares y que no cuenta con ninguna estrella, ha sacudido el panorama cinematográfico y ha demostrado cuán impredecible es el cine árabe actual.

 

“Nunca le interesé a nadie”

 

Tras graduarse en Ciencias Políticas e Historia por la Universidad Americana de El Cairo y en cine por el Instituto Superior de Cine de El Cairo, Shawky estudió un posgrado en la Universidad de Nueva York, donde escribió el guión de Yomeddine como trabajo final.

 

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El director egipcio AB Shawky afirma que el fracaso nunca fue una opción para él, y que siempre le han atraído los marginados (Facebook)

 

“Siempre me han atraído los marginados” explica Shawky. “Sabía que, tarde o pronto, tendría que volver a Egipto y que, allí, no me conocería nadie.”

 

Yomeddine es un tema que Shawky ya había tratado en su cortometraje La Colonia, una crónica de las vidas de los residentes en la leprosería Abu Zaabal, Egipto. El largometraje está protagonizado por Beshay, interpretado por Rady Gamal, un actor no profesional que padece lepra.

 

“Yo pensaba que las escuelas de cine eran lugares donde hacías películas malas; lugares donde podías experimentar sin preocuparte por el éxito, pero no es así. Son muy competitivas y la gente trata de grabar unos cortos perfectos que les sitúen como promesas del cine. Yo no hice eso, no quería hacer eso” relata el director. “La mayoría de los cortos que hice eran malísimos. Simplemente quería probar cosas nuevas, nunca nadie se fijó en mí. Nunca le interesé a nadie” añade.

 

En la carretera

 

Yomeddine es un drama cómico que gira en torno a un cristiano copto leproso, Beshay, y a su amigo Obama (Ahmed Abdelhafiz), un huérfano nubio. Ambos viven tranquilamente en el norte de Egipto.

 

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Yomeddine es un retrato de Egipto donde los momentos de auténtica amabilidad suavizan la prevalencia de la ignorancia y la malicia (foto cedida por Desert Highway Pictures)

 

Después de la muerte de su mujer, que también padece lepra, Beshay emprende un viaje hacia un pueblo de Qena, en el Alto Egipto, en busca de la familia que lo abandonó en la leprosería siendo un niño, junto a Obama y su burro, Harby.

 

Por el camino vivirán una serie de encuentros: con un salafista, con un grupo de mendigos discapacitados y, finalmente, con personajes de su pasado borroso. La primera reacción de todos ellos es el asco, aunque la crueldad sistemática a la que se enfrentan los protagonistas da lugar a algunos momentos de compasión conmovedora.

 

Un forastero

 

Poco a poco, Yomeddine se revela como una historia de aceptación y no de persecución; un retrato de Egipto profundamente humano, pero a la vez crudo, en los que momentos de auténtica amabilidad suavizan la prevalencia de la ignorancia y la malicia. No hay villano en la película; todos están simplemente intentando sobrevivir. Ante todo es una historia de desamparados, un tema que ha definido la vida personal y artística de Shawky.

 

Pero Shawky se está preparando para las reacciones. De padre egipcio y madre austriaca, nació y creció en Egipto. Sin embargo, siempre ha sido tratado como un forastero. “Estoy seguro de que mucha gente dirá que no conozco este país cuando se estrene la película” vaticina el director. “He visto más Egipto que la mayoría, he viajado de norte a sur, he visitado pueblos pequeños de los que la mayoría ni ha oído hablar; sin embargo, porque tengo una situación relativamente privilegiada y un aspecto un poco diferente, la gente siempre me ve como un jawaga (forastero). Todos han tratado siempre de categorizarme y, por defecto, harán lo mismo con mi película” explica.

 

Emam, por su parte, nació en Alejandría pero creció en Nueva York, donde estudió un máster en producción cinematográfica en la Universidad de Columbia. Empezó a participar en el proyecto desde una fase temprana, como coproductora, y poco después se convirtió en la única productora. Se trata de la primera película que produce en Egipto y no le fue fácil conseguir financiación.

 

Yomeddine no encaja con el tipo de película de Oriente Medio que suele llegar a los financiadores” aclara Emam. “Era la primera vez que yo producía y el director tampoco tenía experiencia. Ninguno de los dos tenía el aura de expectativas que se necesita para llevar a cabo este tipo de proyectos: ninguno de los dos tenía obra, ninguno de los dos hacía el tipo de películas que van a tropecientos festivales de cine. Pero no buscábamos los grandes festivales ni reconocimiento. Hemos desafiado lo que nos enseñaron nuestras respectivas escuelas de cine.”

 

Una dosis de realismo

 

De salida, Shawky quería que un leproso interpretase el papel de Beshay. En la preproducción, un famoso actor egipcio participó en el casting para el papel. El director le pidió que moviese una caja de cartón utilizando las palmas de las manos y no los dedos, como hace Gamal.

 

“No funcionó” cuenta Shawky. “Aunque le hubiésemos maquillado, seguiría sin haber parecido creíble. Nunca hubiera tenido la naturalidad de Rady, que aporta muchos detalles geniales imposibles de falsear”.

 

“Abu [Bakr Shawky] le dio a Rady el espacio para crear” añade Emam. “Él ha sabido seguirlo con la cámara y cuándo cortar. Creo que es su fuerte cómo director: sabe identificar los momentos cinematográficos cuando aparecen de forma natural”.

 

La interpretación tiene algunos rasgos intencionalmente autoconscientes y amateur que van de la mano de los también intencionales fallos de lógica narrativa. Es evidente la influencia del documental La Casa es negra (1963), del cineasta iraní Forough Farrokhzad, que trató la lepra de forma innovadora.

 

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Yomeddine es un drama cómico que se centra en un leproso cristiano copto, Beshay, y su amigo Obama (Ahmed Abdelhafiz), un huérfano nubio. Ambos viven tranquilamente en el norte de Egipto. (Foto cedida por Desert Highway Pictures)

 

A diferencia de la mayoría de las películas egipcias, que se centran en El Cairo, Yomeddine muestra una parte del país que se ve pocas veces en la gran pantalla. Los pueblos desperdigados de norte a sur no tienen el barullo de la capital: es una tierra baldía distópica, olvidada y abandonada por las élites gobernantes. En este panorama, Beshay sobresale. La familia que le abandonó se convierte en una metáfora de toda una sociedad que ha elegido ignorar a sus hijos enajenados.

 

Es obvio que Shawky simpatiza con su protagonista. Sin embargo, no hay un ni atisbo de piedad ni victimización en su historia. El tono es siempre ligero, sin entrar en el porno de pobreza que permea numerosas producciones del tercer mundo. Beshay no se considera una víctima. Shawky lo retrata con gracia, encontrando belleza en la simplicidad y escasez de un mundo que es a la vez lejano y reconocible.

 

Shawky cita al fallecido director austriaco Michael Glawogger como una de las principales influencias en su trabajo. Ambos estetizan algunos de los paisajes menos acogedores del planeta, dibujando estos ambientes con una alegría que cuestiona las concepciones tradicionales de belleza.

 

La belleza de la resiliencia

 

“Cuando le preguntaron a Glawogger por qué le obsesionaban estos ambientes tan horribles, contestó: “¿Pero qué es horrible?” Para él, el horror es dar vueltas por un barrio residencial y toparte con la conformidad extendida” afirma Shawky. “No digo que haya una belleza inherente a esta pobreza, simplemente que la gente que vive estas vidas no se regodea en la autocompasión. Lloran, ríen y viven, igual que todos los demás. Hay belleza en eso, en esa resiliencia, y es eso lo que quería capturar.

 

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La película Yomeddine se hizo con unos 300.000 dólares y sin actores estrella (Facebook)

 

Uno de los aspectos más llamativos del guión es la poca importancia que se le da a las creencias de Beshay. En línea con los directores egipcios Yusef Chahine y Yusri Nasralá (ambos cristinanos), su religión no le define.

 

Shawky dice que no quiere quitarle peso a la discriminación religiosa en Egipto. En la película un grupo de matones se burla de la religión de Beshay, que en otros momentos se hace pasar por musulmán para evitar problemas. Sin embargo, en su día a día, la religión apenas aparece en su relación con los demás ni en su visión de la vida. Incluso el juicio final, tema recurrente que preocupa a los demás personajes de la película, es secundario para él.

 

“Sinceramente, no me importa que Beshay sea cristiano o no” dice Shawky. “Se da el caso de que es cristiano, igual que Obama es nubio. Al margen de las de Chahine y Nasralá, en la mayoría de las películas egipcias con protagonistas coptos, su religión es el tema principal. En mi caso, sí que quería representar a las minorías y darles narrativas y voces diferentes, pero no quería que lo principal fuese su religión.”

 

Indudablemente, la inclusión de la película en la sección oficial de Cannes recompensa el riesgo que asumieron Emam y Shawky con Yomeddine. Participar en el festival francés es un honor para cualquier cineasta, pero la pareja mantiene los pies en la tierra. “Seguimos en shock.  Estaba convencida de que nos costaría Dios y ayuda conseguir esto” cuenta Emam. “Sabía que lo íbamos a conseguir, pero no sabía cómo exactamente. No sabía si la película acabaría en Cannes, pero tenía fe en que acabase donde acabase, sería donde tenía que estar.”

Yomeddine es estrena en Cannes el 9 de mayo.

 

Traducido del inglés por Leandro James Español Lyons en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.

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