Amyad Rasmi

Al Quds al Arabi, 12/05/2016

Pese al horror de los atentados sangrientos perpetrados ayer miércoles en un mercado popular de la ciudad Al Sáder, al este de Bagdad, y que dejaron 110 muertos, estos no representan un cambio en la tremenda vía de la violencia en la que el país lleva metido desde que fue ocupado por EE. UU. en 2003.

No obstante, lo sucedido ayer, un punto en el mar de las matanzas iraquíes, tiene significados que no podemos pasar por alto, y que están conectados con la gran rebeldía política de las últimas semanas, durante las que la ciudad Al Sáder se ha convertido en un centro neurálgico por el peso del referente chií (Moqtada Al Sáder) que ha desacreditado a los demás grandes referentes chiíes del país que han perdido peso y fuerza, poniéndoles una situación política crítica bochornosa.

El líder chií Moqtada al Sáder, y sus numerosos seguidores de Bagdad y otras ciudades, lograron romper el “cordón” de la Zona Verde de seguridad y entrar en ella, por donde se pasearon los iraquíes más desfavorecidos para descubrir que ese espacio, que materializa la fuerza política, militar, securitaria y económica del país, es “otro continente”, otro país que no tiene nade que ver con ese en el que los iraquíes mueren en atentados, combates, cárceles, campos de refugiados y pateras, otro país en el que los políticos disfrutan de elevados salarios, del dinero del petróleo, de los sobornos  y de los privilegios gracias a los votos electorales que les dan quienes no tienen nada, y gracias a su lealtad política a líderes políticos locales corruptos y a agentes directos de países extranjeros.

La entrada de los iraquíes en el Parlamento y los lemas que corearon contra el control de Iraq por parte de Irán y pidiendo que se les exijan cuentas a los corruptos (que son la base del sistema político sectario iraquí), suponen una gran amenaza que desestabiliza las bases del juego político establecido en el país tras la caída del régimen de Saddam Husein y el nacimiento de la coalición estadounidense-iraní de gobierno que sigue ahí, y que ha exigido a las fuerzas aliadas en el gobierno que respondan a dos niveles: primero en el trato con el propio Moqtada al Sáder, que fue convocado de inmediato por Teherán, y en la reorientación de la brújula sectaria iraquí para que se ponga a funcionar, ya que el sectarismo es el salvavidas que siempre puede recolocar a las masas populares en la “vía necesaria”: que se odien las víctimas en lugar de que se alíen contra el régimen político.

(…)

Viñeta de Amyad Rasmi

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